¡Hasta aquí! Una vez confirmada la victoria de Junqueras y después de casi veintidós años de militancia en Esquerra Republicana de Catalunya, he tramitado mi baja del partido. Los resultados de la segunda vuelta han confirmado los de la primera. Sumando los votos de Militància Decidim y de Nova Esquerra Nacional, vemos que el 77,37% de los 8.032 militantes, 3 de cada 4, se han inclinado para votar a quienes representan la continuidad, a los responsables de los últimos fracasos electorales, a los culpables de haber dilapidado la imagen de honestidad y transparencia del partido más antiguo de Catalunya. Todo ello después de una campaña en que ninguno de ellos ha hecho autocrítica ni ha asumido responsabilidades. Posiblemente, el tiempo lo dirá, se ha votado pasado porque no se divisa futuro.

Todo y el valor del 4,62% de voto en blanco, promovido por el Col·lectiu Primer d’Octubre, sumado al 18,02% de abstención, que no podemos saber a qué motivos responde, los datos son inapelables y democráticamente hay que asumir que esta es la voluntad de las mujeres y los hombres de ERC. Por eso he decidido marchar. No quiero ni puedo formar parte de un partido que no reconozco, que ha renunciado a todo aquello que me hizo adherirme y que ya no representa el que pienso. Por coherencia y tranquilidad de espíritu, no quiero continuar siendo contado como parte de este proyecto.

Cuando a finales de octubre anuncié que había decidido incorporarme a la candidatura Recuperem ERC, impulsada por el Col·lectiu Primer d’Octubre, escribí: “Vivo este proceso como la última oportunidad de evitar que el partido histórico de Cataluña, protagonista de algunos de los momentos más importantes de nuestra historia reciente, se aboque al precipicio de la irrelevancia y la desaparición”. No ha podido ser. ERC es hoy un partido carcomido y la etapa iniciada la noche de sábado podría ser la última del declive. Tal como algunos hemos dicho durante este proceso electoral, la pregunta no era si la militancia apoyaría a lo junquerisme; la cuestión clave es cuántos independentistas votarán a una ERC liderada por él. Sospecho que pocos. Por eso todavía mantengo la idea que expresé el pasado mes de mayo: Junqueras puede acabar siendo el Carrizosa de Esquerra.

A pesar del intenso trabajo hecho junto a las compañeras de la candidatura, nuestro mensaje era minoritario en la actual ERC. No podemos obviar las trabas internas y externas vividas que evitaron que pasáramos el corte de los avales. Ya antes del verano, determinadas informaciones y movimientos nos hicieron ser conscientes que viviríamos una ofensiva sin miramientos ni escrúpulos para evitar que nuestro mensaje llegara al conjunto de la militancia. Pero siendo este hecho cierto y evidente, también hay que asumir que posiblemente los votos que buscábamos ya no están al partido. Son personas que marcharon hace tiempo y que forman parte de los miles de militantes perdidos estos últimos años.

Después de tantos años como militante de base de la local de Gracia, este periodo electoral y precongresual me ha servido para conocer por dentro del funcionamiento real de la política de partido. Y la valoración no puede ser más negativa. Tristeza y decepción serían las palabras que mejor describen cuatro meses de precampaña y campaña. Hay decenas de hechos y vivencias que podría explicar para expresarlo. Destacaré dos espacios, un interno y oficial y otro no orgánico, pero formado por militantes.

En ERC, como en todos los partidos, existe una Comisión de Garantías, un órgano clave, especialmente en periodos electorales. Pocas veces el nombre de la cosa está más lejos de la realidad. Ni garantías, ni transparencia, ni equidad, ni justicia. Durante los últimos meses esta comisión, controlada por el junquerismo, ha actuado a los antípodas de la neutralidad. El listado de irregularidades es largo, pero cabría destacar el retraso intencionado para perjudicar Recuperem ERC en la resolución sobre una impugnación con falsas acusaciones surgidas del entorno de Militancia Decidimos o la no resolución de una impugnación de un militante contra el mismo Junqueras por haber superado los años de presidencia autorizados por los estatutos. Pero el hecho más grave es que su decisión de no continuar investigando el caso de la estructura B del partido ha hecho que la militancia votara sin conocer la verdad sobre unos acontecimientos tan graves. Da risa, por no llorar, oir hablar ahora de comisiones de la verdad. Junqueras y Rovira y todos y todas las que los rodeaban saben perfectamente el que pasó. Solo hace falta que lo reconozcan y expliquen.

Por otro lado, existe en Telegram un grupo formado por más de doscientas personas denominado “Activistes republicans”, un chat de acceso restringido y controlado por un par de “senyoros” con mucho de tiempo y poca dignidad. Faltas de respeto, insultos, machismo, tufo rancio, ataques personales, prepotencia, verdades absolutas, ridiculización del discrepante, sectarismo, … ¡Todo muy de izquierdas y muy republicano! Con una mirada aleatoria a los últimos mensajes de cualquier día, basta para entender por qué ERC está donde está. Si algún o alguna periodista tiene la posibilidad de infiltrarse, podrá hacer un magnífico reportaje sobre la “ilustre” militancia que controla el discurso.

No reniego de la experiencia vivida, bien al contrario. Los años como miembro del Col·lectiu Primer d’Octubre y la intensidad de estos últimos meses formando parte de Recuperem ERC, me han permitido conocer a un grupo de personas comprometidas y coherentes con las cuales he compartido la ilusión de impulsar el cambio al partido. Respeto y admiro la resiliencia de la mayor parte de las personas del Colectivo, expresada en la voluntad de seguir como corriente interna con la esperanza que llegue el momento de recuperar ERC. Yo ya no lo veo posible; ERC es un partido roto, sin posibilidad de renovación. Pero tal como les he dicho a ellos, marcho, pero me quedo cerca. Dejo la militancia, pero no el activismo. Si en algo puedo ayudar, allá estaré.

Alzando la mirada más allá de ERC, el panorama de futuro por el independentismo no es más alentador. Acabaremos el 2024 del mismo modo que el 2017, con los dos grandes partidos de raíz catalana liderados por dos hombres que, con el engaño, la manipulación y la carencia autocrítica pretenden aferrarse al poder, sin aceptar que ya hace años que se tendrían que haber apartado. Siete años después, con todo el que ha pasado, Puigdemont i Junqueras pretenden instalarnos en una especie de día de la marmota. El resultado es que un millón de independentistas seguiremos huérfanos de opción política, militantes de la abstención activa y a la espera que los próximos fracasos electorales provoquen cambios reales de estrategias y liderazgos.

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