“Un día, ante una escuela, vi como un niño pequeño, de unos seis años, corría hacia su madre para preguntarle: ‘mamá, ¿yo también moriré?’. Ella, con toda la serenidad del mundo le dijo: ‘Sí. Cómo todo el mundo’. En vista de esta respuesta sincera y simple, la abuela, escandalizada, riñó a la madre por haber asustado al pequeño”. Begoña Elizalde, psicóloga y coordinadora del Grupo de Trabajo de Duelo y Pérdidas del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, narra esta escena para explicar las razones por las cuales la muerte es un tabú a la esnseñanza.

La educación, según la psicóloga, es un reflejo de cómo vivimos en la sociedad. Las aulas no son espacios aislados del resto del mundo: “los adultos no hablamos de la muerte, al contrario: nos escondemos de ella. Y ¿qué tenemos que hacer con los niños si no lo hacemos entre adultos?”, se pregunta. Elizalde pone el foco en que los niños, igual que la gente mayor, los enfermos o los discapacitados, “son un colectivo que consideramos frágil, sin plantearnos si realmente lo son o no, e intentamos alejarlos de cualquier sufrimiento, en lugar de darles herramientas para afrontarlo”.

En esta línea, Nani Hidalgo, vicepresidenta de Dret a Morir Dignament (DMD) Cataluña, observa que “la escuela, más allá de enseñar conocimientos, tiene que acompañar en el crecimiento de personas responsables, autónomas y conscientes”. Así, considera que la muerte es esencial para este desarrollo pero cree que en las aulas hay silencio alrededor de este tema. Por eso DMD, junto con el Ayuntamiento de Barcelona, organiza la tarde de martes 23 la charla ‘Romper el Tabú de la muerte en la enseñanza: ¿Tenemos derecho de apartar a las criaturas de la vivencia de la muerte?’

Y es que Hidalgo asegura que el único momento en que se trata la muerte en el aula es después de que se haya dado una pérdida cercana, pero “en estos casos se trata el luto, a posteriori. Vemos, pues, que hay una parte importante de derechos y de la vida que no se tratan en la escuela. Los preparamos para ir a la universidad, para la edad adulta, pero no para otra etapa importante de su vida que es la muerte”, asegura.

Los silencios en las aulas son relativamente frecuentes en relación a temas polémicos, ya sea la muerte, o el sexo y las drogas, temas que hace años eran tabú pero ahora se tratan con cierta normalidad en las tutorías. Pero el problema es que la polémica que levantan estos temas se da “en el mundo de los adultos y lo traspasamos al de los niños. En clase tendríamos que hablar de todo lo que no se habla y no se habla de aquello que es feo”, asegura Elizalde. Añade, también, que la mentalidad de los pequeños es mucho más “simple” y que estos temas son mucho más fáciles para ellos que para los adultos, “pero somos nosotros quienes diseñamos la agenda educativa”, lamenta.

La muerte es una realidad para la qué los niños tienen que estar preparados, porque “tendemos a pensar que sólo se mueren los ancianos, pero eso no es cierto”, opina Hidalgo. Así, desde DMD aseguran que “no tenemos derecho a robar a los niños la reflexión sobre una parte integral de su vida que es la muerte, sólo porque a los adultos nos dé miedo”.

Il·lustració de l’exposició ‘La mort digna il·lustrada’ | África Fanlo

Cambiar las imágenes asociadas a la muerte para que ya no dé miedo

“¿Has intentado ilustrar alguna vez un dossier pedagógico o una charla sobre la muerte? Es dificilísimo. Todo son cipreses, manos que se cogen, imágenes oscuras y horrorosas…”. Esta reflexión de Alba Falgarona (Wäwa Illustrations) fue la que dio pie a la exposición ‘La Muerte Ilustrada’, en colaboración con Dret a Morir Dignament Figueres. Se trata de un trabajo en el que han participado más de 30 artistas que dan una visión particular y personal de la muerte a través de dibujos tan diversos cómo diversas son las experiencias relativas a la muerte: desde propuestas íntimas y sobrias hasta composiciones abstractas con colores más oscuros, pasando por ilustraciones entrañables e introspectivas.

El objetivo del trabajo de Wäwä es “poder usar el arte para hablar de la muerte, para cambiar el lenguaje y normalizarla”. Así, DMD ha realizado un dossier que acompañará la visita de las escuelas que asistan a la exposición para poner pautas al debate sobre lo que sienten ante estas imágenes y “poder eliminar los pensamientos negativos asociados siempre a la muerte”, explica.

Falgarona, como artista, ha hecho ella misma este ejercicio de cambio de lenguaje y asegura que “ha sido un viaje muy personal. Me he encontrado ante reflexiones que nunca había abordado así de abiertamente. Tengo más de treinta años y ahora veo que la muerte es igual de digna que la vida. Quiero que los niños tengan esta visión antes de los treinta para que puedan vivir sin miedo”.

Esta idea de miedo viene asociada a la de sufrimiento y desconocimiento que rodea el momento de la defunción. Por eso, Hidalgo asegura que introducir la idea en el aula de la autonomía sobre el propio cuerpo y la vida “quiere decir enseñar a vivir y morir dignamente. Ayudar a desarrollar la empatía respecto quienes sufren para ser conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. Hablamos mucho de la soberanía de los pueblos, pero poco de la de los cuerpos”, denuncia Hidalgo.

Pero, por su parte, Elizalde alerta que, si bien no se tiene que vivir obsesionado, el miedo al sufrimiento es sano. “Se tiene que tener miedo, pero nunca miedo al miedo”, puntualiza. “Los cambios importantes de la vida comportan sufrimiento: si tanto la madre como la criatura sufren en el momento del nacimiento, tenemos que asumir que una transición tan importante como la muerte también nos hará sufrir, ya sea física o emocionalmente”.

Il·lustració de l’exposició ‘La mort digna il·lustrada’ | Jaume Montserrat

Muertes enlatadas: más exposición pero menos reflexión

Ahora, como sociedad, estamos menos en contacto con la muerte, según opina Hidalgo. “Se ha ido sacando de las casas y alejando a los pequeños cuando se da una defunción en el ámbito personal. Ahora bien, los niños están más expuestos que nunca a una muerte que les es indirecta y fría”. Se refiere a lo que Elizalde define como muertes enlatadas, aquellas que se ven en la televisión y los videojuegos. Es una idea de la muerte que “no les hace maduros, porque no es real si se puede resucitar como si nada”, reflexionan desde DMD.

Para Elizalde la banalidad de esta idea colectiva de muerte es más grave todavía porque se relaciona con el entretenimiento: “los juegos o las películas son una herramienta de recreo y, si en algún momento nos violentan demasiado, siempre los podemos apagar y pasar a otra cosa”, opina. Así, para la psicóloga, la verdadera madurez respeto la muerte no se entiende si no se transita por la idea del sufrimiento “y no lo podemos hacer si la televisión nos entretiene”.

Las dos profesionales coinciden en que es difícil afrontar ideas dolorosas con los más pequeños, pero se tiene que enseñar desde muy temprano que los seres vivos mueren para que la muerte no se convierta en una obsesión. “Y se les tiene que hacer comprender que ellos también morirán”, reitera Elizalde, quien asegura que esto no les generará un trauma porque los niños “tienen una mente más abierta que los adultos y no tienen las preconcepcions que les dificultan entender que su paso por la vida acabará algún día”. Así, siempre se tiene que decir la verdad, porque lo que mueve los niños es la curiosidad y lo que les asusta es no saber. Por eso, aquel niño que corría hacia su madre a preguntarle si él también moriría, para sorpresa de su abuela escandalizada, asintió, diciendo “vale” para después volver trotando con sus amigos a jugar.

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