Por un 8 de marzo más internacionalista que nunca

El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, el movimiento feminista nos vuelve a convocar para ir a la huelga y salir a las calles. Con la guerra en Gaza como telón de fondo, la Asamblea 8M pone el foco en tres ejes de violencia que nos atraviesan hoy: las precariedades cotidianas, la criminalización de la migración y el genocidio del pueblo palestino.

Vivimos un momento sin precedentes, en el que los feminismos tienen más fuerza que nunca en las calles, lo que paulatinamente se va traduciendo en la presencia en las instituciones. Algunos países ya han planteado su política exterior en clave feminista. Pero esta apuesta se ve confrontada por una creciente militarización de los estados, una política belicista de respuesta a los conflictos y discursos racistas en aumento. Al fin y al cabo, una incoherencia entre el discurso y la realidad, así como una demostración de que las mujeres políticas feministas todavía tienen resistencias en sus propios gobiernos.

Paralelamente, vemos claros retrocesos ante el avance en derechos que toman diferentes formas en todo el mundo, como la eliminación del Ministerio de géneros y diversidad en Argentina y la creciente confrontación de los grupos contrarios al derecho al aborto.

Pese a que el feminismo empieza a llegar a las instituciones de forma generalizada y parece que muchos gobiernos ya no pueden permitirse el lujo de no tener un Ministerio de igualdad, nos preguntamos qué mejoras se buscan para las mujeres y para toda la sociedad. ¿Queremos revertir unos agravios o cambiar todo un sistema que perpetúa la desigualdad? ¿Para quién queremos la igualdad? ¿Qué mujeres y pueblos se benefician de esta lucha?

En un momento en el que existen dobles morales y dobles varas de medir más evidentes que nunca, hay que centrar la cuestión: ¿quién sale ganando y perdiendo en las guerras? ¿Por qué una ocupación como la rusa está penalizada y la israelí no? ¿Por qué apenas oímos voces de mujeres feministas palestinas, israelíes, ucranianas o rusas? ¿Qué tienen que decir?

Un feminismo que solo trabaje en política pública interna no nos sirve, se queda cojo. El feminismo debe impregnar todas las políticas públicas, incluyendo, especialmente, la acción exterior, para contribuir a la justicia global e ir a la raíz de las desigualdades. Apostar por la paz, ser tierra de acogida y tener sólidas políticas de cooperación de la mano de la sociedad civil organizada del sur son las apuestas más claras para una justicia global feminista. Las organizaciones de lafede.cat ya hemos aprobado el documento Per una justícia global feminista para caminar en esta dirección. Como decía Audre Lorde, “no seremos mujeres libres mientras haya mujeres sometidas, aunque las cadenas sean otras”.

Desde la óptica de la justicia global feminista, las organizaciones de justicia global hemos realizado una apuesta decidida por la construcción de alianzas con los movimientos feministas globales, antirracistas, así como con otras luchas de la sociedad civil organizada y cosmovisiones del sur global. Estas alianzas deben enmarcarse en nuevas formas de solidaridad transnacional que escapen de la jerarquización y la perpetuación de relaciones de desigualdad o estructuras discriminatorias y que actúen como altavoz de las luchas de otras latitudes.

Este 8 de marzo nos corresponde, pues, unir las agendas globales feministas a las luchas locales y ser altavoz. Como feministas internacionalistas, el diálogo entre las reivindicaciones del movimiento feminista local y el global es fundamental para aumentar la capacidad de incidencia y caminar juntas hacia la justicia global feminista, aquella que busque la coherencia en las políticas. Porque la necropolítica migratoria del Estado español y el genocidio en Gaza son, en definitiva, las cuestiones feministas más urgentes.