La coherencia, entendida como la correspondencia lógica entre las ideas de una persona y su manera de comportarse es una de las actitudes más valoradas en las relaciones personales y profesionales. Por eso la incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace como rasgo característico y recurrente de un individuo o de una organización genera desconfianza, dudas y malestar. Este será un concepto muy presente en los debates que se producirán entre las diferentes precandidaturas que optan a dirigir el futuro de Esquerra Republicana de Catalunya.
Fuimos muchos los analistas que cuando se produjo la última derrota electoral de ERC, cerrando un ciclo maldito iniciado en 2017 y que supuso una continua sangría en forma de pérdida de votos, esperábamos que los máximos responsables del partido asumieran sus responsabilidades dando un honorable paso al costado. Pero una vez más la lógica no se ha impuesto y las dimisiones se pueden contar con los dedos de una mano. Y, además, algunas de ellas lo han sido de manera diferida, hasta que se llegue al congreso. Ni fuego nuevo, ni hacer limpieza, ni nada de nada.
El escándalo aun insuficientemente aclarado, de los carteles contra el Alzheimer y la posterior negociación y votación interna para investir a Salvador Illa se utilizaron para hacer pasar el tiempo y desviar la atención sobre los descensos electorales y la necesaria renuncia de la cúpula del partido. De este modo se ha llegar al escenario actual, en el que cuatro precandidaturas competirán por conseguir los avales que les permitan constituirse en candidatura. El debate entre la militancia se vive e intenso. También externamente hay interés, por diferentes motivos, por conocer que hay detrás de cada grupo.
Por un lado, tenemos dos candidaturas, Militància Decidim, declaradamente junquerista y Nova Esquerra Nacional, aparentemente rovirista. En ambas hay personas a las que conozco desde hace tiempo y valoro a nivel personal y político, pero el hecho de que estén lideradas y/o cuenten con un puñado de personas que han tenido importantes responsabilidades de partido y gobierno en los años del desastre, hace difícil hablar de renovación. Más bien parece un enfrentamiento abierto, con sus dosis de juego sucio, para ver quién de los que mandaba sigue manteniendo el poder.
También se configura una tercera precandidatura, Foc Nou, en este caso con portavoces pero sin candidatos formales. Un grupo que se presenta como renovador pero que de momento pone sobre la mesa figuras ligadas al pasado y con vínculos importantes con los referentes de las dos candidaturas oficialistas. Habrá que ver su evolución para averiguar qué rol jugarán en todo el proceso.
En medio de estas guerras fratricidas, desde el Col·lectiu Primer d’Octubre, corriente crítica del partido que desde el año 2019 viene denunciando las irregularidades internas y anunciando que la estrategia seguida llevaría a la actual situación de fracaso electoral, ha impulsado la candidatura Recuperem ERC. De hecho, fue el primer grupo de militantes que anunció públicamente, el pasado mes de mayo, la voluntad de presentarse a las elecciones. Mi pertenencia al Colectivo desde hace tres años me ha llevado a implicarme a fondo, por coherencia, en esta candidatura, con la voluntad de devolver el proyecto político en el que entré hace más de veinte a las propuestas y postulados que lo han definido como partido referente del independentismo de izquierdas de nuestro país.
A pesar de la insistencia de algunos periodistas en llamar a los miembros de Recuperem ERC “los ortodoxos”, nosotros preferimos hablar de los coherentes. Una candidatura formada por militantes de base, con diferentes perfiles profesionales, que nunca han ocupado cargos y que por coherencia defienden lo mismo que se defendía en el año 2017, con un programa que habla de recuperar la estrategia política del independentismo, de recuperar el asamblearismo y la democracia interna y de no apoyar a los partidos del 155.
La precampaña no está siendo fácil. No se dispone de los recursos de otras candidaturas, se trabaja con el tiempo robado a las respectivas tareas profesionales, la escasa financiación proviene de las aportaciones personales de los miembros del Colectivo y se sufre el silencio intencionado de algunos medios de comunicación, que ni siquiera mencionan a Recuperem ERC cuando hacen recuento de candidaturas o que por la mañana manifiestan en antena la voluntad de dar espacio a todas las propuestas y por la tarde ignoran sin dar respuesta los reiterados correos proponiendo una entrevista al candidato. ¡Más incoherencia! A pesar de todo, no se renuncia a dar a conocer las propuestas, yendo a todos los rincones de los Països Catalans donde somos invitados por los “casals” del partido.
Mientras el conjunto de la sociedad asiste entre la indiferencia y la incredulidad a este proceso interno y los medios de comunicación tratan de sacar el agua clara de las acusaciones cruzadas de unos y otros, la candidatura de renovación surgida desde las bases trabajará para fomentar el debate, el respeto y la honestidad. No sólo se trata de llegar a unas elecciones y a un congreso que devuelvan la dignidad al partido; aún más importante es el día siguiente, en el que habrá que empezar a trabajar para recuperar la confianza y el reconocimiento de la ciudadanía. Estamos posiblemente ante la última oportunidad de evitar que el partido histórico de Catalunya, protagonista de algunos de los momentos más importantes de nuestra historia, se aboque al precipicio de la irrelevancia y la desaparición.


