A finales del pasado mes de junio nos enteramos de la muerte de una trabajadora de la limpieza al terminar su jornada laboral. Se llamaba Montse. Los hechos ocurrieron en fin de semana, en plena ola de calor, uno de esos días más propios de agosto que de junio, en los que el suelo quema y las altas temperaturas dificultan respirar. “La tarde ha sido muy mala”, le dijo Montse a un amigo suyo, cuando este le preguntó cómo le estaba yendo el trabajo. “Pensaba que me moría, me venían unos dolores de brazos, pecho y cervicales”, le concretó Montse, según recogió el diario El País el 30 de junio.
Montse, vecina del Poble Sec, empezó su jornada laboral a las 14:30 de la tarde, un horario que llevamos años oyendo que debe evitarse durante el verano. Aquel día, en Barcelona se superaban los 35 °C, con una sensación térmica aún más elevada a causa de la humedad. ¿En qué momento hemos dejado de ver que no se puede empezar una jornada laboral en la calle a las 14:30 en pleno verano? Las medidas contra el calor previstas en el servicio de limpieza municipal se activaban a partir de los 37 °C, en alerta naranja. La muerte de Montse ha hecho que estas medidas se empiecen a aplicar desde los 34 °C, en alerta amarilla, y ha evidenciado que la ciudad no está preparada para hacer frente al cambio climático.
Un escenario que, por desgracia, se agudizará en el futuro. El Plan Calor 2025–2035 que nos presentó el Gobierno de Collboni durante el mismo junio en el que murió Montse ya ha quedado desfasado, apenas unas semanas después de haberse presentado. Se trata de un plan con políticas continuistas en un escenario en el que, por ejemplo, varias bibliotecas municipales incluidas en la Red de Refugios Climáticos tuvieron que cerrar por fallos en sus sistemas de climatización, como la biblioteca Aurora Díaz Plaja en Nou Barris, la Jaume Fuster en Lesseps o la Ana María Moix en Fort Pienc; o en el que varias asociaciones de familias y equipos docentes de escuelas infantiles denunciaron públicamente que hasta 15 escuelas municipales, como la de Diagonal Mar, se habían quedado sin sistemas de climatización por averías, lo que obligó a niños y niñas a soportar temperaturas superiores a los 30 grados; o en el que hubo 20 incidencias de salud por exposición a altas temperaturas entre trabajadores municipales: 12 en los servicios de limpieza, cinco en Parques y Jardines y tres más en otros servicios.
Cabe mencionar, además, que, según un reciente estudio internacional, Barcelona es la segunda ciudad europea con más muertes por la última ola de calor: unas 286 entre el 23 de junio y el 2 de julio. ¡Y todo esto solo al inicio del verano!
Además, la gestión del Gobierno del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona ante la muerte de Montse fue nefasta; 48 horas después de su fallecimiento, el Ayuntamiento ya quería dar por cerrada la investigación. Fue Barcelona en Comú, junto con los grupos de la oposición, quien forzó una Comisión Extraordinaria para que la máxima responsable de la situación, la primera teniente de Alcaldía, Laia Bonet, compareciera y diera explicaciones detalladas de los hechos.
Precisamente es la misma Laia Bonet quien presentó hace unas semanas el Plan Calor 2025–2035 del que hablábamos. Además, es el mismo PSC el que está empeñado en ampliar el aeropuerto de Barcelona – El Prat: más contaminación, más asfalto, más ruido, menos espacios verdes, menos salud. Presentar un Plan Calor 2025–2035 y al mismo tiempo defender la ampliación del aeropuerto es una contradicción enorme.
Como consecuencia de este escenario y de la mala gestión por parte del Gobierno del PSC de Collboni, Barcelona en Comú presentó en las Comisiones de julio una iniciativa para modificar y mejorar el Plan Calor 2025–2035, con medidas como abrir gratuitamente las piscinas de la ciudad durante las olas de calor; acelerar el Plan Clima Escuela 2027; garantizar el acceso al agua en zonas donde vive gente sin agua potable, como asentamientos o infraviviendas; o asegurar que todos los equipamientos públicos cuenten con fuentes de agua fresca gratuita.
Las políticas para hacer frente a la emergencia climática no pueden ser continuistas, porque el escenario no lo es. Sufrimos olas de calor más tempranas, más intensas y más prolongadas en el tiempo. Hemos tenido un mes de junio de los más calurosos desde que existen registros, pero el Ayuntamiento nos propone políticas continuistas de cara al futuro cuando la ciudad ya tiene serias dificultades para afrontar el calor. Barcelona necesita políticas a largo plazo, valientes y rupturistas. La vida de sus ciudadanos y ciudadanas está en juego.


Catalunya Plural, 2024 