“El oficio de periodista en México es trabajar bajo un estrés constante, sin saber nunca de dónde va a venir la bala”. Carlos Manuel Juarez, periodista del estado de Tamaulipas sabe bien que las balas llegan, para muchos periodistas, como el colofón de las amenazas que reciben a diario por realizar su trabajo. México para los periodistas es una guerra. Literalmente. Y es que, según datos de Reporteros Sin Fronteras, 2017 fue el año más violento para este colectivo: 12 asesinatos en 12 meses. Los mismos que en Siria. “Y seguimos sin creer que en México hay una guerra”, comenta el periodista, resignado.

Carlos Juárez salió de México, fruto de las amenazas que recibía por su trabajo, y se encuentra en Barcelona debido un programa de acogida temporal que la Taula per Mèxic, una entidad civil catalana, lleva a cabo en colaboración con el Ayuntamiento de la ciudad, y que ha organizado un desayuno en el Col·legi de Periodistas para que Juárez conozca de manera distendida a otros compañeros de profesión del otro lado del océano. Pero le quedan pocas semanas en Catalunya: su estadía de tres meses finalizará a principios de junio, justo un mes antes de que se celebren las elecciones presidenciales mexicanas.

“No creo que las cubra, aunque todavía tengo que pensar qué haré cuando regrese”, reflexiona Carlos sobre cómo afrontará la recta final de la campaña y la jornada electoral. Lo que sí tiene claro es que no hará “una cobertura de calle al uso”. Juárez no es el único periodista que da un paso a un lado cuando llegan las elecciones, que son periodos históricamente más violentos para el país. Sólo en lo que va de año han sido asesinadas casi 10.400 personas; es decir, 90 por día.

Preguntado sobre si un cambio de color político en México ayudaría a reducir las tasas de violencia, responde, contundente, que “los primeros que tenemos que concienciarnos somos nosotros, los ciudadanos”. Juárez se muestra firme pero comedido hablando de la “guerra” de su país. Este periodista de 33 años mantiene un semblante serio cuando habla de la violencia, que contrasta fuertemente con la gran sonrisa que luce cuando se le fotografía. En el momento de retratarlo, un comentario de una transeúnte que le confunde con un turista le hace reír hasta el punto de que es imposible verlo serio en ninguna de las imágenes.

“Venir aquí me ha ayudado a repensar muchas cosas, a mirar la situación con más calma”, explica ante la docena de periodistas catalanes que han acudido al encuentro en el Col·legi. Uno de los objetivos de su estadía en Barcelona era “establecer redes entre colegas y profesionales afines para poder contar con apoyo cuando nos hagan callar”. Mientras reflexiona, Juárez va proyectando fotografías de compañeros suyos que se han ido quedando atrás. La primera fotografía es la de la tumba abierta del periodista Javier Valdez, que descansa con su característico sombrero blanco reposando sobre su pecho.

Homenaje a periodistas mexicanos asesinados en 2017 | Itzel Plascencia López/ Amnistía Internacional México

“En mayo hizo un año del asesinato de Javier Valdez. Justo el día del primer aniversario de su muerte, mientras se organizaban protestas en la calle, Juan Carlos Huerta fue ejecutado por dos tiros frente a su casa”, relata Juárez. Fue el cuarto periodista asesinado en México de 2018 y el primero de una lista de compañeros que fue mencionada en el Col·legi de Periodistes. El de Tamaulipas asegura que todas estas muertes que iba dejando atrás iban aumentando poco a poco la autocensura a la que se someten muchos periodistas de México.

“El periodismo está bajo un control tan férreo que muchos se pasaron al anonimato de las redes sociales”. Pero ni bajo un avatar se está seguro. Juárez relata que el caso que más le ha conmocionado es el de una médica y tuitera anónima, María del Rosario Fuentes Rubio, que fue secuestrada y asesinada. “Se metieron en su cuenta de Twitter y postearon mensajes oscuros y amenazantes, declarando que había sido asesinada y subieron fotos de su cadáver”. Este asesinato fue un duro golpe porque “llenaba el hueco que dejaban muchos periodistas que estaban callando”, asegura Juárez.

Su estado, Tamaulipas, es uno de los más silenciados de México. Las guerras entre cárteles desataron fuertes oleadas de violencia que se tradujeron en desaparecidos y muertos. “El control informativo que hay en el estado es muy fuerte; tenemos ciudades fantasma y cantidades ingentes de población desplazada. El crimen lo controla todo, incluso qué se publica en los medios, cómo y cuándo”. Hasta tal punto llega el control del crimen que Juárez, que se ha ido especializando en “los temas que nadie quiere cubrir”, realizó un reportaje sobre las actividades ilícitas de una multinacional, pero las amenazas no llegaron por parte de la empresa, sino del narco.

“Sabíamos que había habido lavado de dinero, pero no me esperaba que los que me amenazasen fueran los cárteles. Acabas dudando de todos y de todo: trabajar así es un peligro porque por muchos análisis de riesgo que hagas de las consecuencias de tu trabajo, no sirven. Y acabas haciendo publicaciones demasiado arriesgadas”, confiesa el periodista. Y precisamente para prevenir riesgos “innecesarios”, Juárez afirma que “la denuncia no siempre es una opción”.

“Hay veces que no sirve de nada, más que para que te maten a ti o a la persona que te ha pasado la información”, se queja. Pero eso no impide, según el periodista, que la gente “exija demasiado a los periodistas sin tener en cuenta el riesgo que corremos: cuando hay muertos somos nosotros, los colegas, los que lloramos a los que no están”, afirma. El resto de la sociedad “se ha anestesiado frente los asesinatos de periodistas y activistas. Es algo normal”.

Ahora que le quedan pocas semanas en Barcelona, dice que se va con la mente más clara. “Hablarlo con gente ayuda. Ir al psicólogo y poder pensar con tranquilidad es un bien muy preciado cuando has aprendido a base de experiencias traumáticas”, apunta, pocos minutos antes de salir del Col·legi de Periodistes para hacerle la fotografía. Posando para la cámara, una mujer se le acerca y le agarra del brazo hasta el medio de la calle, desde donde se ve, al horizonte, el Castillo de Montjuic. “Ponte aquí, para que salga en la foto. Si no, ¿cómo vas a poder demostrar que has estado en Barcelona?”, les espeta, sin saber que lo que se lleva este periodista de la ciudad no se puede ver en las fotos.

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