La renovación del PEMB se ha ideado en base a ocho misiones: economía innovadora e inclusiva, niveles de renta suficientes, emergencia ambiental y climática, movilidad sostenible y segura, alimentación saludable, cohesión territorial, vivienda adecuada y vitalidad cultural.
El Plan Estratégico Metropolitana de Barcelona es una organización pionera en España y a nivel internacional. ¿Eso es bueno o es malo? Porque, según cómo, puede ser un inconveniente al no tener un modelo a copiar…
Ha sido muy bueno. Llevamos más de 30 años, y esto significa que ha funcionado bien. No sé si exactamente fue pionera en el mundo, pero sí tuvo mucha repercusión. El primer Plan Estratégico estuvo muy ligado a los Juegos Olímpicos y ha tenido mucho impacto. En América Latina, en particular, fue muy referente, hasta el punto de que en 1993 se creó el CIDEU, Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano, específicamente para transferir la experiencia de planificación estratégica de Barcelona hacia ciudades de Iberoamérica. Casi al mismo tiempo que en Barcelona salió Bilbao Metrópoli 30, que es una asociación muy parecida en composición y objetivos. Zaragoza tiene una similar llamada Ebrópolis y Málaga, la Fundación CIEDES. Con el Compromís Metropolità 2030 mantenemos esta posición de vanguardia en la planificación estratégica. La forma en que está planteado ha suscitado mucho interés en las ciudades que utilizan o han utilizado la planificación estratégica. En 2023 el PEMB ha cumplido 35 años. Que esté funcionando y tenga cierto reconocimiento e influencia, es importante.
El año 2030 es la referencia. ¿Por qué? ¿Por qué coincide con que también se plantean los grandes organismos internacionales?
Cuando yo entro en el PEMB, en 2016, teníamos un plan, el Visión 2020, y teníamos que empezar a preparar el nuevo plan, y pensamos que teníamos la Agenda 2030 de Naciones Unidas y muchos planes de la Unión Europea con temas como la emergencia climática que también tenían ese horizonte, y creímos que fijar el 2030 era una buena idea. Sin embargo, estas fechas son más simbólicas que operativas. En los diez primeros años se realizaron tres planes estratégicos de Barcelona. El primero se aprobó en 1990 y el tercero, en 1999. Una de las características de la buena planificación estratégica es saber adaptarla a las circunstancias de cada momento y que sea flexible. No significa un plan rígido que diga que las cosas tienen que hacerse exactamente así en un año o en diez. Debemos aprender a tomar estos instrumentos como una guía. La estrategia es saber navegar por las aguas que te encuentras y por las que crees que te vas a encontrar en el futuro.
No puede ser que las soluciones que planteemos a los retos estratégicos que tenemos generen más desigualdades
Hablan de la Barcelona de los cinco millones. ¿Quién entra en ella? ¿Quién forma parte o debe formar parte de ella?
Es complicado hablar de esto cuando tenemos tan arraigado el imaginario administrativo. En realidad, el área metropolitana como ciudad no existe. Existe en tanto que institución y en tanto que en algún momento alguien ha dicho que, dentro de estos límites de la AMB, estos 36 municipios forman una unidad administrativa. Pero inmediatamente después de una calle de Barberà del Vallès tenemos Sabadell, y Sabadell no está en la AMB. Inmediatamente después de Montcada y Ripollet, tenemos La Llagosta y tenemos Mollet, y no están en la AMB. Inmediatamente después de Montgat tenemos El Masnou, y tampoco está. O Vallirana o Rubí no están y forman parte de la misma ciudad que sus vecinos. Cinco millones es un eslogan para decir que es una ciudad de esas dimensiones. Si tomamos lo que se considera hoy región metropolitana en términos de veguería, por ejemplo, las comarcas del Barcelonès, del Baix Llobregat, del Maresme y los dos Vallesos, e incluimos el Penedès pasamos de los cinco millones y medio. Y cada vez más esta ciudad se caracteriza por unas relaciones cotidianas en las que la gente va a trabajar, a estudiar, a cuidar de familiares o de otras personas, al ocio, de compras, etc. Es un territorio que abarca cinco millones de personas, una extensión de unos 3.000 kilómetros cuadrados y la particularidad de un centenar largo de términos municipales. Esto, en otro lugar del mundo, es un único municipio, con un único alcalde o alcaldesa. Singapur tiene cinco millones de habitantes, aproximadamente, con la dimensión de lo que para nosotros es la AMB, con 600 kilómetros cuadrados, y es un estado, una ciudad-estado. Tenemos demasiado interiorizado el concepto administrativo de municipio, pero la ciudad real es otra cosa.
¿Cómo la definiría?
Como decía, la ciudad real es donde se producen los flujos cotidianos. Los estudios nos dicen que cada vez más es el ámbito coherente, relevante. Hay quien dice más, que toda Cataluña es casi ciudad. Siempre será un motivo de discusión, porque si algo caracteriza a las metrópolis es el dinamismo, con los cambios constantes de límite, de centralidades. Si ahora se hiciera una gran inversión en un sitio del Vallès, seguramente cambiarían todas las dinámicas. O si se cambiara el sistema de comunicaciones, y no fuera tan radial hacia Barcelona y fuera más transversal, esto cambiaría las dinámicas y crearía otro espacio distinto, y quizás estaríamos hablando de la Barcelona de los 7 millones. De hecho, ya ocurre. En media hora puedes plantarte en Girona. Entonces, es una convención, pero es importante que se entienda que cuando estamos hablando de metrópolis no estamos hablando ni de un órgano administrativo, ni de un espacio que tenga unos límites muy claramente definidos, sino de un territorio en el que cotidianamente pasan cosas. La región metropolitana son relaciones entre personas que viven en diferentes lugares pero que cotidianamente interactúan de algún modo porque aquél es su espacio vital. Éste es el mensaje.

La primera misión de los compromisos que asume el Plan Estratégico es apostar por un modelo de la economía inclusiva e innovadora. ¿Cómo hay que llevar a cabo esta economía?
Hoy en día, el motor económico principal es la innovación, tanto en el lugar que se hace como en la forma en que se hace. Y lo que detectamos es que en esta economía por la innovación es clave la conexión entre la investigación y la actividad económica. Aquí es donde fallamos. En este país somos muy potentes en temas de investigación. En Barcelona y su entorno hay muchos centros de investigación punteros internacionalmente, y tenemos equipamientos como el Sincrotró o el Mare Nostrum, etc, pero lo que nos falla es la conexión con el tejido económico del territorio, y también añadiría con las políticas públicas. Incorporar esta visión para hacer más fácil, más natural y habitual esta conexión entre el mundo de la investigación y el mundo de la empresa es fundamental. También hemos detectado, y es lo que plantea esta misión de economía innovadora e inclusiva, que puede mejorarse en muchas cosas, pero sobre todo la clave estaría en mejorar la inversión privada de las empresas en investigación, en que busquen en la investigación las soluciones adecuadas a sus necesidades. El problema que tenemos también es que el tejido empresarial de este país está muy atomizado, a diferencia de otros lugares donde hay mayor presencia de grandes o medianas empresas con capacidad de hacer este tipo de inversiones y es más fácil que funcionen. Aquí, sin embargo, nos faltan empresas de tamaño medio. Hay que buscar la colaboración entre diferentes empresas en diferentes sectores, porque ellas solas parecen no tener capacidad suficiente, y eso pasa por incorporar la idea de la innovación. Nosotros planteamos también incorporar otro tipo de innovación, que es la que proporciona el conocimiento general de la ciudadanía y de las organizaciones más de base y a pie de calle para generar soluciones, propuestas innovadoras para los retos que se nos plantean.
Otra misión estratégica es luchar contra el cambio climático. ¿Cómo hacerlo desde el PEMB?
Debe entenderse que el compromiso metropolitano es una agenda compartida. Por tanto, no es lo que el PEMB tenga que hacer, sino que entre todos hemos decidido qué hacer, y nosotros nos encargaremos de poner orden. Una de las grandes novedades que plantea el Compromís Metropolità 2030 con el nuevo plan respecto a los cinco planes anteriores es que antes simplemente se decía que «hay que hacer esto y tenemos estos objetivos». Ahora, nosotros tenemos la capacidad de ser impulsores, de ser catalizadores de determinados procesos, de determinados acuerdos, de generar alianzas entre los sectores. Queremos también desempeñar este papel impulsor de determinadas decisiones. En términos de emergencia climática tenemos muy claro qué hacer. Tenemos firmados compromisos internacionales de reducciones de emisiones fundamentalmente, y otros relacionados con la lucha contra el cambio climático.
Tenemos demasiado interiorizado el concepto administrativo de ciudad, de municipio, pero la ciudad real es otra cosa.
El problema es que cada uno tiene su agenda, cada uno tiene sus ritmos. Por ejemplo, en la región metropolitana hay muchos municipios que todavía ni siquiera tienen un plan de lucha contra la emergencia climática, mientras que hay otros que tienen un plan, medidas, recursos, pueden acceder a fondos de la Unión Europea para llevar a cabo todas estas acciones. Y después tenemos a los privados y a la ciudadanía. El rol que podemos y debemos desempeñar es el de articular los acuerdos, las alianzas y poner en marcha determinados proyectos que provoquen nuevas alianzas entre diferentes actores que quizás hasta ahora no estaban colaborando, de generar nuevas herramientas, nueva información, nuevos datos. Tenemos una importante falta de datos relevantes a escala metropolitana. Hay instituciones, como el Institut Metròpoli, que están trabajando mucho, o la misma AMB, pero hay que seguir profundizando. No tenemos, por ejemplo, medidas del metabolismo básico metropolitano, y si no las tienes es muy difícil tomar decisiones en términos de gestión del agua, gestión de la energía, etc. Cuando señalamos en la misión de emergencia climática que en 2030 tiene que haberse reducido un 45% las emisiones significa que todos tenemos este objetivo, y que debemos articular los mecanismos y coordinar las agendas para impulsar proyectos que nos ayuden a avanzar conjuntamente en esa dirección.
¿Faltan directrices desde la Generalitat o desde el Gobierno español en esta lucha?
A veces sobran, porque acaba generando mucha confusión. Cada uno tiene su objetivo. ¿Cómo nos ponemos de acuerdo? Más que directrices lo necesario son acciones decididas y tomárselo en serio; como dicen los anglosajones, donde pones las palabras pones el dinero y que exista la inversión necesaria. Existe la gran oportunidad de los fondos europeos Next Generation. Estamos viendo que hay problemas de gestión y absorción de estos fondos, pero debemos intentar evitar que suceda, porque son los recursos que tenemos y que podemos aplicar ahora a hacer esto. Será mucho más fácil hacerlo si vamos todos con una agenda compartida con el mismo objetivo y trabajando los diferentes actores de forma colaborativa. Si alguien quiere hacer la guerra por su cuenta no saldremos adelante.
En movilidad se han hecho muchas cosas a nivel metropolitano. ¿Qué se debe seguir haciendo? ¿Qué transporte se debe potenciar?
La movilidad es fundamental. Sin movilidad no estaríamos hablando ni de áreas ni de regiones metropolitanas, porque lo que las caracteriza son los movimientos cotidianos de las personas. La movilidad y la vivienda son las dos características principales y definitorias de una metrópoli. En este sentido, tenemos dos escalas. La de proximidad: la ciudad de los 15 minutos, donde la movilidad debe ser fundamentalmente blanda, que ya lo es en gran medida: andar, la bicicleta, el transporte público, etc. Y después tenemos la movilidad metropolitana, la de la región de los 45 minutos; es decir, un espacio en el que aquello que no tengas cerca lo puedas tener como máximo a 45 minutos en transporte público: un gran hospital, un gran equipamiento cultural, deportivo, etc. Y el otro punto es que no pase todo por Barcelona. Por tanto, las conexiones transversales, la conexión entre los dos Vallès, con el Maresme, entre el Garraf y el Penedès, etc., en transporte público, básicamente en ferrocarril, que es lo que debería plantearse con sus diferentes variantes, tranvía y ferrocarril como tal. Y después también, obviamente, con los autobuses. Se habla mucho del urbanismo táctico, también debería hablarse de la movilidad táctica. Antes de realizar una gran infraestructura que implica un material fijo, es necesario probar alternativas como se está haciendo en el Maresme, con autobuses con un carril propio para circular durante buena parte del trayecto.

Otro de los hitos que plantea el Compromís Metropolità es que las peras que compramos en nuestros barrios no lleguen después de recorrer mil kilómetros por todo el mundo. ¿Qué plantea el PEMB en el ámbito de la alimentación?
Lo primero es ser conscientes de esa realidad. Es una cuestión básica y fundamental –porque si no nos alimentamos morimos y si nos alimentamos mal enfermamos– que está en el origen de las políticas económicas de las ciudades, con los mercados, para ordenar la relación de las ciudades de la época medieval con su entorno productivo. El Consell de Cent, por ejemplo, tenía grandes atribuciones en materia de alimentación. Esto, en un momento dado, se pierde. Los mercados municipales son uno de los grandes activos que tenemos todavía, que se ha mantenido y otros países nos envidian y nos dicen que, sobre todo, procuremos no perderlos. Política alimentaria como tal, desde los ámbitos locales, no se hacía. Primera buena noticia: en 2015 se firmó el pacto de Milán, que promovió un pacto internacional de ciudades por las políticas alimentarias, y Barcelona fue uno de los firmantes de ese pacto. Lo que se plantea es alimentar cotidianamente a 5 millones de personas que quieren hacer un desayuno, una comida y una cena, que viven en un espacio donde realmente no se producen suficientes alimentos. No es una tarea sencilla. Es necesaria una reconexión del mundo urbano con el mundo rural, y tener en cuenta que el espacio que denominamos urbano metropolitano puede ser un espacio productivo de alimentos. En la región metropolitana de Barcelona lo tenemos claro.
En el pasado se han perdido muchos terrenos de cultivo…
Desde los años setenta, se han perdido muchísimas hectáreas de suelo productivo para otros usos. Pero podrían recuperarse muchos otros. Tenemos el Parc Agrari, en el Baix Llobregat, que es una joya que muchas otras ciudades del mundo querrían tener y que está en un lugar muy codiciado por las infraestructuras, por su proximidad a Barcelona, etc. Pero también tenemos muchos espacios productivos en el Maresme y el Vallès. La Diputación de Barcelona está haciendo muy buen trabajo en identificar espacios que ya son actualmente productivos y ver hasta dónde podrían llegar con su extensión y recuperación. Obviamente, la producción en el territorio nunca satisfacerá todas las necesidades de este espacio de cinco millones de personas, pero todo lo que ganemos con esta soberanía alimentaria hará que estemos más protegidos en casos de crisis. La pandemia puso mucho en cuestión si seríamos capaces de alimentarnos sin las grandes cadenas globales de suministro o comercio alimentario. Una primera parte es recuperar los espacios productivos que tenemos, y la segunda es mejorar su distribución. Hay muchos productores en el entorno metropolitano, en el Vallès, incluso algunos del Parc Agrari, que por los motivos que sean no tienen las herramientas para llegar al gran público, para realizar la comercialización, y se trata de generarlas. Existe algún proyecto interesante en este sentido. Terra Pagesa, por ejemplo, que actualmente lidera Unió de Pagesos y va en esta línea. Igualmente, una parte de la producción a gran escala puede repensarse. Tenemos el grueso de la producción en las Terres de Lleida y otros lugares con monocultivos dedicados a la exportación. Si ocurre eso es porque los incentivos económicos actuales empujan hacia aquí, pero esto puede cambiar si hay una política decidida para recuperar espacios de cultivo para hacer producción interna.
Hay retos empresariales de la actividad económica que se pueden beneficiar de los laboratorios ciudadanos, de la ciencia ciudadana
¿Y cómo se implementan estas políticas?
No es una única medida. Existe un conjunto de medidas. Cuando hablamos de alimentación siempre destacamos que es necesario tener una producción más sostenible, porque ya no es sólo de dónde vengan los alimentos y, por tanto, la huella ecológica que deje su transporte, sino cómo se producen, la distribución, la comercialización, el consumo responsable… Debemos ser conscientes de lo que representa comprar una pera producida aquí o en la otra punta del mundo. Hay que valorar los hábitos y dietas saludables y conseguir una mayor equidad en la cadena alimentaria, que significa que actualmente la parte más débil de la cadena, que son las personas que producen los alimentos y que son los que se ganan peor la vida, deben hacerlo de forma que les resulte rentable. Si no es rentable dedicarse a la producción de alimentos en esta escala, cada vez menos gente se dedicará a ello, que es un poco lo que ocurre. Tenemos un importante problema con el relevo agrario.
En cuanto a la cohesión territorial, ¿están bien repartidas las competencias entre los ayuntamientos y las administraciones superiores?
La cohesión territorial no es sólo una de las misiones, sino que también está en el corazón del objetivo central de este Compromís Metropolità. Hablamos de la reducción de las desigualdades sociales, pero también territoriales en el contexto de la emergencia climática. Éste es el objetivo fundamental en este espacio de la región metropolitana. Barcelona ha dado un salto espectacular en los últimos 40-50 años, de transformación y de posicionarse como una gran metrópoli mundial siendo, en términos de dimensión, pequeña, quizá mediana en términos europeos, pero pequeña a nivel global. Aunque cojamos la dimensión de los cinco millones, para muchas ciudades chinas o indias, cinco millones sería un barrio o casi. Barcelona ha logrado esto y es un éxito. Está en sitios muy altos en los rankings de temas como la innovación, la creatividad, la calidad de vida, pero si miramos más en detalle el mapa vemos que hay zonas de este territorio que no se han beneficiado tanto de todo esto, y que siguen con grandes necesidades, grandes carencias, lo que llamamos ahora vulnerabilidades.

Los barrios vulnerables son muchos, y cada vez más se concentran en determinados ejes. El ejemplo más claro es el eje del Besòs, que no se agota en la desembocadura del Besòs y los municipios que están más cerca de Barcelona sino que se extiende hasta el Ripoll hacia arriba. Ejes en la parte del Llobregat, que comienzan en L’Hospitalet y van hacia adentro de la comarca, donde hay concentración de pobreza y desigualdades. Son espacios donde el impacto de la actividad económica que pueda haber allí o en su alrededor no revierte en las personas que viven en ellos. Uno de los problemas, que también han detectado muy bien Oriol Nel·lo, el IGOP o el Institut Metròpoli, es que la zona está muy fragmentada administrativamente, y muchos ayuntamientos no tienen capacidad de prestar los servicios requeridos ni de redistribución, porque no tienen suficiente actividad económica ni suficiente diversidad en términos de renta. Carecen de barrios ricos y barrios pobres. De los barrios ricos se pueden extraer recursos para dar servicios que necesitan el resto. Cuando no tienes esto, necesitas un mecanismo de reequilibrio más amplio, que en ese caso debería ser la escala metropolitana, aparte, obviamente, de la escala catalana y la escala estatal, que son responsables de muchos de los impuestos que tenemos y de los presupuestos públicos. En Barcelona, si se pueden hacer planes en barrios del Besòs, en Nou Barris, en Sant Martí y otros, es porque tenemos Sarrià, Les Corts, el Eixample etc., donde hay una recaudación que permite reequilibrar. Esto en los municipios de la orilla derecha del Besòs, por ejemplo, no ocurre. Los barrios son más o menos económicamente iguales y de rentas medias y bajas, y no se puede realizar una redistribución significativa. La cohesión territorial pasaría por reducir, si fuese posible eliminar, estos espacios de segregación, de concentración de personas con rentas más bajas, que si no tienen otros mecanismos de reequilibrio están condenadas a seguir igual permanentemente.
La vivienda es una de las grandes preocupaciones sociales en la actualidad. ¿Qué se hace desde el PEMB para que no ocurra lo de que hay casas sin gente y gente sin casa?
Todo el mundo es consciente de que el problema que tenemos viene de lejos, porque conseguir un parque de vivienda pública como nos gustaría, similar al que pueden tener ciudades como Viena o Ámsterdam, no es fruto de un año ni de cinco ni de diez, sino de varias décadas invirtiendo en vivienda pública y trabajando un determinado modelo. Esto aquí no ha sucedido, por las causas que sean. Debemos ser conscientes de ello. Cualquier cosa que hagamos ahora no tendrá efectos hasta muy adelante, pero la emergencia habitacional la tenemos ahora. Lo primero es tener conciencia de que éste es el problema central. Si la gente no tiene un lugar decente en el que vivir, difícilmente podrá trabajar y prosperar. Si el coste de vivir adecuadamente representa que mucha gente que trabaja en Barcelona en sectores como los de servicios, el turismo, etc. tiene una remuneración que no le permite vivir en este espacio –y esto enlaza con otra de nuestras misiones, la de rentas suficientes– cada vez tendrá que ir a vivir más lejos. Con más costes de transporte, todo se complica mucho… En vivienda, pues, planteamos unos objetivos con el horizonte 2030, pero sobre todo tenemos que encontrar soluciones distintas, ya. Se debe actuar ya en esta línea. Sabemos que es un tema muy controvertido, y que la urgencia del problema no permite, según qué medidas se pongan sobre la mesa, tener el recorrido suficiente para demostrar si son efectivas o no. Por ejemplo, el caso de la obligatoriedad de un 30% de vivienda social en las nuevas promociones, donde posiblemente no se ha dejado tiempo suficiente para ver si esta medida funcionaba. Desde el momento en que se aprobó hubo muchas críticas, cuando en otros sitios está funcionando. Esto no significa que funcione aquí, porque cada ciudad y cada marco institucional son diferentes, pero hay que dejar tiempo suficiente para ver si funcionan. Pedimos por tanto un gran consenso, un gran pacto social y político metropolitano para poner en el centro la cuestión de la vivienda. Es un drama que de vez en cuando lo vemos en las noticias pero en realidad es un drama cotidiano, permanente, el de los desahucios, de la gente que se queda sin hogar, o que debe desplazarse a otro lugar a vivir porque no puede permitirse vivir allí donde ha vivido durante mucho tiempo. Nuestra contribución tiene que ser seguir luchando y poniendo sobre la mesa soluciones. Este año hemos empezado a dar premios simbólicos a proyectos que creemos que son representativos de hacia dónde queremos avanzar y qué es lo que se quiere hacer, y uno de los premios ha sido por un proyecto de la ciudad de Mataró que plantea precisamente nuevas formas de promover el acceso a la vivienda, partiendo de un mejor aprovechamiento de lo que ya se tiene, porque es lo que necesitamos ahora en este momento de emergencia.
El espacio que llamamos urbano metropolitano puede ser un espacio productivo de alimentos
Existe incluso una misión cultural del Compromís Metropolità
Por dos motivos. El primero es porque identificamos haciendo mapas de equipamientos y de los flujos que hay en la región metropolitana que si había unos equipamientos omnipresentes y distribuidos de forma muy equilibrada eran los culturales. En todas partes encuentras equipamientos culturales de distintas dimensiones, titularidades, formas de gestión, etc. El gran ejemplo que tenemos son las bibliotecas, pero hay otras muchas instituciones culturales, pequeños ateneos, etc. presentes en todo el territorio. Otro de los premios Compromís Metropolità que hemos dado es en el proyecto Apropa Cultura, que lo que hace es sacar provecho de toda esta red de equipamientos de la región metropolitana para facilitar el acceso a la cultura a colectivos más vulnerables. El otro motivo es que, cuando analizas las encuestas que se hacen sobre los motivos por los que alguien quiere vivir dónde vive o dónde le gustaría vivir –quien puede elegir, evidentemente–, es el factor cultural. En muchos casos, poder acceder a una oferta cultural determinada es tanto o más atractivo que poder acceder al trabajo u otras cuestiones. La misión es, aquí, cómo mejorar la vitalidad cultural en el conjunto del territorio. Los grandes equipamientos culturales podrían estar más distribuidos, no tan concentrados en Barcelona. Si vamos un paso más allá en cuanto a representatividad cultural, ni nuestros ayuntamientos, ni, en general, nuestras instituciones representan la diversidad cultural que tenemos. En según qué municipios, tenemos más de un 30% de población que ha venido de otros lugares, y su representación no existe. Lo queremos atacar por el lado de la cultura. Ésta siempre difícil convivencia entre la cultura autóctona tradicional y las nuevas culturas que pide pensar en ella y actuar.
¿Qué papel les toca jugar a las grandes empresas de servicios de luz, gas, electricidad? ¿Qué relación debe existir entre la administración pública y la privada en la definición del futuro estratégico de la Barcelona metropolitana?
Estamos hablando de necesidades absolutamente básicas de la gente, supervivencia. Necesitamos el agua, necesitamos la energía, los alimentos, todo lo que hace falta para que funcione la ciudad, todo lo fundamental debe entenderse como un servicio público, básico y necesario, independientemente de quien lo gestione. La gestión puede ser pública, mixta o privada, pero debe estar sometida a la finalidad de proveer estos servicios y que sean para todos. Hay fórmulas distintas de gestión, pero siempre debe haber alguien que garantice que, sea cual sea la forma de hacerlo, exista este suministro, que es lo que permite a la gente tener unas vidas decentes.

Tres temas polémicos. Primero, el aeropuerto. ¿Hay que ampliarlo o no?
En el aeropuerto no nos corresponde entrar directamente en la solución. Lo que sí sabemos es que Barcelona necesita lógicamente conexiones a nivel internacional. Creemos que, por encima de todo, estas conexiones deberían estar en relación con una estrategia muy clara de lo que se quiere, no más por más, porque podríamos querer estar conectados con todas las ciudades del mundo, pero no existe ningún aeropuerto del mundo que lo esté. Lo que toca hacer es pensar dónde están las prioridades y para qué tipo de usos y, a partir de ahí, actuar con lo que tenemos y con lo que se pueda alcanzar a partir de un amplio acuerdo. La solución concreta, en todo caso, será definida por los técnicos. Lo que sí decimos es que debe existir esta reflexión estratégica y que las conexiones, no sólo del aeropuerto sino también las del puerto y otras, deben responder a una estrategia que no esté condicionada de nuevo por el beneficio de quien gestiona las infraestructuras. Tienen que responder a una estrategia de interés general. Si el criterio para actuar sobre las infraestructuras es únicamente el beneficio que de aquella operación saca quien gestiona la infraestructura, vamos mal. Lo que se haga debe responder a una estrategia metropolitana de país, pensada, coordinada con otros factores. No por agrandar el aeropuerto, permitir que haya más vuelos y decir que queremos que vengan científicos en lugar de turistas, eso ocurrirá. En todo caso, si esto pasa, una vez están aquí, lo que necesitamos es que el resto de infraestructuras también respondan y, por tanto, deberíamos tener las conexiones ferroviarias o el tema de la vivienda mejor resuelto. Los debates y las polémicas se generan sobre situaciones en las que todo el mundo plantea soluciones muy simples cuando la problemática y las soluciones son muy complejas. Pero lo primero que se debe responder es por qué lo queremos, y no en palabras sino con hechos, y con una planificación rigurosa de cómo debe hacerse y a qué hay responder y cómo se conecta con el resto de necesidades que tenemos en el territorio.
La B40.
La B40 es un caso similar, aunque aquí ya existen planes hechos previamente y planteamientos alternativos sobre la mesa. Para nosotros, es fundamental que exista una mayor conexión transversal entre los dos Vallès, el Penedès, el Maresme, etc. La prioridad en relación con la emergencia climática, en relación con el ahorro de recursos, sería una conexión ferroviaria. A partir de aquí, con las otras soluciones que se han planteado y las que se planteen, es de nuevo a nivel técnico que deben realizarse los estudios correspondientes de costes, beneficios, de impacto, para ver si una solución es mejor que otra. Por ejemplo, según estudios realizados por la asociación Fem Vallès, la opción del tren parece que sería relativamente sencilla, con poca inversión, si allí donde se cruzan determinadas infraestructuras ferroviarias, se hicieran unos intercambiadores. Esta solución debería explorarse más y ver si es posible.
Las conexiones del aeropuerto o del puerto y otros tienen que responder a una estrategia que no esté condicionada por el beneficio de quien gestiona las infraestructuras.
Y la sequía. ¿Se puede hacer más desde el punto de vista técnico para hacer frente a períodos sin lluvias como el que estamos viviendo?
En términos de ahorro en el consumo en los hogares parece difícil realizar mucho más, porque ya en episodios anteriores de sequía se hizo un esfuerzo importante, y las cifras dicen que en Barcelona en particular el consumo por habitante de agua es inferior a otros sitios similares. Ahora bien, estamos vertiendo diariamente a las cloacas agua potable por las cisternas de los lavabos. Hace años que se sabe que es así, y que existen soluciones que no se generalizan. Desde hace tiempo, los nuevos edificios deberían tener en cuenta los aspectos de reutilización y recirculación del agua y no ir tirándola. Después también tenemos un problema evidente de mantenimiento de la red y de las pérdidas, que en algunos lugares llevan produciéndose desde hace años. Todo suma. En emergencia todo esto debería tenerse en cuenta. Corresponde a quien gestiona las infraestructuras hacerlo bien para dar el servicio adecuado. Y si no está pasando, debería revisarse el modelo.

¿El plan estratégico sólo mira a 2030 o tiene cosas qué decir para 2024?
Sí, muchísimas. De entrada, trabajar con las diferentes instituciones, con organizaciones clave de dentro y fuera del PEMB, para que se adopte esta agenda, ese compromiso metropolitano de avanzar conjuntamente hacia esos objetivos. Lo que queremos para este 2024 es que se visualicen las cosas que se están haciendo, pero además debemos poner en marcha proyectos que respondan a este nuevo planteamiento. Siempre decimos que no sabemos a qué nos vamos a enfrentar en el futuro. Hacer un plan estratégico pensando en el año 2030 o 2050 es complicado, porque no sabemos las cosas que pueden pasar, pero sí sabemos o sí podemos determinar cómo nos enfrentaremos a lo que venga. Y la forma que proponemos es: primero, trabajando a escala de región metropolitana, porque es la dimensión relevante en la que deben analizarse las cosas que pasan y articular proyectos que les den respuesta. Dos, poniendo el foco en la reducción de las desigualdades. No es posible que las soluciones que planteamos a los retos estratégicos generen más desigualdades. Al revés, deberíamos intentar reducir las que ya tenemos y, obviamente, no contribuir más a la emergencia climática, sino también combatirla. Y tres, hacerlo conjuntamente entre todos los sectores. Nosotros hablamos de la quíntuple hélice: la administración pública, el sector privado empresarial, la academia, las organizaciones ciudadanas y los medios de comunicación. Insistimos mucho en los medios, y nos cuesta tener éxito ahí, pero los medios tienen un papel fundamental de hacer pedagogía en ese sentido, de incorporar el conocimiento que tenéis y participar también en todos estos procesos. Y, finalmente, pasando a la acción. No es suficiente decir que hay determinados compromisos, sino que deben traducirse en acciones concretas. La agenda del Compromís Metropolità intentamos impulsarla con todas las instituciones que participan en ella. El PEMB, como asociación, tiene más de 300 miembros, pero a lo largo del proceso Barcelona Demà han participado más de 400 organizaciones, muchas de ellas distintas de las que ya están en nuestros órganos. También nos gustaría colaborar más estrechamente con la asociación de municipios del Arco Metropolitano, para hacer este enlace entre la AMB y el resto de la metrópoli.
¿Qué le pediría al Gobierno del estado, teniendo en cuenta que las áreas metropolitanas son una asignatura pendiente? ¿Y al resto de administraciones?
Fundamentalmente, que incorpore la dimensión metropolitana a sus políticas urbanas. Es una necesidad que va más allá de Barcelona, que al fin y al cabo tiene la única institución de gobierno metropolitana del estado. Y las comunidades autónomas, que activen en este sentido sus competencias en ordenación territorial. Recientemente se ha creado un grupo de trabajo entre varias ciudades y el Ministerio para avanzar propuestas en esta línea, y nosotros como PEMB también estamos ahí.