Sin vivienda no hay educación

Dos fechas. 13 de octubre en retrospectiva, 23 de noviembre en el horizonte. Dos de las muchas fechas que configuran la cruda realidad de la vivienda. Sin embargo, esta vez no son dos fechas que sean grabadas con el dolor de la pérdida de una vivienda o del trauma de tener que transitar un proceso de desahucio. Esta vez son dos fechas que serán vividas con entusiasmo, con el entusiasmo de todas aquellas que vivimos con la profunda convicción de que la vivienda es un medio para una vida digna y no una mercancía que nos roba el salario y nos condena a trabajar para malvivir con lo que nos sobra.

Alicia del Río, orientadora de secundaria y miembro del colectivo Menos Lectivas, escribe una carta a los docentes de Madrid, una carta donde convoca a la manifestación del 13 de octubre. Las razones, verdades como puños, sin vivienda, no hay educación. Una carta que recuperamos, suscribimos de inicio a fin y que queremos hacer llegar a todos vosotros, los docentes de Cataluña, convocándote el próximo 23 de noviembre a la manifestación por el derecho a la vivienda.

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En mi primer curso como orientadora, atendí a una alumna de 3º de ESO que me derivaron por su estado de salud mental. Era una adolescente lista y espabilada, sacaba buenas notas, pero su estado de ánimo había ido empeorando y también su atención en clase. Un día no vino a la cita conmigo. Me dijeron que no había venido en todo el día y me pareció muy raro. Un par de horas después, supimos que ella y su familia acababan de ser desahuciados. Aquel curso suspendió prácticamente todas las asignaturas y después se cambió de centro, más cerca de la habitación donde otro familiar les acogió.

Recuerdo la impotencia que sentí en ese despacho de orientación. Mientras, el resto de sus profesores y yo intentábamos cada día hacer nuestra parte del trabajo, dar a esta adolescente su educación obligatoria, acompañarla en su desarrollo hacia la vida adulta, otros lo deshacían todo. La policía, el sistema judicial y un inquilino le arrebataban la menor de su casa, de su barrio, del instituto, de sus amigas, le arrebataban la capacidad de atender, de sentirse segura, de estudiar y aprender . Le arrebataban, entre tantas cosas, su derecho a la educación.

Los docentes catalanes debemos participar en la manifestación por la vivienda del próximo 23 de noviembre

Esto no es un caso aislado. De los desahucios que se producen en nuestro país, entre el 70 y el 80% incluyen a menores de edad. En muchos de estos casos, las escuelas e institutos no nos enteran hasta que suceden porque las familias y el alumnado no nos lo explican por vergüenza. O quizás no lo explican porque, en general, los profesores no hacemos nada. Un lamento, unas palabras de ánimo, ya seguir, que tenemos mucho trabajo y no llegamos.

Las condiciones materiales influyen en la experiencia escolar y en los resultados académicos, siendo de hecho uno de los principales factores explicativos del éxito o fracaso académico. Es un hecho ampliamente contrastado por estudios de todo tipo. ¿Qué papel jugamos, entonces, maestros y profesores de la enseñanza obligatoria, en el contexto actual en el que nos encontramos con un 30% de pobreza infantil? ¿Podemos seguir haciendo nuestro trabajo sin darnos cuenta de que el derecho a la educación se tambalea cada día para un tercio de nuestra infancia?

Como orientadora, me llegan los casos identificados como “problemáticos” de cada centro en el que trabajo, con etiquetas para todos los síntomas: absentismo, bajos resultados, problemas de conducta, dificultades de aprendizaje, de salud mental, derivaciones a Diversificación o Formación Profesional Básica… En estas situaciones se nos pide a los orientadores que evaluemos y demos respuesta al caso, asesorando al profesorado para que actúe de la mejor manera posible para favorecer el aprendizaje y desarrollo del alumno en cuestión, y que derivemos a otros recursos de ayuda existentes si es necesario. En los tres años que llevo trabajando en centros educativos públicos de Villaverde, Carabanchel y Orcasitas, puedo asegurar que la gran mayoría de los casos atendidos han sido atravesados ​​por una dificultad relacionada con la vivienda que afectaba al alumno y su familia. No podía explicar “el problema” del alumno sin reconocer que esta unidad familiar no contaba con un lugar adecuado, seguro y estable donde vivir. Es habitual encontrar a alumnos que viven en una habitación de alquiler con uno de sus progenitores, expuestos al desalojo en cualquier momento ya la falta de intimidad; otros inmersos en un clima familiar tenso e incluso violento con parejas que no pueden permitirse separarse; alumnos expulsados ​​de su casa que deben mudarse muy lejos o cambian de centro; alumnos sin espacio para sentarse a estudiar; alumnos con padres y madres ausentes, trabajando larguísimas jornadas para poder pagar el alquiler. Precariedad e incertidumbre constantes.

Sin vivienda asegurada para nuestro alumnado y sus unidades familiares, no hay lugar para el aprendizaje y el desarrollo evolutivo adecuado

El sistema de vivienda actual, regulado para que las casas sean un bien de mercado que da rentabilidad a unos a expensas de otros, es incompatible con un sistema educativo que se quiere universal, de calidad, para todos, con igualdad de oportunidades .La “rentabilidad” de la que presume el mercado inmobiliario no sólo destroza la capacidad económica de las familias inquilinos, también pasa por encima de su bienestar mental, su atención y regulación emocional, su tiempo, sus relaciones familiares y trayectorias educativas.

[Si los docentes catalanes debemos participar en la manifestación por la vivienda del próximo 23 de noviembre], no es sólo porque nuestro sueldo ya no sea capaz de garantizarnos el acceso a una vivienda a una distancia razonable de nuestro centro de trabajo. Es el momento de denunciar que en este contexto, los profesores difícilmente podemos realizar nuestro trabajo. Sin vivienda asegurada para nuestro alumnado y sus unidades familiares, no existe lugar para el aprendizaje y el desarrollo evolutivo adecuado que busca la educación primaria y secundaria. Así, las propuestas de bajar el precio de los alquileres y cualquier medida para prohibir la especulación con la vivienda, se convierten hoy en medidas esencialmente educativas, al igual que lo fue en su día legislar para que cualquier padre o madre pudiera salir del trabajo para hablar con la tutora de su hijo o acudir a la reunión de familias en el centro.

Éste [23 de noviembre], todas aquellas personas que defendemos el derecho a la educación debemos defender que la vivienda es, por encima de todo, una necesidad básica y un derecho.

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Ambas fechas se interconectan, que nos desborde el entusiasmo. Eduquémonos en un futuro próximo en el que el sentido común dicte que el derecho a una vivienda digna sea tan universal como en la educación.