Los sindicatos surgieron en Europa durante la revolución industrial en el siglo XIX. El emergente sistema productivo industrial generó unas condiciones sociales completamente distintas a las del pasado que a su vez provocaron grandes transformaciones políticas, económicas y culturales. Las clases sociales (aristocracia, clero, burguesía e incluso los intelectuales) tuvieron que reacomodarse a la nueva situación no sin tensiones y violencias. Sin embargo, los sindicatos se extendieron por todo el mundo a lo largo del siglo XX, a pesar de que en muchos casos fueron reprimidos por gobiernos, sectores sociales dominantes o grandes empresas que se negaban a negociar con los trabajadores. A pesar de ello, los logros a fecha de hoy han sido extraordinarios tanto a nivel legislativo como social. Protegieron los derechos de los trabajadores, mejorando las condiciones del trabajo a nivel de salarios, horarios laborables y prestaciones sanitarias y de desempleo. Hoy día los sindicatos son instituciones públicas omnipresentes en las sociedades modernas y su influencia política, aunque variable en las últimas décadas, es incuestionable.
Los orígenes del ecologismo son diversos y se remontan a varias corrientes filosóficas, científicas, políticas y movimientos sociales que surgieron principalmente entre los siglos XIX y XX. Algunas de las figuras más importantes del ecologismo han sido John Muir (un conservacionista aristocrático) que en USA impulsó la protección de los espacios naturales y lideró la creación de parques nacionales como Yosemite. Otra figura crucial fue el naturalista alemán Alexander von Humboldt, polifacético geógrafo, naturalista, explorador y defensor de la filosofía y la ciencia que sentó las bases de las relaciones entre especies y su entorno, influyendo en los futuros ecologistas. Todo ello sin olvidar el movimiento “higienista obrero”, que, con sus reivindicaciones laborales en el siglo XIX, denunciaron la contaminación industrial y las pésimas condiciones sanitarias en ciudades, vinculando con ello justicia social y ambiental. Mas adelante en los años 1960-80, surgen organizaciones internacionales como Greenpeace (1971) y WWF (1961) y se popularizan las luchas antinucleares. El ecologismo moderno es una síntesis de ciencia, activismo y crítica política, con un legado que sigue evolucionando frente a desafíos de la envergadura del cambio climático.
Los sindicalistas y los ecologistas, aunque con enfoques distintos, comparten varios objetivos en común, especialmente cuando se trata de la justicia social, la sostenibilidad y los derechos laborales. Los puntos de convergencia más importantes son: la justicia social y la equidad, ya que ambos movimientos buscan una sociedad más justa e igualitaria. Los sindicatos luchan por derechos laborales y salarios dignos, mientras que los ecologistas abogan por el acceso equitativo a recursos naturales y un medio ambiente sano para todos. Ambos movimientos suelen oponerse a la privatización de servicios esenciales (agua, energía, transporte) y promueven modelos económicos que priorizan el bien común sobre el lucro privado. Los sindicatos exigen condiciones laborales seguras, mientras que los ecologistas luchan contra la contaminación que afecta a trabajadores y comunidades y se oponen a las actividades industriales cuando perjudican a las personas.
Es interesante subrayar que ya existen ejemplos de alianzas entre sindicatos y ecologistas. Quizás el caso más emblemático es el de “Blockadia”, término acuñado por la activista y escritora Naomi Klein para describir una red global de resistencias locales contra proyectos extractivistas (minería, petróleo, gas, megainfraestructuras) que amenazan tanto el medio ambiente como los derechos de las comunidades. No es una institución formal, sino un fenómeno descentralizado y transnacional donde comunidades, indígenas, sindicatos y ecologistas se unen para bloquear o presionar a las industrias contaminantes. Posiblemente, las acciones más emblemáticas de Blockadia han tenido lugar en el delta del Níger (Nigeria), con la resistencia contra Shell por derrames de petróleo y violación de derechos humanos, bajo el liderazgo del pueblo Ogoni en los años 90. Otro caso es el de Yasuní-ITT (Ecuador), impulsado por ecologistas e indígenas que lideraron una campaña para “dejar el petróleo en el suelo” en la Amazonía. En Europa tenemos el caso de Ende Gelände en Alemania, movimiento que ocupa minas de carbón, vinculando justicia climática con derechos laborales.
Otro ejemplo son los denominados “sindicatos verdes”, movimientos que unen a trabajadores y ecologistas contra megaproyectos dañinos para el medio ambiente y que van contra los derechos de las comunidades indígenas. A pesar de que a veces hay tensiones como es el caso de los trabajadores en industrias contaminantes que temen perder sus empleos, cada vez hay más diálogo para construir alternativas que integren justicia laboral y ambiental. Finalmente debe mencionarse la Confederación Sindical Internacional (CSI) que promueve alianzas sindicales-ecologistas bajo metas del estilo de “trabajo decente y acción climática”. Todo ello sin olvidar la represión, violencia y criminalización que han sufrido ciertos activistas como han sido el asesinato de Berta Cáceres en Honduras, entre otros.
A fecha de hoy, Blockadia representa la “justicia climática desde abajo”, donde la solidaridad entre movimientos amplifica su impacto. Su fuerza radica en la capacidad de unir luchas aparentemente dispersas bajo un lema común: “Cambiar el sistema, no el clima”. Hoy, siglos después del surgimiento de sindicatos y movimientos ecologistas, la revolución por la sostenibilidad ambiental debe unir a sindicalistas y ecologistas, para proteger los derechos de toda la sociedad: estudiantes, trabajadores, desempleados y jubilados. Esta unión puede liderar una transición justa que deje atrás lo “insostenible”.


Catalunya Plural, 2024 