La idea de aulas como espacios libres de violencia, donde se debe fomentar la cultura de paz, el debate y el pensamiento crítico es compartida por casi todos los agentes educativos. “Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto echar al ejército, a la normalización del militarismo y a las armas de los espacios formativos?”, se pregunta Ainhoa Ruiz, investigadora del Centre Delàs, miembro de la Campaña Desmilitaritzem l’Educació y autora de un reciente Policy Paper sobre la temática con el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP).
Estados Unidos, donde cada pocos meses hay tiroteos en escuelas y donde el poder e influencia de la Asociación del Rifle es un debate candente, es un potente referente cultural y político. Pero no hay que mirar al país que ha militarizado la frontera con México y cuyo presidente propuso que los maestros fueran armados para encontrar polémica con las armas y la escuela. Bien cerca, nos encontramos con que los salones y ferias de educación no son noticía por las ofertas educativas sino por la presencia del ejército. Pasó hace un mes con el Saló de l’Ensenyament y está volviendo a suceder con la Fira de la Formació en Lleida o la Expojove de Girona, a la que ya se ha decidido que las Fuerzas Armadas podrán asistir, pero sin uniformar.
En el Saló de l’Ensenyament, el ejército afirmó que no estaban para reclutar sino para promover una opción formativa como cualquier otra
Pueden llamarle cómo quieran, pero es reclutamiento. Entrar al ejército no es un trabajo cualquiera: no te puedes sindicar ni estar en un partido político. Y esto sólo desde el punto de vista laboral: lo más preocupante es que es una ocupación que te prepara para una guerra. Para, dado el caso, defender la patria de una amenaza, más o menos abstracta, y aceptar un modelo que se basa en la agresión al otro.
Además, va en contra de los valores que tiene que enseñar la escuela: si un niño da un golpe a otro para resolver un conflicto le diremos que las cosas se tienen que hablar. El aula tiene que ser un espacio para el pensamiento crítico donde educamos a las personas que pueden llegar a cambiar el mundo y que no acepten el modelo actual de relaciones internacionales y no normalicen la violencia ni la desigualdad de género. Pero si el militarismo entra en la escuela, no lo conseguiremos nunca.
¿Denunciáis, pues, el no cumplimiento de la Moción para la Desmilitarización de Cataluña en el Parlamento y la Declaración Institucional del Ayuntamiento de Barcelona para el no reclutamiento en espacios educativos?
La Moción se aprobó en 2016 y todavía no se ha hecho nada. Era una decisión interesante porque supone reapropiar espacios destinados a usos militares y ponerlos a disposición pública. También habla del no reclutamiento en los espacios educativos y veta la inversión pública en cuestiones militares. La I+D militar no se ha hecho todavía en Cataluña, en la EU y España sí, pero vete a saber… Además de estas resoluciones políticas, el espíritu de la gente y entidades educativas organizadas rechaza que el ejército esté en el Saló de l’Ensenyament, por ejemplo, pero continúan estando. Así que lo que hacen, al final, es imponerlo.
Desde Desmilitaritzem l’Educació echamos de menos acción política y, en el caso de Barcelona, encontramos un gran bloqueo por parte del presidente de la Fira, Josep Lluis Bonet, que no quiso hablar ni con nosotros ni con ningún partido político sobre la presencia del ejército. Pero esto tampoco es excusa, porque la participación pública del recinto tendría que garantizar que se respondiera a las decisiones políticas apoyadas por la sociedad.
En la Expojove de Girona encontraremos el ejército, pero sin uniformar…
Personalmente me preocupa mucho que se pueda endulzar su imagen si van sin uniforme. Y es que no tenemos que olvidar que los militares llevan armamento, tanques, drones…aparatos que matan. No tiene que servir para ayudarles a vender la imagen de un ejército de ayuda humanitaria. Y no nos tenemos que engañar: los jóvenes que se acercan no buscan formarse, sino convertirse en militares y una imagen sin el uniforme es menos agresiva y puede ser engañosa. En un marco de crisis, de mercado laboral precario, quizás entrar al ejército se convierte en una opción si no encuentras trabajo y si no te puedes pagar una carrera, que cada vez es más cara.

El paradigma de normalización de las armas es Estados Unidos que, además, es una potentísima industria cultural. ¿Qué mensaje nos envía?
Es la idea de defenderse un mismo de quién sea y que tener una arma genera seguridad. En Europa todavía tenemos claro que las armas no protegen, sino que quién las tiene te puede atacar. Pero en Estados Unidos reina la premisa súper neoliberal de que el Estado no te protegerá: tienes que estar preparado para cualquier conflicto y esto acaba generando un estado de paranoia constante que pasa factura.
El presidente Donald Trump planteó que para prevenir los tiroteos los profesores fueran armados
Es totalmente traumático: hacerles soldados urbanos y obligarles a asumir toda la presión que su seguridad y la de sus alumnos pasa para matar un compañero armado. La cosa no va por aquí: necesitamos analizar por qué hay necesidad de coger una arma y atacar a los compañeros de clase, para evitar estancarnos en una sociedad del miedo. Es así como normalizamos políticas represivas: porque tenemos miedo. ¿Por qué si no aceptamos al ejército francés armado en la calle?
Y la seguridad no es esto, es mucho más: es poder acceder en la educación y al sistema sanitario, poder desarrollarte como persona en libertad y las políticas neoliberales van en contra de esta seguridad humana. En lugar de destinar recursos al sistema del bienestar los destinamos a armar fronteras. Si no tenemos garantizados unos recursos básicos, inmediatamente entramos en la lógica competitiva extrema en qué todo el mundo que no seas tú es el enemigo.
¿Qué escenario nos plantea la posible entrada en el aula de la asignatura de Cultura de la Defensa?
El ejército tiene mucho contenido político: para los belicistas quiere decir protección de la patria en un momento en que las inversiones en armamento están a la alza y que revelan la aparición de un nuevo enemigo que es la inmigración. Antes era una cuestión que se encontraba en la agenda social pero ahora es una cuestión de seguridad: todo el que viene de fuera se tiene que vigilar porque se entiende como algo malo y nos lleva a un discurso de confrontación entre los nosotros y el ellos. Y aquí el ejercido juega un papel de cohesión social dentro de la sido nación que se tiene que proteger.
Tenemos las fronteras cerradas para las personas, pero no para el envío de armas. No dejamos de interferir en territorios en conflicto, generando violencia que hace que la gente huya de sus casas. Es importante que la educación se plantee estas cosas pero esto no pasará si nos introducen la asignatura de Cultura de la Defensa que, clarísimamente, es una limpieza de cara del ejército.
Pongamos que llega a las aulas: ¿cómo se imparten valores en tutoría o se habla de los destrozos de la Guerra Civil y a la hora siguiente se hace Cultura de la Defensa?
Se entraría en una dinámica de buenos y malos: si entramos en Iraq o la OTAN interviene en Libia -país que dejaron totalmente destrozado- es porque había uno régimenes malos y se tenía que hacer algo. Esto nos lleva a un pensamiento binario que no interesa en la escuela: en las guerras no hay ni buenos ni malos, sólo personas que quieren hacer valer sus ideas con la fuerza. Y sólo hablamos de la violencia, mientras que quienes luchan por la transformación social desde la paz quedan invisibilizados.
Todavía tenemos que ver si se implementará esta asignatura, pero espero que la comunidad educativa se organice contra lo que sería un ataque frontal a los valores educativos. Confío en los docentes, que han demostrado una capacidad de respuesta rápida y potente hacia a los intentos de injerencia al modelo educativo catalán. Pero también sería deseable que los adolescentes hicieran frente y se cuestionaran si quieren tener esta asignatura y aprender de la cultura belicista en lugar de la cultura de paz y resistencia no violenta.
Tenemos que mantener la escuela como un espacio donde se cuestione absolutamente todo: si a los 20 años no crees que el mundo puede ser diferente, ¿qué adulto serás a los 50? El antimilitarism no tiene todas las respuestas pero tiene las preguntas. Parece que nos quedamos en un marco muy superfluo diciendo: no queremos armas en las escuelas, pero esta reivindicación, que puede parecer simple y obvia, esconde todo un cuestionamiento y pensamiento crítico.


Catalunya Plural, 2024 