¿Qué busca el autor, hurgando durante dos años en la crispación? ¿No le acusarán de alarmista, de rentabilizar el tremendismo, de magnificar las disensiones o de pretender regenerar a través del morbo oportunista?

Son objeciones lógicas en aquellos que optan por desviar la mirada de un mal -bauticémoslo de virus, infección, veneno o tumoración- que compromete seriamente la salud integral del cuerpo democrático. No hablo de un calentamiento por insolación, sino de una enfermedad larga, dolorosa y eventualmente terminal. ‘Anatomía de la CRISPACIÓN’ quiere ser una legítima defensa no sólo contra los traficantes del odio, sino contra el absentismo y el pasotismo que, por interés o comodidad, predominan en una cuestión primordial. ¿Qué busca el ensayo? Indagar en qué medida nuestra exposición non stop a las narrativas violentas de la política circundante han calado en la calle; si la dialéctica de barbarie nos ha hecho más insensatos, iracundos o rabiosos por emulación. También intenta luchar contra el todo vale, el estruendo y la sospecha infundada de la política reducida a santa sede de conflicto carnicero. Sumar voces en la protección de la democracia, documentando el negocio de la intoxicación. En nuestro país, movilizar el espacio político anestesiado entre el “Arriba Franco” y el “puta España”. Para no alargarme: llamar la atención social para que los migrantes no paguen los platos rotos de todos los problemas de Europa.

¿Después de investigar a fondo la crispación tiene claro por qué la ira tiene tanto éxito y seguimiento en el debate político y social?

Tengo claro que la ira es la nueva droga que engancha, porque el tribalismo ideológico lo pone en bandeja. Discursos expeditivos, emociones trucadas, tecnología vertiginosa, impacto, enemigo a batir, pilares del sistema carcomidos, categorías políticas clásicas que se tambalean, apoteosis del dinero y de las verdades absolutas, la mentira hecha vector de la política, ebullición intolerante de identidades antagónicas y muerte de gradualismos y matices. Malvivimos entre dilemas apresurados e imperiosos: estás con ellos o con nosotros, Llach o Estopa, lo tomas o lo dejas, héroes o malvados. Los malos de este ensayo no son tanto los pícaros inmediatos, Santos Cerdán y cía, como los peces gordos, para entendernos, detrás del escenario -Montoro sería un empleado fiel- que nos marcan el camino indefectible a un mundo ausente de valores, donde los ladronzuelos, gamberros, pillos y espabilados del individualismo ultraliberal tendrán siempre un lugar preeminente y prepotente, mientras la clase pobre del Titanic se pelea por un salvavidas. Por cierto, la banalización de la impunidad como derecho adquirido es otro distintivo de la época. El libro constata que la crispación chapucera entre bloques herméticos en confrontación permanente constituye un problema del individuo y de la humanidad, descomunal, que entre nosotros presenta un plus de peligrosidad, pues, además de la lucha de clases y el conflicto social, la desigualdad que impone un capitalismo depredador, existe un conflicto territorial en forma de pim-pam-pum que impregna la mecánica política de superficie y de profundidad.

Los últimos 10-15 años representan una escalada sin precedentes en la crispación de fondo

En el prólogo se pregunta qué final espera. Plantea cuatro posibilidades: conflicto civil, sociedad fracturada, episodios de indignación continuados o desafección mayoritaria. ¿Cómo cree que acabará todo esto?

No son casillas inconexas. Este plus de riesgo, en un asunto tentacular de civilización universal -la otra pandemia, la que ignoramos, también con máscara- dificulta predecir punto por punto la forma en que se materializará la polarización crispada. En el horizonte ya recaldeado por los populismos despuntan sistemas de libertades atrofiadas y estancadas, sociedades fracturadas y soluciones autoritarias corrigiendo la democracia representativa. Las recientes encuestas de opinión de los jóvenes en España ilustran un viraje brusco hacia una derecha que se fundamenta en el ruido y la bronca. Preguntémonos honestamente cómo hemos desembocado aquí. Por qué sindicatos de clase muy influyentes como Comisiones Obreras han perdido la adhesión en forma de votos y activismo de trabajadores de izquierdas, que hoy en día en Marsella y Turín, como en España y Cataluña, votan opciones neo-ultras.

Planteémonos por qué en un movimiento de reacción,visualmente primitivo, tosco, turbulento y selvático llamado trumpismo se refugian tantos progresistas a los que nunca tendríamos por incendiarios o envenenadores de infundios. ¿Cómo acabaremos? La anatomía de la crispación se está escribiendo todos los días. Merecería una rotativa constante. Hoy mismo se habla de saunas, de inmigración y de una Hacienda corrupta que hace montar en cólera, pero por enésima vez el Partido Popular se ha declarado exento de cualquier responsabilidad en esparcir el fango, todo lo contrario. “Nos oponemos totalmente a quienes atizan el odio”. Lenguaje de madera, paradójico, táctico, en contraposición a la realidad. La presidenta madrileña, paradigma de los nuevos liderazgos taxativos, es responsable avanzada de la pérdida de una gran conquista intelectual, la moderación expositiva razonada, al haber convertido hasta el insulto en un estilo de expresión hilarante. “Me gusta la fruta”.

El eufemismo descarnado se ha vuelto insulto y el insulto ya no escandaliza. No hablamos de la crispación española endémica sino de la actual, en do mayor y de eliminación dialéctica del adversario. “No es un comité federal, es un funeral de cuerpo presente” (Feijóo). ¿No había mejor metáfora que el cadáver político del presidente más amenazado físicamente y más denigrado de la democracia? Un conflicto político de este nivel guerrero puede derivar en conflicto civil abierto de graduación diversa. Oleadas sucesivas de cólera, democracia empantanada, o ambas cosas a la vez. Afinar la morfología de la protesta, insisto, todavía resulta temerario. Pero si la crispación polarizada persiste en fases agudas de crisis políticas, sociales, económicas o climáticas, se puede prever que la gente, después de haberse politizado con esperanzas de cambio, se desmoralice y despolitice en masa por hartazgo. El “desencanto” de los años de transición está ampliamente superado por la desafección rampante de franjas de población sobadas por falsas promesas y carentes de perspectivas de vida. El eje del mercado global es el éxito individual, que divide drásticamente a las sociedades en ganadores y perdedores. Este dibujo social de inestabilidad malcarada deja el campo abierto a las voces de la dureza quirúrgica sin anestesia. La predicción más fácil, perdone la excursión dialéctica, es que en este presente acelerado e incierto el mundo tiene más cuñas dialécticas y útiles tecnológicos que nunca para no ser fiable.

El insulto generalizado ya goza de cierta aceptación social

Usted cita a Serge Champeau y Daniel Ininerarity, quienes dicen que vivimos en una época en la que hay mucho odio y poca violencia, como si el aumento del odio fuera una válvula de escape que evita la violencia física.

Una teoría sumamente interesante que merece seguimiento. Pregunté a expertos de cine, de literatura negra y otras expresiones artísticas de ficción agresiva cómo exuda el mal ambiente desde la escena teatral de la política a la ciudadanía. ¿Nos crea un lado oscuro? ¿Dinamiza la violencia inherente al ser humano? Una corriente digamos optimista asevera que la crispación televisada produce un efecto homeopático; que actúa como una especie de vacuna o, si me permite el símil, de salvaleches. Según esta corriente, cuando contemplamos un abuso ideológico flagrante gritamos o refunfuñamos, protestamos, nos manifestamos, es decir, que el espasmo de vocalizar el agravio actúa de sustitutivo de la violencia reactiva. Presencié una anécdota asimilable en un bar de carretera en Aragón. Aparece Puigdemont en el Telediario y una mujer que está haciendo calceta  y susurrando con los parroquianos se levanta amenazdora: “A éste, lo que yo le haría, lo que yo le haría, yo le haría, le haría…”. Yo pensaba: ay, todavía tendremos follón. La mujer remata haciendo aspavientos: “Lo que yo le haría sería cortarle el pelo al cero”. Seguramente en el fuero interno la mujer podía ir más allá, pero dio salida al espasmo que se agota en sí mismo. ¿El drama de las palabras y la acción política se consumen pues en el sucedáneo de una arcada ocasional, en un grito o clamor? Desde la psicología, la ciencia política y la comunicación, un sector de opinión aduce que un empacho de fanatismo efervescente en las democracias consolidadas jamás derramará el vaso, pues las grandes corporaciones que rigen nuestras vidas mercadeando el odio conocen perfectamente el límite de enfangar que se torna inviable por improductivo.

Otra teoría, sin embargo, desarrolla con fatalismo los grandes desperfectos morales de nuestra híper-exposición constante al vómito de violencias verbales. ¿Crispémonos con tres ejemplos? Uno, “Vuestro partido es el que tritura a los niños en el vientre de sus madres”. Discurso de la ultraderecha contra el aborto. Dos. “Hoy, García Lorca votaría PP, porque el poeta amaba mucho a España”. Un revisionismo histórico irresponsable y perverso que al relativizar las dictaduras desata un montón de antipatías. Tres, una incitación casi directa al terror, vestida de retórica corrupta, como corresponde a la época en que los ingleses denominan “cerebro podrido”. “Llegará un día que los españoles querrán colgar por los pies a Pedro Sánchez”. Presidente de Vox, Abascal. Insistimos en el catalizador. Inquietémonos. ¿Qué conmueven o dinamizan en nuestro interior frases categóricas y perturbadoras? ¿Se ha filtrado a la calle la disputa convulsa de dos grandes élites políticas? ¿Qué odios fermentan en un ecosistema político tal vez viciado y caducado, y en un fortín en el que sólo leemos y escuchamos lo que escriben o charlan los miembros de nuestra tribu? El polarizado está ciego. Condena o absuelve las transgresiones según conveniencias elásticas y las consignas de su partido, que vive ensimismado en el autismo corporativo y plenamente consagrado al dominio y al método más efectivo para aniquilar al enemigo a corto plazo. En nuestro entorno hay muchas voces que hacen la guerra. ¿Quieren la guerra? ‘Anatomía de la CRISPACIÓN’ abre un camino honesto y modesto (para no pocos molesto) en la evaluación del mal y la búsqueda de terapia urgente contra el deterioro de la convivencia.

La hiper-exposición constante al vómito es una incitación directa a la violencia

Usted alude al odio contra personas concretas. Tenemos el caso del equipo de ERC fabricando mensajes sobre las enfermedades de los hermanos Maragall o Santiago Abascal diciendo que la izquierda lamentó que fallase el intento de asesinato de Trump

El libro efectúa un ejercicio pionero: secuenciar casos de personas fijadas como objetivos a desmenuzar en la táctica de demolición política, desde que están situadas en la diana de la máquina de embarrar hasta que pagan sus consecuencias en la calle. Pablo Iglesias, Irene Montero o Josep Lluís Carod Rovira saben de ello. Examinemos el caso de Yolanda Díaz: los enemigos políticos la señalan, en los mítines de ultraderecha se hacen escarnios machistas del maquillaje de la líder de Sumar. También Alfonso Guerra se sube al carro del desprestigio calculado sentenciando que Díaz dedica excesivo tiempo a la peluquería y que “esta señora no tiene ninguna esencia política”, o sea, que todo es cosmética.

El estereotipo frívolo asociado a la incompetencia profesional ya está construido. La caricatura del personaje, ya iniciada en su visita al Vaticano, pasa a los mercados y cafeterías. El jurado popular de los soplamocos y denuestos en las redes dicta sentencia. El vapuleo nocturno y diario a una piñata del Presidente del Gobierno frente a la sede del PSOE, por muy cuestionable que sea Pedro Sánchez, ha significado el mayor grado de la crispación individualizada y la culminación plástica de una ladina campaña de acoso y derribo calculado, con furia española. Un cóctel bien conocido de tendencia a la fiesta y prescindir de incompatibilidades morales. ¿Crispémonos de nosotros mismos? No gestionamos moralmente la existencia, somos poco sensibles a la sobriedad inteligente y no gastamos las mejores energías en los valores de la honestidad personal, la convivencia o la ética cívica. Cada día menospreciamos el espacio público, permitiendo su ocupación por la lógica económica. Además, vivir entre trincheras parece mucho más agradecido socialmente que vivir en la verdad.

Poner a una persona en la diana política tiene consecuencias en la calle

Plantea que la crispación lleva a la desmotivación y que hiere a la izquierda, que es la que más necesita movilizar. ¿La crispación beneficia a la derecha?

Este ensayo se ha hecho evidentemente desde el punto de vista del autor y su circunstancia, lo que no contamina un largo esfuerzo buscando, cribando y relacionando palabras e ideas en un océano de excrementos. La descripción, al tomar partido, lo hace desde la fuerza de los hechos. Por otra parte, la reprobación de los comportamientos de parcialidad inhumana en los pseudo-medios de desinformación no necesita ninguna inquina. Se retrata sola. La ausencia de una posición de superioridad, el propósito de decencia, en definitiva, permiten montar un relato que no pretende equidistancias matemáticas ni otras fórmulas de hipocresía plural o camuflajes de bla-bla-bla. La crispación polarizada es un fenómeno que desde Catalunya se queda pequeño, a escala española entra en erupción y globalmente escapa como un pulpo inmenso que colea como una sardina, La metáfora es barroca pero está pensada.

Vivir entre trincheras es mucho más agradecido socialmente que vivir en la verdad

La crispación es un magma disperso. Sería pueril culpar en exclusiva a la derecha más o menos extrema, aunque los impulsores ultras del “cuanto peor mejor” son poderosos. ¿Volverán las oscuras golondrinas sus nidos a colgar? Aquellas no volverán, ataviadas a la antigua, pero sí las nuevas aves de mal agüero y las viejas pulsiones con tufo exculpatorio de 1936 a 1974. Convertir el ensayo en un manifiesto contra el pensamiento único encarnado en la ultraderecha voxciferante habría sido un paso en falso. La izquierda tiene responsabilidades en la degradación democrática que el ensayo documenta. Basta mencionar que la coalición de izquierdas en el Gobierno español, que se jacta de ideales, es a la vez capaz de reñir por parcelas de poder como si hubiera comprado los espacios públicos de debate o los servicios informativos. En el libro, el ex presidente de Radio Televisión Española José Manuel Pérez Tornero hace un valiente striptease, nunca visto, en el que precisa la doble moral del entorno que le mentía y engañaba a pleno rostro sobre sus propósitos de dominación comunicacional. Reaparece aquí un nuevo factor de distorsión irritante. Los partidos están ensimismados en la máxima contundencia sorda para controlar instrumentos de poder a lo largo de un espectáculo de cuatro años cara a la galería. ¿Una conclusión? A los profesionales de la política les urge un nuevo contrato de integridad, transparencia y vocación de servicio a la ciudadanía. Volviendo a la izquierda, no sufre problemas de posesión torpe en sus discursos, sino en las prédicas volátiles que no provocan crispación pero gangrenan los problemas, y la irresolución sí exalta. La inmigración es y será la caja de los truenos.

En este libro, el presidente de RTVE, José Manuel Pérez Tornero, hace un striptease nunca visto en lo que llega a detallar la hipocresía, la gente afín que le mentía en la cara sobre sus propósitos

La izquierda ha repetido un discurso evanescente y flotante, lejos de la práctica real, mientras la derecha culpabiliza directamente a los recién llegados. “Aquí viven los menas, los marroquíes (imagen de hotel bonito) mientras se olvida a los damnificados por la inundación”. Eslogan de los ultras valencianos. Mientras, la izquierda pone sordina a definirse. Se encastilla  en papeles para todos y sin explicar cómo, o despacha la cuestión reiterando que se trata de derechos humanos. La sopa de ajo queda inventada. Pero las personas, los electores y electoras, quieren la verdad. ¿Qué hacer cuando estamos cenando y llegan a casa 15 personas hambrientas? ¿Qué compartiremos? ¿Hasta qué punto aceptamos vivir más a la baja para que ellos vivan mejor que en la pobreza? La izquierda no ha entrado en la evaluación rigurosa de cuanto implica la inmigración masiva, que no significa ponerle el dedo en el ojo, sino afrontarla como el problema colosal que obliga a repensar las cosas desde el ánimo solidario y la certeza que separa la lucha real por la prosperidad del soñar imposibles o ponernos encantadores.

Cuando manda la derecha hay menos crispación porque la compra o la silencia con mano dura

En otro aspecto concreto y muy usual, la izquierda también propicia o causa la crispación. No se puede llamar fascista a todo el mundo y en todo momento porque se quiere marcar diferencias. No puedes llamar fascista a quien no lo sea estrictamente. Sacar pecho es legítimo, pero no autoriza a adulterar y devaluar la terrible sustancia histórica del fascismo. Todos sabemos lo que quería decir Fidel Castro cuando tachó a Aznar de “este fuhrersito”, qué analogía buscaba, pero no es el mejor paralelismo. A veces la izquierda tropieza en el lenguaje grueso y arbitrario. El titular de Transporte ferroviario y de gracietas insultantes, también chivo expiatorio, Óscar Puente (puente de nada), nos muestra cómo rebajar la figura de un cargo ministerial en la liquidación gozosa del adversario. ¿La principal inculpación de la derecha? Por encima del río de improperios, de plantar sospechas, de los decibelios a raudales y las pantomimas inflamadas, destacaría la explotación de los resentimientos y el mal uso de la historia cruenta, en singular cuando estigmatiza la palabra comunista. El comunismo español fue la fuerza de ruptura más integradora en la reconciliación que inspiraba el camino reformista a la normalización democrática. El PCE sumaba y sumaba mucho, porque era una fuerza transformadora bien implantada y que al tiempo sabía ceder, porque se sabía imprescindible en las bases del pacto. Ahora encuentras que, mediante una displicencia absoluta, muy áspera, una representante de la ultraderecha, Magdalena Olona, portavoz de Vox, se ha dirigido a una vicepresidenta del Gobierno como comunista,  enfatizando el adjetivo cual un insulto. Ayuso frecuenta el estilo ultra despectivo indirecto para describir la tiranía del “sanchismo bolivariano” a derribar.

La izquierda no provoca crispación con los discursos evanescentes, pero la no resolución de problemas pudre el malestar

Existe degradación del lenguaje, pérdida de matices. ¿A qué nos lleva esto?

Nos alimentamos sustancialmente de dos adjetivos: brutal, increíble. Incluso he leído la brutalidad aplicada a una conducta de ternura: “Brutal gesto del futbolista X con un niño enfermo…” Increíble sería que usted y yo, aquí mismo, ahora nos pusiéramos a volar, pero en el escenario de la sorpresa impactante en sesión continúa la incredibilidad es oro: no tiene finura expresiva, es multiuso, pero adorna la sorpresa y disfraza la falta de adjetivación concreta. Estamos inmersos en un mundo de miseria intelectual sobrado de disyuntivas y falto de claroscuros. Y, muy grave también, carente de la transferencia del conocimiento democrático entre generaciones, en el que mandan… Déjeme ser reiterativo pintando el paisaje: el valor supremo de multiplicar beneficios, intereses espurios en las instituciones, las redes plebiscitarias de la urgencia, la abdicación de sectores judiciales, financieros y periodísticos entregados al partidismo por herencia, conversión o pasividad confortable. Dicho de otro modo, un mundo en el que economía, tecnología y comunicación han huido de la vigilancia política, de la democracia.

Un mundo que renuncia a ponderar la importancia de las cosas en favor del choque, del golpe de efecto fulgurante. Habitamos un erial podado de gradualismos – rojo o azul, con ellos o con nosotros, Mazón o AEMET, Broncano o Motos – y donde se ha olvidado el cultivo de la palabra precisa y justa. Cuidado, la palabra es la base para articular el pensamiento. Todo ese desaguisado de sociedad envilecida, partidismos de hierro, delirios de grandeza, fugacidad de los medios, comunicación desfigurada y fintas deontológicas toma cuerpo en un léxico hostil de nueva planta: Feijóo es un fascista o cripto-fascista y Más Madrid es Hamás Madrid, un juego de palabras malévolo que ha pasado como una ofensivita tolerada entre tanta carne ya picada a tragar de buena mañana. La terminología de las grandes palabras sigue convalidando o primando la desigualdad, y en el pequeño vocabulario de cada día se nos filtra el economicismo imparable. “Te compro el argumento”. ¿Se compran los argumentos?

No puedes llamar fascista a todo el mundo y a todas horas, porque quieras sacar pecho y marcar diferencias

Parece como si hubiera menos crispación cuando manda o gobierna a la derecha

Gobierna el músculo financiero. El sistema nos deja indefensos frente a la hegemonía del dinero como big bang de las libertades. La derecha tradicional y las renovadas se justifican en obtener el poder. El dinero sin poder no rinde. Por tanto, el poder es imprescindible a quienes hacen los grandes negocios por la patria. Una característica de los enemigos reconstituidos de la democracia es refutar la legitimidad de aquellos que ocupan el poder legalmente, a fin de encontrar algún tipo de reparo que dé pie a propagar los vicios terribles que invalidan los resultados en las urnas. La incongruencia llega al extremo de que Vox se ofrece como garante de la libertad y baluarte democrático.

La constelación del PP ya utilizó hasta la extenuación la estrategia contra Zapatero, “presidente por accidente”, se lo hace a Sánchez y lo seguirá haciendo en cualquier lugar donde haya realidades moldeables. La deslegitimación pertinaz a través de la no aceptación de la derrota es uno de los elementos característicos en minar la dinámica democrática, en indicar el declive del sistema. La derecha persevera en la obsesión por el poder e intensifica las prisas. Cuando finalmente se impone y administra, el dinero amortigua muchas conciencias. La derecha ocupa el poder con afán totalizador, combatiendo los ideales igualitarios y la discrepancia en todos los terrenos. Se produce entonces una asfixia sistémica que precipita la contestación en la calle de un cuerpo social cada día más perezoso. ¿Cuando la derecha clásica tiene el poder hay menos crispación? La historia lo confirma: sí, porque la compra o la silencia con mano dura.

¿Tiene un origen concreto y reciente esta crispación o la venimos arrastrando de la Guerra Civil? En el libro cita casos de corrupción en el debate parlamentario español previo a la guerra.

La sociedad era más comprometida, insultaba de modo feroz pero más retorcido en elegancia retórica, incluso haciendo referencia a los calzoncillos del interpelado y la sexualidad de la esposa del interpelante. Uno de los insultos actuales que me ha llamado la atención negativa es: “Usted no tiene otro mérito, señora ministra de Igualdad, que haber estudiado a fondo a Pablo Iglesias”. La pregunta es qué cruzaba por la cabeza de la diputada para hurgar en la alcoba de los Iglesias-Montero, por ese orden. Cuando se roza la raya de juzgar a una rival política por la persona con la que se encama, ojo, sufren derechos fundamentales y se degrada a la familia. En definitiva, son tan numerosos los factores que nos atacan por los flancos, ángulos y niveles de un mal que es catalán, español y de la humanidad como civilización global, que resulta aventurado generalizar el volumen de la crispación en el gobierno de unos u otros, hecha mención del capitalismo arrebatado de la derecha y de la doctrina vacua de la izquierda, así como perfilar un futuro determinado por la deforestación del diálogo político.

La españolidad refractaria a Cataluña y la catalanidad antiespañola agravan los contenciosos atávicos. En el sur de Europa, donde la ironía suele ser malentendida y la higiene argumental cede a los absolutismos directos, sí destaca una especial propensión a la malevolencia. El eurodiputado de Vox Hermann Tertsch calificando a la ministra Alegría de “la alegría del parador” (por coincidir en pernoctar en el establecimiento hostelero de Teruel donde Ábalos participaba en una supuesta fiesta sexual) exhibe una sutilidad sarcástica malsana. Si le dedicamos una mera sonrisa esquinada, ya nos habrá ganado una batalla. El arco temporal que indaga ‘Anatomía de la CRISPACIÓN’ abarca desde los efectos de la Gran Recesión de 2012, la entrada en juego de los extremos parlamentarios y la desconexión de Cataluña hasta el final del ciclo post pandemia-amnistía-DANA, que suponen una escalada desconocida en la crispación polarizada. Los extremos no entran de cualquier manera.

Ramon Miravitllas: “La decadencia de la palabra limpia como articulación del pensamiento razonado es gravísima”

Lo hacen muy conscientes de su papel. Uno surge muy quemado de una crisis financiera que ha dejado víctimas incontables y se expresa encendido de ira. El otro, lisa y llanamente, viene a tomar el mando para cortar de pura cepa las desviaciones del progresismo sectario, a partir de mantras. Es la nueva versión de la ultraderecha xenófoba y fanatizada de siempre. Crispación a la española siempre la ha habido. Recordemos a Anguita: “Mi infarto tiene nombre y apellidos”. (Felipe González). Pero no igualan el suflé, mejor, la olla podrida de ahora.

El libro sistematiza los perfiles de las analogías encarnizadas, explica las frases vomitivas disparadas a personas, como sitúan al rival en un contexto violento llamándole terrorista, filo-terrorista, amigo de terroristas, filo-etarra, katalano-borrokas, catalanes con la agenda de ETA, totalitario o golpista. Ejemplos: “Usted es el preferido de Hamás”. “Pablo Iglesias ha estudiado en los mejores regímenes tiránicos”. En el ciclo post-pandemia y amnistía ambos extremos envuelven el debate público y resquebrajan la sociedad. El eje del ensayo radica en averiguar la cantidad de esta intoxicación maldita que está calando a la sociedad y su fuerza de impregnación.  ¿La pregunta llega a destiempo porque el canibalismo incivil ya lo tenemos incorporado y ya somos más violentos? En Cataluña el periodo se complica porque en 2017 se desencadena un festival de intolerancias y supremacismos que facultan tanto el vulnerar la legalidad como sacralizarla para alcanzar objetivos partidistas.

La doctrina de la Catacracia y el grito de ¡A por ellos! polarizan intensamente, ya sea por vías teóricas o por las pulsiones futbolizadas. ¿De qué lugar procede esa crispación? El contencioso histórico entre Castilla y Cataluña toma múltiples formas. El procés demuestra que la inacción, hacer la estatua, también puede ser una fuente de crispación a chorro. En el libro, Felip Puig acusa a Mariano Rajoy de ser el gran factótum de buena parte de la política desbordante y de los sentimientos desmandados, al negarse a mover un dedo cuando tocaba. A riesgo de simplificar, entre leer diarios o la carpeta de Catalunya, Rajoy prefiere As y Marca. Los portazos crean crispación. Que uno vaya a concertar un pacto económico y le respondan echando el cerrojo a mencionar el tema hace presagiar encontronazos.

¿Existen diferencias sustantivas entre la crispación en España y Cataluña?

La mala hierba de la crispación, de inicio o de respuesta, arraiga en todos los territorios en un momento u otro. Soy nacido en Ripoll, en un edificio que se levantaba entre el Ayuntamiento y el Monasterio. Me avergüenzo de que la cuna de Catalunya sea la cuna de un racismo ordinario y severo. Este tipo de fanatismos es común al manoseo de identidades, de Kiev a Nueva Caledonia, pero en España pervive un corazón imperial que necesita acreditarse pasando por encima de divergentes, mediante las cumbres influyentes o las cloacas. Felipe González, Anker Jörgensen, Bruno Kreisky,… en los tiempos dorados de la socialdemocracia Europa avanzaba gracias al entendimiento, a la cultura de saber hallar puntos de confluencia, de ponerse en el lugar del rival, que ahora ya se ha esfumado. El 2017 en Catalunya es reactivo. Puede ser iluminado, deslumbrado, narcisista, ingenuo, excesivo; podríamos cargarlo de adjetivos negativos en cuanto a resolución política y fundamento jurídico, pero en la génesis anida el dictado de una estructura radial de las cosas. Las carreteras que hicieron los romanos siguen haciendo el camino de la política. El camino es que el pescado más fresco se puede seguir comiendo en Madrid, allí donde se deciden las cosas en una visión tan centrípeta que convierte al resto en figurantes airados. Ni pinganillos ni selecciones deportivas oficiales ni concierto (cerraba Rubalcaba). En contrapartida, hay ciudadanos de conciencia nacional inflamada que optan por los maximalismos, como otorgar la presidencia de la Generalitat a un activista, Quim Torra. ¿Es atrevímiento observar una concatenación entre las inacciones del poder central y el alimento del arrebato territorial? Se puede hacer mucho daño mudo y jugando al despiste.

2017 demuestra que la inacción, el hacer la estatua, también puede ser una fuente de crispación

Las democracias se van debilitando. ¿Cómo lo explica y vaticina ‘Anatomía de la CRISPACIÓN’?

Las democracias formales se han ido oxidando. Un buen caldo de cultivo para voces potentes, destructoras, excluyentes, de tono perentorio, que en algunos casos se erigen en grandes contrapoderes personales, como la presidenta de Madrid, y en otros derivan en dictacracias, es decir, regímenes de formalidad democrática aparente que invitan a tomar atajos que eviten las dilaciones. Bolsonaro ha representado uno de los modelos ardientes del populismo expeditivo con estado. Deberíamos prestar atención a que el capitalismo global está devorando las democracias nacionales, porque el capitalismo se expande sin problemas. Un terremoto en el edificio democrático a estudiar detenidamente. Tenemos a Trump en Estados Unidos, Milei en Argentina, la ultraderecha ganando terreno en Europa,… Respondo por orden: la corresponsal de Le Monde en Madrid, Sandrine Morel, autora del libro El huracán catalán, asegura en el ensayo que una guerra civil en EEUU no la pillaría en absoluto desprevenida. Aquí lo dejo. Que el ruido liquidador de una motosierra haya ganado a la argumentación estructurada debería horripilarnos. Apuntado esto, la crispación adquiere variantes nacionales producto de la geopolítica. Mientras hacía una entrevista en Suecia sonó una sirena. “Llaman para ir a entrenar la instrucción civil en caso de guerra”, aclaró el entrevistado, extendiéndose sobradamente en el peligro del vecino ruso, del espionaje y los sabotajes submarinos de Moscú.

Al sur de la OTAN desatendemos el tema en el diálogo público y la conversación interpersonal. A la Rusia soviética le ha seguido una autarquía sui generis que multiplica las campañas de desinformación para debilitar Europa allá donde es vulnerable -incluida Cataluña- y de tics expansionistas de un belicismo cada vez menos previsibles, evocadores de fases álgidas de dominación. La Rusia que ejerce una presión sistémica sobre Europa propagando desinformación sofisticada tiene adeptos -Hungría en cabeza- en un continente que se ha agrandado deprisa y corriendo para satisfacer a Estados Unidos. El resultado es pendular y desestabilizador. Polonia ha pasado etapas de tiranía democrática revanchista, Italia está transitando de un régimen de ejecutivo dominante de populismo naíf, Berlusconi, a un populismo de manual, Meloni, que desestabiliza el mandato de Bruselas desde el primer día. Las soluciones autoritarias empiezan a zarandear Alemania, prisionera del pasado que no pasa. Sandrine Morel asegura que en Francia, si hubiera una agresión grave a raíz de la crispación, no le sorprendería. Los franceses, en este sentido, sostiene, son mucho más serios que los españoles. Hablan poco, pero cuando se manifiestan los chalecos amarillos pueden protagonizar acciones de gran dureza. “Los españoles -contrapone-, estáis una mañana manifestándoos pero os manifestáis poco. La agresividad es, sobre todo, en los titulares de los periódicos y las redes, con un nivel fratricida que a los franceses les estremece, porque os ven al borde de la catástrofe civil. Pero, en cambio, pasado un rato los españoles vais a hacer el vermut tranquilamente”. La frivolidad sería otro libro.

Las redes, ¿qué parte de responsabilidad tienen de la crispación?

Una parte principal porque, primero, no tienen ningún pensamiento transformador, son plebiscitarias y ofensivas, fragmentan el espacio público y cambian la comunicación decente. “La comunicación simplifica la realidad para provocar reacciones instintivas”. Es una oración literal del pontífice Bergoglio. Cuesta encontrar una ganancia intelectual en el insulto troglodita. Las redes asociales fuerzan un modelo de negocio extrayendo nuestros datos para vender publicidad, priorizando los contenidos que enganchan en el tiempo, despiertan indignación y enfrentamiento o violentan la credulidad. El envenenamiento del clima en Tik Tok, X y Facebook y los contenidos que se comparten en este territorio nos hacen dudar de nuestra capacidad de discernimiento, distinguir una información bien trabajada de una manipulación de propaganda electoralista. Atención, la desinformación masiva es un reto irresuelto por el Derecho Penal. En las redes todos somos más abyectos, más libertinos de lo que realmente somos. Quien más quien menos está ahí por narcisismo, por animadversiones entre tribus, por intereses económicos coincidentes. Son el gran vertedero del odio. Una mercancía acelerada que iguala por debajo y atrapa. Si en las redes te piden los datos para dar publicidad, el negocio te dará contenidos que te provocarán estupefacción, emoción y sumisión. Ya tenemos el motivo por el que la droga engancha.

Las redes igualan a la baja y todos somos más abyectos de lo que realmente somos

Claro que engancha, porque te buscan. Buscan el efecto respuesta; la venganza tiene bases muy sólidas en internet. Hay figuras egocéntricas que pueden expresarse en las redes, pero que fuera de ellas ya ostentan el rango de divinidades. En la transición había un solo dios periodístico todopoderoso, José María García, pero los José María García de ahora, convertidos en santones de la política, multiplican los panes y peces al dictar el camino a los políticos, al pueblo de las redes; el camino de la salvación que sólo ellos conocen. Cuando Alberto Núñez Feijóo llega a Madrid vestido de moderado y empieza a decidir, el periodista-gurú de la derecha Jiménez Losantos reprocha que para eso no hacía falta que viniera de Galicia, que quizá no sabe dónde está y tendremos que contárselo. Estamos hablando de grandes tótems audiovisuales condenatorios, maestros en inculpaciones periodísticas que se confunden con las jurídicas. Esparcir suposiciones vacías, hacer alboroto y esperar a que la fruta sacudida caiga del árbol. El linchamiento político, social y moral, radiofónico y televisivo, de la dirigente de Compromís Mónica Oltra, finalmente exonerada, fue un pésimo ejemplo, digno de ser enseñado en las universidades.

El linchamiento político, moral y mediático de Mónica Oltra representa un pésimo ejemplo, para ser enseñado en las universidades

Hay quien reivindica la receta del amor, pero también dice que la polarización lo hace imposible y que cuando el amor no es posible estás preparando el terreno al fascismo

Una politóloga turca formula la receta del amor con episodios municipales de su país. Entiendo el amor como abrazo de consideración al sujeto humano, pero es necesario ir más lejos y más profundamente. Aquí falta el amor a la cultura. No leemos, no nos educamos en democracia. Había una asignatura llamada Educación para la ciudadanía, pero ¿no es cierto que la quitaron con suma diligencia? ¿Quién educa? Esquematizo: las redes intoxicadas, padres secuestrados por la pantalla… Los test educativos en España hacen pensar en un sustrato irredento. En el mismo sentido de una matriz ignorante y por tanto desvergonzada, Eduardo Mendoza me decía una vez que en todo español coexisten Franco y un anarquista. Añado; la anarquía de la excentricidad chulesca, machista, futbolizada.

¿El amor, la amistad, la fraternidad no venden?

¿Por qué no preguntamos por qué el Barça-Madrid es la lucha de intensidad política y cultural más saturada y seguida del universo? El denominado derbi planetario simboliza sencillamente lo que la sociedad de mercado exige: gladiadores, disyuntiva frenética, inmediatez de combate, urgencia de éxito, la legitimidad de la victoria, la apuesta… El mundo pide este modelo de circo y no contempla que la fraternidad sea ni siquiera vendida como una herramienta de construcción. Se ha caído en el olvido. Suena demodé, al igual que concordia. La moda, la modernidad anti-hermanamiento, está en la selectividad de los fondos de Montoro y de las calumnias patrióticas; en el dolor de víctimas elegidas como arma arrojadiza, en la selección de filtraciones de conversaciones privadas registradas ilegalmente y en las fobias al activismo solidario. Mezclo, pero no me equivoco. La fraternidad nos hace iguales. Hay un grueso de la sociedad ultraliberal que ya no comulga, ni en el orate fratres. Thatcher está muy viva. La sociedad no existe, son individuos, y los individuos son diferentes y acreedores de un trato diferente, y pobrecitos si no espabilan por su cuenta. La fraternidad es una palabra que en el vocabulario político no existe ni para ser pervertida.

La fraternidad no figura en el vocabulario político ni para ser pervertida

En el epílogo plantea una serie de reflexiones para evitar la máquina del fango. ¿Qué destacaría?

No me haga revelar las conclusiones de más de 300 páginas, cabe decir que nada aburridas. La quincena de entrevistas del ensayo inducen o conducen a pensamientos de futuro con sustancia bastante para ser separada del relato general. Elegiré un ejemplo: cómo mover a los periodistas más allá de la silla y de los pasillos cuando el cuarto poder ha perdido el lugar por acomodaticio, debilidad ética y sobreabundancia tecnológica. (Un inciso: algunos agregarán que ya es hora de que los trabajadores vuelvan a las vallas de las fábricas. A crispación del capital, crispación de clase). A modo de conclusión recopilatoria, es necesario salir de la anestesia colectiva y frenar el derribo del mundo de la ilustración, la apología de las emociones, el fundamentalismo de la satisfacción inmediata seguida de la frustración que reclama más necesidad. Rescatar el pensamiento razonado y estructurado como tal.

¿Volverá la razón del pensamiento?

Pensar cuesta y no cotiza en bolsa. Es una aplicación pero no de Internet. Aplicación es sinónimo de esfuerzo. Piensas o compras. Comprar es más americano. La ruina del pensamiento nos asalta por el oído en lenguaje fonético celular, como si la reflexión y las oraciones subordinadas enervaran; como si la gramática de la complejidad de las cosas asustara o fuera disuasoria. No podemos caer en las salidas fáciles de todo a cien. El mundo es complejo. Para empezar, podríamos volver al mercado de las palabras y abandonar las palabras del mercado. Y hablar.

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