Hace ahora poco más de veintidós años, la cantante andaluza Rosa López llegaba al cenit de su carrera representando a España en el Festival de Eurovisión celebrado en Estonia, interpretando la canción Europe’s living a celebration”. Recordando aquella pegajosa melodía, pongo título a este artículo que pretende reflexionar sobre la situación del viejo continente a pocos días de las elecciones al Parlamento Europeo.

De manera cíclica, cada cinco años se repite el mismo guion. Comienza con la convocatoria de elecciones en los diferentes estados para elegir a los 720 diputados (61 de españoles), que representarán a casi 450 millones de personas de 27 países y continúa con la activación de la campaña comunicativa para poner en valor a las instituciones europeas y tratar de convencer al electorado de la importancia de votar a unos eurodiputados que deciden cosas trascendentales para su vida cotidiana. El problema es que todo esto se pone en marcha después de sesenta meses en que poca información hemos tenido de la actividad concreta de los candidatos y las candidatas que fueron votadas en ese momento.

A pesar de la importancia de la política europea en algunos asuntos, la actividad de la eurocámara y del resto de órganos de la Unión es una gran desconocida por buena parte de la ciudadanía. Resulta entre curioso y angustiante ver los esfuerzos de las diferentes candidaturas para explicar todo el trabajo realizado y los resultados conseguidos. Sería bueno revisar los mecanismos de comunicación y pedagogía, más allá de oficinas y delegaciones, para mejorar el conocimiento y la vinculación de las sociedades española y catalana con las instituciones europeas.

Basta con repasar el índice de participación en las últimas convocatorias para entender el fenómeno del euroescepticismo. El año 2019 fue de un 60,73%, cifra que, a pesar de no ser extraordinaria, mejoraba claramente los resultados de 2014 (43,81%), de 2009 (44,87%) y de 2004 (45,14%). Hay que tener en cuenta que en 2019 las votaciones se hicieron coincidir con elecciones locales, lo que sin duda favoreció la participación. La media global de todas las elecciones europeas celebradas en España es del 54,99%.

¿Qué pasará en las elecciones del próximo domingo 9 de junio? La historia nos explica que la situación de la política de cada nación tiene incidencia directa sobre las elecciones europeas. Este elemento, añadido a que a nivel español y catalán nos encontramos inmersos en una crisis evidente de desafección y desconexión de la ciudadanía hacia los partidos políticos, hace pensar que no deberíamos ser muy optimistas respecto a la mejora del índice de participación. De hecho, esta relación de vasos comunicantes es uno de los aspectos que muestran la debilidad del proyecto europeo. A pesar de las declaraciones solemnes a favor de la unidad, la realidad y los intereses particulares de cada país acaban imponiéndose, la mayoría de las veces, por encima de los objetivos comunes. Ya hace años que la quimera de los Estados Unidos de Europa dejó de estar en la agenda de los líderes europeos. Hoy el foco se centra en tratar de garantizar la unidad de acción en aquellos temas estratégicos en los que sea posible.

Tal y como comentaba, la distancia de la población respecto a la política es una realidad a la que hay que hacer frente. Una situación que se incrementa cuando la mirada se dirige a las lejanas Bruselas y Estrasburgo. Y más cuando se visualiza una Europa que defiende los intereses de las élites sociales y económicas. Hoy la situación se hace aún más compleja ante la posibilidad de que la extrema derecha cope más poder. La polarización es un fenómeno que se extiende y que hay que gestionar. Tal y como explica el politólogo Toni Rodon en su último libro “Quien no quiera polvo…”: “En la larga mirada de la historia, vemos que de hecho un poco de polarización, sea ideológica o emocional, permite desencallar determinados cambios y hace reaccionar al poder, sobre todo cuando la élite sufre por su silla”.

Finalmente, no hay que olvidar que de manera global, incluso más allá de los 27, el viejo continente ha ido perdiendo estos últimos años fuerza e influencia en el tablero de la política internacional. La Unión Europea se encuentra inmersa en diferentes crisis de carácter militar, energético, económico y político y el nuevo Europarlamento se pondrá en marcha en un contexto geopolítico más complejo que nunca. Conflictos y frentes como la guerra de Ucrania, las amenazas de Rusia, la rivalidad con China, los ataques de Israel sobre la población palestina o las relaciones con América Latina seguirán sobre la mesa el día 10 y pondrán a prueba la capacidad de las instituciones europeas.

Is Europe living a celebration? Parece que no. Más bien Europe is living a critical moment. Aunque el tópico dice que unas elecciones son la fiesta de la democracia, las del 9 de junio llegan en un momento especialmente delicado y trascendental, en el que estará en juego el presente y futuro de la Unión Europea.

Share.
Leave A Reply