Las violencias machistas (a partir de ahora VM) son la expresión más grave del patriarcado. La existencia de un discurso a escala mediática y social que caracteriza las víctimas de VM como aquellas que cumplen una serie de características muy concretas, la realidad es totalmente opuesta. La Ley catalana 17/2020, del 22 de diciembre, de modificación de la Ley 5/2008, del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista denomina las diferentes formas en las cuales las VM se pueden producir, siendo estas la violencia física, psicológica, sexual, económica, digital, obstétrica y la vulneración de derechos sexuales y reproductivos, de segundo orden y vicaria. Así como la diversidad de ámbitos en la que puede ocurrir, pasando por el ámbito de la pareja, familiar, laboral, social o comunitario, digital, institucional, de la vida política y la esfera pública o el educativo. Las VM son diversas, y también lo son las víctimas de VM, ya que las VM no entienden de edad, clase social, nivel educativo, u otros ejes de diferenciación. Así pues, no existe un perfil único de víctima, porque el machismo es un problema estructural e inherente en la sociedad en la que vivimos y que afecta en todas las mujeres. Por lo tanto, definir de una manera muy concreta el que es una víctima, y en particular, una buena víctima, solo contribuye a legitimar estereotipos misóginos al no comprender el problema de una manera global. Aun así, ocurre lo mismo con los hombres agresores, a los cuales se los caracteriza como seres extremadamente violentos y agresivos. Este tipo de descripción dibuja una imagen que se aleja de la realidad, haciendo que sea muy difícil identificar a un hombre perpetrador de VM. Cuando en realidad los perpetradores de VM son hombres que replican conductas machistas, y que así como indican los estudios, pueden ser amigos, familiares y hombres próximos.

 A partir de estas premisas, en este artículo nos proponemos ejemplificar estas descripciones. Primeramente, se analizan algunas de las campañas comunicativas impulsadas por parte de gobiernos e instituciones que tienen como objetivo concienciar a toda la sociedad contra las VM, para entender qué visión se difunde a la sociedad sobre los perpetradores de las VM y las víctimas. A continuación, se escogen algunos artículos de la prensa digital y de artículos de opinión con el fin de analizar el tratamiento que se hace de las VM. También, se describen diferentes estudios que muestran la diversidad de las víctimas de VM. Finalmente, acabamos con un apunte sobre como tratar las VM en los medios de comunicación. 

El gobierno español en 2008 lanzó la campaña “Ante el Maltratador, Tolerancia Cero”, en la que buscaba la complicidad de los hombres para acabar contra las VM y el rechazo hacia los agresores, el cartel de la campaña (ver Imagen 1) muestra a un hombre con gesto serio, incluso agresivo. Si bien es cierto que las campañas sobre VM son un tema delicado y hay que concienciar y acentuar la gravedad de su materialización, crear un imaginario colectivo alrededor de la idea que los perpetradores de VM son siempre y en todo momento agresivos,  genera barreras cognitivas basadas en estereotipos a la hora de identificar a los verdaderos agresores. El hecho más importante aquí es que la concienciación sobre las VM y sobre quiénes son sus perpetradores gire alrededor del hecho que el hombre que ejerce VM, aparte de ser perpetrador de VM, puede ser también otro tipo de cosas y que cualquier oficio, actitud, característica personal, no tiene nada que ver, ni explica, ni desresponsabiliza al perpetrador de la violencia ejercida. Hace 12 años el gobierno español lanzó la campaña “No se te ocurra ponerme la mando encima, JAMÁS” en este clip las mujeres protagonistas son bastante diversas, este hecho permite combatir el falso mito de la idea de víctima. Aunque exista una heterogeneidad entre las mujeres de la campaña y esto permita apelar a la realidad social de una manera más directa con mujeres reales, hace falta que tengan en cuenta la diversidad real de mujeres en todo el territorio y no simplemente algunos ejemplos o casos. 

Imagen 1

La Generalitat de Cataluña en 2021 impulsó la campaña “Las violencias machistas contra las mujeres grandes no son pequeñas. A grandes mujeres, grandes respuestas” (Imagen 2), la cual tenía la finalidad de dar visibilidad a las violencias que sufren las mujeres, que, a menudo, son invisibilizadas. O la campaña realizada por el Ayuntamiento de Barcelona en 2021, “Apaguemos el machismo, no lo dejemos crecer” (Imagen 3), que subrayaba la necesidad de toda la sociedad de trabajar para erradicar las VM, animando a los hombres a construir modelos de masculinidad libres de violencias. El hecho que estos dos carteles no tengan imágenes de personas, ni para ilustrar a la víctima o al perpetrador y pongan el énfasis en el texto, contrasta con las anteriores campañas, permite abrir un nuevo imaginario sobre la conceptualización de las VM que ayuda a romper con los estereotipos anteriormente especificados. También hay que destacar que en la Imagen 1, la responsabilidad se traslada del individuo a la sociedad con mensajes generalistas, sin que queden claras las obligaciones, en cambio, en las imágenes 2 y 3 se apela a responsabilidad colectiva y se trasladan las VM al ámbito público, para dejar de mantener su gestión en el ámbito privado. Este hecho es extremadamente relevante, puesto que pone de manifiesto la idea de que no ha de haber una complicidad social y un silencio ante las VM. 

Imagen 2                                                                Imagen 3

En cuanto al tratamiento de noticias de VM por parte de los medios de comunicación, observamos como de manera reiterada se culpa a la víctima de la violencia sufrida. Por ejemplo, en el caso de Diana Quer vimos como se señalaba al comportamiento de la mujer, o a la relación con su familia, para justificar que ella había buscado la violencia vivida. En el caso que implicaba el exjugador de fútbol, Dani Alves, se cuestionó la actuación de la víctima antes y después de los hechos. Otro ejemplo es que recientemente se han puesto en cuestionamiento los hechos denunciados por Elisa Mouliaá con relación a la agresión perpetrada por Íñigo Errejón. En todos los casos el foco se acaba poniendo siempre sobre la víctima, pero no sobre las actitudes y acciones del agresor, que como vemos no siguen un único perfil, y al cual se le trata como una pobre víctima de una supuesta cacería feminista.

 Los estudios sobre VM nos muestran la diversidad de las víctimas de las VM. Un estudio que analiza los resultados de la encuesta National Intimate Partner and Sexual Violence indica que las mujeres bisexuales experimentan altos niveles de VM en comparación a otras mujeres. A lo largo de la vida, un 61% de mujeres bisexuales reportan haber sido violadas, agredidas o asediadas por una pareja íntima, en cambio, las mujeres lesbianas son el 44% y las mujeres heterosexuales un 35%. Hay que tener en cuenta que una de las explicaciones a estos resultados se fundamenta en cómo las mujeres bisexuales y heterosexuales en comparación con otras buscan más apoyo a la hora de hablar de estas vivencias, puede ser que se dé en parte por el foco mediático que existe alrededor de las VM, mientras otras violencias pueden pasar desapercibidas. También, el 37,5% de mujeres trans reportan sufrir violencia sexual por parte de una pareja a lo largo de la vida. Así mismo, hay informes que indican que las mujeres con diversidad funcional tienen entre dos y cinco veces más probabilidades de sufrir VM. Además, otros informes muestran como hay formas de VM que pueden ser más acentuadas en mujeres de edades avanzadas. Así mismo, las mujeres racializadas también sufren varias VM. Un estudio de los EE. UU. indicaba que solo una mujer negra de cada quince mujeres que sufre una agresión sexual la denuncia. Además, en el Estado español solo se tienen datos de mujeres racializadas y/o migradas que tienen su situación administrativa resuelta, por lo tanto, parte de la magnitud de las violencias que sufren mujeres racializadas y/o migradas queda invisibilizada.

 Para concluir el artículo, se destaca un informe publicado por el Ministerio de Igualdad en 2021 a cargo de Pikara Magazine que recoge toda una serie de prácticas y propuestas para hacer un tratamiento de las VM de manera más feminista y menos revictimizante. Sobre las víctimas algunas de ellas son: evitar centrarse en el comportamiento anterior o posterior a la agresión, redactar las noticias o el contenido teniendo en cuenta que las mujeres no mueren, sino que son asesinadas o tener en cuenta que ninguna decisión de una mujer es causante de las VM recibidas. Hacia el agresor: dejar claro quién es agresor y quién es víctima, evitar dar una explicación relacionada con factores sociales o económicos a las VM y no presentar a los hombres perpetradores de VM como hombres no integrados a la sociedad. Animamos a las lectoras y profesionales de la prensa a revisar el informe y los estudios sobre el tratamiento de las VM para colaborar en la creación de un relato más realista sobre las VM que sitúe la responsabilidad en quien perpetúa las VM, la escucha en las víctimas y la acción para trabajar en un mundo más seguro y más igualitario en la sociedad. 

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