Los y las deportistas de élite son vistos como modelos a seguir por parte de la sociedad, como auténticos ejemplos de fuerza, disciplina y superación. Lo que no trasciende tanto –y en realidad es parte de su día a día– es la presión a la que están sometidos para obtener resultados, la exigencia de los entrenamientos, el miedo al fracaso, el impacto de los comentarios en las redes sociales o la incertidumbre al final de su carrera deportiva y asumir su desaparición del foco mediático… son factores que pueden repercutir en su salud mental. Con la finalidad de ayudar a romper el estigma que supone tener problemas de salud mental siendo deportista de alto nivel, la asociación DSAS organizó la mesa redonda “Deporte, salud mental y prevención del suicidio”, que contó con las intervenciones de dos exdeportistas de élite –Clara Basiana (exnadadora olímpica de natación sincronizada y activista feminista) y Victoria Cid (exremera de élite e investigadora)–; dos periodistas deportivos –Paco Ávila y Alberto Martínez–, autores del libro “Jesús Rollán Eterno: Vida y Muerte de una leyenda”; y el Dr. Narcís Cardoner, director del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Sant Pau y profesor en la UAB.
Basiana explicó que, durante su etapa en el equipo español de natación sincronizada, con el que ganó la Medalla de bronce en los Juegos de Londres 2012, “el deporte era lo primero, te tenías que entregar en cuerpo y alma al proyecto: entrenabas 10 horas diarias seis días a la semana; te exigían muchas disciplinas, como la acrobacia, la flexibilidad y la fuerza fuera del agua, pero una dureza importante dentro del agua, de ahogo y de llevar el cuerpo al límite constantemente. También, como es un deporte muy feminizado, se exaltan los cánones de estética y belleza al máximo exponente”. La exnadadora destaca que había muchas medidas de control sobre las personas, y se daban situaciones de humillación, pérdida de la propia identidad… que pueden derivar en una presión excesiva, hechos que la llevan a pensar que, dentro de este marco y con estas normas, “la competición de deportes de élite no puede ser sana”.
Por su parte, Victoria Cid destacó que “en el mundo del remo la debilidad no está bien vista, se tiene que ser fuerte”. En el 2020, en plena preparación para la repesca olímpica de Tokio, Cid sufrió un ataque de ansiedad que marcó el inicio de un proceso de reconocimiento y de recuperación de una depresión profunda que la llevó a un intento suicida. Cid empezó a remar a los 7 años y lo hizo hasta los 23. Los últimos ocho años formó parte de la élite en esta disciplina, hasta que “mi cuerpo explotó”, dice. Cid fue la primera profesional del remo que introdujo la figura del psicólogo en la competición, porque viajó con su psicólogo particular –“yo ahora no puedo vivir sin un psicólogo, para mí es como una pierna más y es imprescindible”, reconoce–, pero critica que actualmente todavía no haya un acompañamiento psicológico para los deportistas olímpicos de esta disciplina. Victoria Cid decidió finalmente explicar su historia en un libro – Simplemente, yo. Victoria Cid i Centelles. Mi victoria contra la depresión– para ayudar a romper el estigma sobre las enfermedades mentales.
La salud mental, el motor de todo
Está demostrado que la práctica habitual de deporte y de ejercicio físico mejora la salud física, psicológica y social. En el caso de los deportistas de alto nivel, sin embargo, la exigencia extrema, la presión o el miedo al fracaso, entre otros, son factores de riesgo que pueden derivar fácilmente en problemas de salud mental. Y más teniendo en cuenta que los profesionales de las diferentes disciplinas se inician en el deporte desde pequeñitos y deben hacer grandes renuncias desde muy jóvenes. Clara Basiana se dedicó a la natación desde los cinco años y hasta los veinticinco, y destaca que “tienes que salir fantástica delante de todo el mundo y debes hacer tu mejor actuación, pero de puertas hacia adentro sientes fatiga extrema, dolor, tristeza, frustración…. Hemos entrenado a veces a 40 de fiebre, y en situaciones vitales muy complicadas, como puede ser la muerte de un familiar… todo se centra en la práctica deportiva y esto supone niveles de renuncia tan grandes que aceptar después que no te ha ido bien o que todo este camino ha sido un infierno, es muy difícil”.
En esta línea, el Dr. Narcís Cardoner señala que “la presión mental puede llegar a provocar tanto dolor y sufrimiento que puede impulsar a algunas personas a buscar la muerte como solución; el dolor emocional es un determinante absoluto, y está totalmente relacionado con la conducta suicida”. El waterpolista Jesús Rollán fue uno de ellos. Considerado uno de los mejores waterpolistas del mundo, debutó en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, con solo 20 años. Participó en cinco olimpiadas ganando una medalla de oro y una de plata. También ganó dos campeonatos del mundo y numerosas medallas de plata y bronce en otros campeonatos. Lo ganó todo y fue un referente en su disciplina y en la historia del deporte español. Se acabó suicidando en una clínica de rehabilitación donde recibía tratamiento dos años después de retirarse de las competiciones. Su historia la recogen en un libro –Jesús Rollán Eterno: Vida y muerte de una leyenda– los periodistas Paco Ávila y Alberto Martínez, quienes apuntan que “no había un plan para el día después de la retirada y no había herramientas de acompañamiento psicológico para los deportistas, ni tampoco estaba bien visto por la sociedad que un deportista necesitara ayuda psicológica. Era un estigma que estaba por resolver y esta historia se conocía en el ámbito privado, pero no trascendió hasta más tarde”. Jesús Rollán “era un referente dentro de la piscina, pero cuando salió se apagaron los focos”, añaden.
El suicidio se ha convertido en un grave problema de salud pública. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 700.000 personas mueren cada año víctimas del suicidio y, por cada persona que se suicida, hay entre 10 y 30 más que lo intentan. En la adolescencia esta cifra aumenta hasta entre 100 y 200 tentativas. Y, además, por cada muerte por suicidio quedan afectadas entre 6 y 10 personas. En Cataluña, ya supone la primera causa de muerte no natural en la población y es la segunda entre los jóvenes de entre 15 y 29 años.
Ante esta realidad, el Ministerio de Sanidad consiguió el pasado mes de febrero aprobar el primer Plan nacional de Acción para la Prevención del Suicidio 2025-2027, que incluye 40 medidas para reducir y prevenir las conductas suicidas, entre las cuales se prevé: la creación de un Observatorio para la Prevención del Suicidio, la mejora de la coordinación y del apoyo del teléfono 024 y la organización de equipos de atención al riesgo suicida en los servicios de salud mental de las comunidades autónomas. En Cataluña, el departamento de Salud ya desplegó en el año 2021 el 1er Pla de Prevenció del Suïcidi 2021-2025, con el objetivo de reducir el estigma social, y está trabajando ya en un segundo plan de cara al próximo año. También cuenta con un servicio especializado en la atención telefónica a personas con conducta o ideación suicida, y a sus familiares o personas cercanas, a través del teléfono 061, que funciona las 24 horas los 365 días del año.


Catalunya Plural, 2024 