El 20 de marzo, al medio día, casi al mismo tiempo, comparecía Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, ante la comisión de investigación en el Congreso de los Diputados y daba una rueda de prensa el Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid sobre la muerte de Mame Mbaye. Dos mundos al parecer desconectados. Uno, en el que Cifuentes argumentaba, en una lucha de relatos, sobre si conocía o no los hechos de corrupción probados que han sucedido en su entorno cercano, justo debajo de su ámbito de acción política. En el segundo, el Sindicato contestaba a los periodistas que ellos no iban a entrar en una lucha de relatos sobre la reconstrucción de la muerte de Mame.
Lamentablemente ya El País se había posicionado sobre esta lucha. Esa mañana con tres noticias había dejado claro que las protestas por la muerte de Mame se debían a un error de comunicaciones de la policía, no a la persecución, al estrés, a las condiciones de vida y de trabajo, a la limitación en el acceso a derechos, a la prestación de servicios de salud buenos y oportunos. El País re-construía que no se debía a la persecución puntual, o a la vital, o a la cotidiana, que no se debía a la persecución de una forma de vida, de trabajo, de hacer, o de ocupar las calles. No, El País ya había sentenciado, se debió a un episodio de epilepsia. Es decir, legitimó un relato. El Sindicato en su rueda de prensa decía, no vamos a entrar en la guerra de relatos, en la comparecencia Cifuentes relataba y relataba. Dos formas diferentes de comunicar, por un lado, una lucha por la hegemonía del relato, en el otro lado, una denuncia. Lo que los acercaba, en lo que se conectaban, era que los dos eran actos políticos.
El acto político de los manteros era el eco de cientos de personas en Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza que salieron a protestar el viernes por la muerte de Mame bajo consignas como “la vida de los manteros importa”, “sobrevivir no es delito”, “ninguna persona es ilegal”, “no es un caso aislado”, entre otras. Cientos de personas en las grandes ciudades del Estado español evidenciando que ya hay una Manta que está cubriendo, que está recorriendo el espacio, las ciudades, que construye y conquista derechos sobre poblaciones, formas de vida y de trabajo sistemáticamente ocultadas y sometidas a diferentes formas de violencia.
Como mareas, olas, o en este caso como una Manta la reivindicación, la construcción de sujetos políticos y la conquista de derechos se ha extendido a partir de diversas organizaciones como el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona, el Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid, el Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Mallorca, y sus pares en Valencia, Zaragoza, Málaga y Bilbao. Y es gracias a su lucha política que podemos reconocer que murió Mame, un vendedor ambulante, un mantero, un senegalés que vivió 14 de sus 35 años en España. No un inmigrante, un ilegal, un africano, un negro o simplemente, que nunca lo hubiésemos conocido. También podemos reconocer que no es un caso aislado de violencia, que la violencia ejercida contra los manteros es desmedida, sistemática, trasversal, cotidiana, estructural, e injusta. Y podemos comprender que no es un caso aislado, es racismo; no es un caso aislado, es la ley de Extranjería; no es un caso aislado, es violencia contra los “otros trabajos y los otros trabajadores”.
Ni se debe confundir esta Manta con una ola espontanea de indignación humanitaria por la muerte de un migrante, ni ocultar bajo el papel de las redes sociales o la crítica periodística. Se debe a la construcción de un sujeto político, al reconocimiento de una vida que vale la pena, conquistado por los colectivos de Manteros que han reclamado derechos como ciudadanos, como trabajadores, como migrantes, como vendedores, como aportantes, como críticos, como vecinos de estas ciudades. Y no hay que olvidarlo, es en las ciudades en forma práctica donde se proveen o, como en este caso, donde se deniegan los derechos. Y son precisamente estas ciudades las que podrían reconocer que las organizaciones de manteros son las que han construido estrategias efectivas contra el racismo institucional y el ocultamiento de sus formas de vida y de trabajo. Reconocerlas como interlocutores válidos debería ser un primer paso, no solo en Madrid y Barcelona, sino también en Valencia, Zaragoza, Palma, Bilbao, o facilitar la organización de manteros en Sevilla, Málaga, Alicante, La Coruña, Tarragona, etc.
La comparecencia de Cifuentes por la investigación de corrupción del Partido Popular y la rueda de prensa del Sindicato son ambos actos políticos, lo que los diferencia es que el primero es un acto para conservar privilegios injustos e ilegales, el segundo es un acto de reclamo de espacios y derechos básicos a priori denegados. Luego podríamos discutir qué es y quiénes hacen cosas ilegales.


Catalunya Plural, 2024 