Haciendo una simple búsqueda en Google nos damos cuenta de la dimensión que están tomando los procesos de presupuestos participativos en el mundo local. Sólo en Catalunya se identifican, a día de hoy, más de un centenar de municipios que han apostado por promover este tipo de experiencias participativas. No se puede negar que la participación ciudadana en general, y los presupuestos participativos en particular, están pasando de ser una promesa a los programas electorales a una realidad manifiesta en muchos municipios.
A priori, esta tendencia a la consolidación de nuevas formas de hacer política supone un avance en la calidad democrática de pueblos y ciudades. Un avance evidentemente necesario que puede acabar siendo insuficiente si no se tienen en cuenta ciertas advertencias y reflexiones de partida.
Contexto
La proliferación de procesos participativos se está produciendo en unas circunstancias determinadas que fuera bueno tener presentes para entender que la promoción de la participación debe servir para aportar soluciones y no convertirse en ejercicios aislados de maquillaje político.
Las ciudades se desarrollan en un entorno complejo y con multiplicidad de interrelaciones e intereses cruzados, y deben gestionar cambios socioeconómicos cada vez más rápidos y constantes. De hecho, es la dificultad para gestionar este laberinto de contratiempos, heterogeneidades y obstáculos lo que explica la impotencia de políticos y técnicos locales para afrontar una serie de problemas que, por poliédricos y complicados, acaban maldiciendo. Y no les maldicen por incompetencia o inoperancia, sino porque la escala (de origen global) y el ritmo (frenético e impaciente) de los problemas trasciende, en muchas ocasiones, las capacidades locales y acaba derivando en consternación.
¿Qué aporta a la participación ciudadana?
En este entorno complejo y generador de impotencia lo que debería aportar la participación no es una solución mágica y definitiva, ni poner en duda quien gobierna, sino intentar mejorar la forma como se gobierna y, por tanto, convertirse en un ingrediente más para facilitar la gestión de la complejidad. Hay que plantear la participación como una de las respuestas para perfeccionar la democracia. Como una apuesta por la consolidación de nuevas dimensiones que complementen la vertiente representativa de la democracia (sistema de representación – elecciones) a través de la dimensión directa (sistemas de votación – consultas) y la dimensión dialógica (sistemas de deliberación – procesos). Se trata de complementar, que no sustituir, la democracia representativa, y de contribuir a garantizar una gestión más inteligente y legítima del bien común.
Los presupuestos participativos como oportunidad para innovar
De mecanismos para implicar a la ciudadanía en el diseño de políticas públicas locales hay muchos (órganos permanentes de participación, procesos de urbanismo participativo, planificaciones estratégicas elaboradas de forma participada, consultas ciudadanas, etc). En todo caso, queda claro que los presupuestos participativos están ganando presencia de forma significativa. Este tipo de procesos, que se pueden diseñar de formas diversas , son especialmente interesantes debido a que suelen combinar instrumentos de democracia deliberativa y de democracia directa. Resumiendo mucho; la ciudadanía tiene la oportunidad de plantear y / o ordenar propuestas para incluirlas en el presupuesto municipal de forma deliberativa y, al mismo tiempo, votar de forma directa aquellas que les parecen más interesantes para el municipio.
Sin duda, estamos ante una tipología de proceso participativo atractivo para gobernantes y gobernados, no sólo por el hecho de combinar métodos, sino por el impacto real que se acaba generando a la realidad local a través del desarrollo de inversiones planteadas y escogidas por la ciudadanía. Pero hay que tener claro que los presupuestos participativos no son la única vía para promover la participación en el mundo local. Los hemos de entender como una de las opciones existentes, sin cerrar la puerta a otros tipos de procesos y ámbitos de debate.
Por encima de todo, realismo
Existe el peligro de que la generación de falsas expectativas o la influencia de ciertas dinámicas de carácter general (como la actual situación política en Cataluña y la movilización ciudadana que la acompaña) nos alejen del realismo necesario a la hora de valorar y evaluar un tipo de procesos que apenas recién llegados. El análisis de una pequeña muestra de municipios que han culminado últimamente procesos de presupuestos participativos nos puede ayudar a comprender la necesidad de ser realistas y no tirar, antes de tiempo, las campanas al vuelo. La tipología de municipios que desarrollan presupuestos participativos es diversa. En promueven ayuntamientos de diferentes tamaños y territorios.
El análisis de la selección de municpio también nos confirma que estamos ante experiencias relativamnt recientes y con mucho recorrido para consolidarse. La mayoría de procesos se han desarrollado por primera o segunda vez.
Y en último término, y centrándonos en la fase final de votación de estos procesos, es clave observar los porcentajes de participación sobre el total de población llamada a votar (habitualmente mayor de 15 años). En todos los casos, cualquiera que sea el territorio o el volumen de población, los porcentajes no tienen nada que ver con los de las contiendas electorales. Según los datos analizados se obtienen porcentajes infinitamente más modestos; la media de participación en la fase de votación final de un proceso de presupuestos participativos se mueve entre el 5% y el 6%.
Estas cifras nos indican, por tanto, que hay que ser realistas y no esperar quimeras imposibles e inmediatas. Vistas las dinámicas generales, aproximarse a un 10% de participación en la fase de votación de unos presupuestos participativos se puede considerar, a estas alturas, un éxito. Y girar en torno al 5%, la tendencia habitual. Obviamente, habrá que ser rigurosos y tener en cuenta que factores como las acciones de difusión o las facilidades para votar condicionan, sin duda, el porcentaje final.
Con todo, la consolidación de experiencias de presupuestos participativos deberá ir acompañada de paciencia y realismo, y alejarse de las prisas. Se deben diseñar procesos entendiendo el valor que aporta la participación ciudadana a la hora de hacer frente a un contexto cada vez más complejo. También se han de entender y evaluar los presupuestos participativos como uno de los instrumentos posibles para complementar y mejorar las democracias locales, sin esperar que por sí solos y de un día para otro se conviertan en la solución a los problemas de desafección, o en el remedio mágico a los problemas malditos.