Sáenz considera que es necesario preparar las condiciones para un cambio político en Nicaragua | Jordi Pascual Mollá

Esta es una entrevista original publicada en ElCugatenc.cat

El 19 de junio, un hombre accedió a la casa de Roberto Samcan, exmilitar sandinista crítico con el gobierno nicaragüense de Daniel Ortega (Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN) y exiliado en Costa Rica, para asesinarlo. Ocho disparos acabaron con su vida. La oposición no duda de que el asesinato está orquestado por el gobierno de Ortega, que ha intensificado la represión desde las movilizaciones de 2018. No obstante, a día de hoy, la investigación costarricense aún no ha concluido.

El también exsandinista Enrique Sáenz, comunicador, abogado y economista, amigo de Samcan y compañero de exilio en San José, capital de Costa Rica, atiende a elCugatenc para contar la historia de Samcan en el marco de una visita durante los cursos de verano de la Unipau.

– Adviertes que otros exiliados, incluido Samcan, recibieron amenazas en Costa Rica. ¿Es una estrategia reciente?

– Éramos amigos. Coincidimos en el mismo partido y después dejamos el partidismo por desacuerdos similares. Seguimos participando en política de otras maneras: los dos hacíamos un programa de radio. Nos reencontramos exiliados en San José, donde hicimos muchas cosas juntos. Por ejemplo, íbamos juntos a ver partidos del Barça. En esos encuentros ya hablábamos de la posibilidad de una represión transnacional, que podía llegar a los asesinatos si fallaban las demás formas de represión. Seguramente había una lista de objetivos y es muy probable que estuviéramos en ella.

– ¿En qué momento Costa Rica deja de ser un país seguro para los exiliados nicaragüenses?

– Había habido amenazas y atentados previos, como los dos que sufrió Joao Maldonado y que sobrevivió. Samcan era uno de los comunicadores más reconocidos porque, como exmilitar, explicaba aspectos del ejército. También nos preguntamos por qué él y por qué ahora. La respuesta es especulativa. Por un lado, comenzaron a detener a militares en Nicaragua, como el exgeneral Álvaro Baltodano, que era del círculo cercano de Ortega y tenía un vínculo importante con la oligarquía. Las condenas de entre 20 y 50 años son cadenas perpetuas. Por otro, el último informe del Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua refleja la estructura de mando y las responsabilidades personales de oficiales del ejército en la represión de 2018.

– Las escisiones del FSLN empiezan en 1995. La represión de 2018 supone un nuevo cuestionamiento. ¿Cuándo se desvinculan los militares críticos de la línea oficialista?

– En algunos casos antes de 2018. Baltodano, por ejemplo, ya estaba retirado aunque había sido un operador político privilegiado de Ortega por sus vínculos con el gran capital. El distanciamiento seguramente fue reciente porque incluso había sido promotor de inversiones extranjeras en las zonas francas. No se conoció ninguna ruptura pública hasta que lo detuvieron. Para mucha gente, eso no era creíble. Una de las imágenes icónicas de las movilizaciones de 2018 es la de tres generales, uno de ellos exjefe del ejército, participando en las protestas.

Sáenz reconoce que la nacionalidad española otorgada por el gobierno no garantiza la seguridad, aunque valora que es un esfuerzo institucional | Jordi Pascual Mollá

– A raíz de casos como el asesinato de Samcan, sostenéis que existe una represión transnacional. ¿Cómo opera?

– Históricamente, Nicaragua ha considerado Costa Rica un asunto de seguridad nacional, y viceversa. En la lucha contra el somocismo [la dinastía que gobernó el país entre 1936 y 1979], muchos de los alzamientos surgieron desde Costa Rica. El mismo Daniel Ortega, como guerrillero, pasó buena parte del tiempo en Costa Rica. El presidente sabe perfectamente que el país vecino es amable y acogedor con los nicaragüenses. No sorprende que contaran con operativos de inteligencia dispuestos a actuar allí.

En el caso de los asesinatos, lo más probable es que actúen a través de sicarios. En la investigación de los atentados a Maldonado se revelaron las caras de los ejecutores, que eran sicarios de 2.000 o 5.000 dólares. En su caso, el gestor fue un periodista que vivía en Nicaragua y que también se entrevistaba con la oposición, como el propio Maldonado y Samcan. La diferencia principal entre los dos casos es que los atentados a Maldonado fueron desde vehículos en marcha y el de Samcan fue en su casa.

– En Costa Rica sois refugiados y además tenéis la nacionalidad española. Se ha demostrado que eso no garantiza la seguridad.

– Solicitamos la condición de refugiados y el documento de viaje, y lo recibimos. La institucionalidad costarricense ha cumplido. En cuanto a la seguridad, hace unos tres años los servicios de inteligencia de Costa Rica nos contactaron a Samcan y a mí para mostrarnos si conocíamos a algunas de las personas que aparecían en unas fotos. Habían detectado un peligro inminente contra Samcan, otra persona y contra mí.

A una de las personas sí la había contactado a través de Facebook. Utilizó la misma estrategia que había vivido unos años antes. Me escribió diciendo que era hijo de un amigo de la infancia y me dio datos de su padre. Años atrás ya me habían hecho lo mismo diciendo que era hijo de un tío con el que no tenía relación. Me habló de la abuela y me pidió quedar. Quedamos en un lugar público y con mi compañera sentada en la mesa de al lado. La conversación pasó rápidamente de asuntos personales a política. Me contaba cosas de personas cercanas para que yo me fiara y le contara más. Terminó preguntándome cuál era mi contacto en la embajada estadounidense para supuestamente pasarles información. Yo no tenía ningún contacto en la embajada. Entonces ese hombre desapareció y no supe más. Cuando en San José repitieron la estrategia, no accedí al encuentro.

Los servicios de inteligencia costarricenses me dijeron que también contactarían con Samcan para hacer lo mismo. La cuestión es que Costa Rica nunca ha sido un Estado represivo y, por tanto, sus servicios de inteligencia son más débiles que los del régimen de Ortega.

– ¿En España la seguridad es mejor?

– Bueno, es que yo soy ciudadano español. El asunto no es una disputa entre nicaragüenses. La operación de Ortega en un país extranjero no es contra un nicaragüense sino contra un español. Frente a la represión transnacional y la colaboración entre regímenes es difícil tener una garantía de seguridad. No obstante, hay márgenes de seguridad. Aquí, por ejemplo, me siento mucho más seguro que en la terraza de un bar en San José.

– Tienes además la dificultad añadida de ser un nicaragüense conocido.

– Cuando asesinaron a Samcan, el verdugo gritó su nombre antes de matarlo para asegurarse de que era él. Hace unos días, en una plaza oí que gritaban: “¡Enrique Sáenz!” De repente, unas personas desconocidas corrían hacia nosotros. Estaba muy asustado. Pero eran dos personas que me conocían y venían a saludarme emocionadas.

El comunicador defiende que más nicaraguenses pidan protección internacional después del asesinato. | Jordi Pascual Mollá

– Costa Rica anunció que investigaría el asesinato de Samcan. ¿Qué sabes?

– Por ahora, poco, aunque quizás sigue el ritmo de la investigación de los atentados a Maldonado. Primero publicaron los vídeos de los sospechosos y después continuaron hasta cerrar la investigación. De momento solo hay declaraciones en las que hablan de crimen político, lo cual ya supone atribuir responsabilidades. Sabemos que tienen los vídeos, que han identificado el vehículo sin matrícula, que tienen la cara del asesino y los detalles de cómo fue el asesinato. Es posible que tengamos novedades pronto, pero supongo que esperan a tener el resultado de la investigación. Es normal querer una respuesta inmediata.

– Tras el asesinato, más de 54 refugiados nicaragüenses han pedido protección internacional. Pero en cualquier caso, se ha demostrado que esa protección no garantiza la seguridad.

– Así es, también depende del tipo de protección que soliciten. En cualquier caso, es razonable que lo hagan porque otros nicaragüenses nos hemos beneficiado de ello.

– ¿Qué supone para ti tener la nacionalidad española?

– Tenemos una situación particular. El 30% de los desnacionalizados cobraba una pensión, pero lo hemos perdido todo: la pensión, el registro académico, las propiedades… Hay programas de apoyo a refugiados, pero no somos refugiados. Hay programas de apoyo a repatriados, pero nosotros no lo somos. Hay ayudas y pensiones públicas, pero nunca hemos cotizado. Estamos jodidos porque tenemos la nacionalidad pero no somos nada. Al mismo tiempo, difícilmente pueden hacernos una modificación legislativa porque somos pocos. La concesión de la nacionalidad ya fue un esfuerzo institucional y ahora nos dicen que buscarán hacer una partida presupuestaria en el Ministerio de Inclusión Social.

– Mientras tanto, ¿cómo subsistís?

– Una amiga costarricense había creado una fundación, Puentes para el Desarrollo, que estaba inactiva pero ahora hemos podido recuperarla. Tomando los mismos datos con los que Ortega dice que Nicaragua ha mejorado las cifras de pobreza y desigualdad, hemos hecho un análisis que demuestra justamente lo contrario. Ese trabajo nos ha posicionado internacionalmente para tener donantes y apoyos de organizaciones internacionales.

Luego hemos seguido trabajando otros temas, como el vínculo entre corrupción y desarrollo de ciudadanía. Así contribuimos a la restitución de la democracia. De hecho, el viaje que tenía previsto a Europa, antes de que asesinaran a Samcan, era para seguir trabajando en esa línea. Pero el asesinato lo cambió todo. Inmediatamente, los vecinos me dijeron que no saliera de casa y que rompiera rutinas: nada de ir a ver al Barça, ni tomar nada en terrazas, ni salir a correr ni pasear al perro. Ahora tenemos que retomar el trabajo pero sin poner en riesgo nuestras vidas.

Sáenz considera que hay que preparar las condiciones para un cambio político en Nicaragua | Jordi Pascual Mollá

– Si la represión es tan grande, ¿qué tendría que pasar para cambiar la situación política en Nicaragua? ¿Solo queda la presión internacional?

– Los procesos políticos y sociales son imprevisibles. Nadie esperaba la insurrección contra Somoza ni que fracasara la represión contra esas movilizaciones. Rechazó la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y dijo que acabaría el mandato. Pocos meses después, en 1979, la guerrilla lo derrocó. Dos días antes de las elecciones de 1990 parecía que el FSLN ganaría sin problemas. Yo cantaba “¡todo será mejor!”, que era el lema electoral del partido. Pero la derrota fue clara.

El 18 de abril de 2018 grabé un vídeo en un edificio vacío construido con recursos de la seguridad social. Lo previsible era que las protestas fueran solo de los pensionistas porque eran contra una reforma de la seguridad social. Pero al día siguiente de ese vídeo, la gente tomó las calles. Es decir, los procesos sociales son imprevisibles pero también necesitan ciertas condiciones para producirse.

– Pero el descrédito del gobierno es claro.

– Sí, ahora mismo los tipos de interés, la gasolina y otros productos tienen los precios más altos de Centroamérica, lo que también afecta a los empresarios que deben competir en el mercado. Además, Ortega y Rosario Murillo [esposa y copresidenta] proponen una dinastía porque ya postulan a sus hijos como herederos. Sin embargo, seguramente aún falta una fuerza política creíble y capaz de capitalizar el descontento.

Hay ejemplos claros de poca agilidad política. Hace poco, una nicaragüense ganó el certamen de Miss Universo y la gente lo celebró con la bandera nacional azul y blanca. Se ha convertido en un símbolo subversivo. Conocemos a una familiar de la ganadora y nos contó que Murillo iba a hacerles una visita, pero a última hora la cancelaron porque la gente ya estaba en las calles. Temían otro levantamiento popular. Entonces, acusaron de traición a la patria y encarcelaron al marido y al hijo de la mujer que llevaba veinte años organizando el concurso de Miss Nicaragua. Decían que había una conspiración.

Tienen miedo de la organización de la gente aunque no sea política. Por ejemplo, han prohibido todos los clubes de hípica. Son conscientes de que existen las condiciones para una efervescencia popular y por eso intentan impedir que desde fuera se pueda organizar y movilizar a la ciudadanía.

– Por tanto, ¿el cambio será por ruptura y no por reforma del sandinismo?

– El sandinismo ya no existe. El FSLN es una mentira. La dirección del partido la llevan Murillo y Ortega, las decisiones que debería tomar la asamblea las toman ellos… Son dos jerarcas que no tienen nada que ver ni con Sandino ni con el sandinismo. La gente que sigue apoyando al FSLN se aferra al partido para no llegar a la conclusión de que no valió la pena, como dijo Ernesto Cardenal, un sacerdote referente de la revolución sandinista, en el libro Vida perdida. Para cambiar Nicaragua hay que tener condiciones objetivas y subjetivas que no caen del cielo. Hay que crearlas.

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