Para construir el modelo de democratización de los cuidados debemos partir de la economía feminista y tenemos que garantizar la confluencia de los diferentes actores, y abordar las contradicciones, conflictos y desigualdades del modelo actual.

En la ciudad de Barcelona contamos con el marco de la Medida de Gobierno por una Democratización del Cuidado 2017-2020 que ha contribuido a poner sobre la mesa todo un despliegue de actuaciones que tienen como objetivo impulsar otra manera de organizar socialmente el cuidado desde un punto de vista transformador, para lograr tres objetivos, el cuidado como parte central de la vida socioeconómica de la ciudad, promover la corresponsabilidad de todos los actores sociales garantizando el derecho a un cuidado digno y de calidad y reducir las desigualdades sociales y de género que caracterizan tanto la provisión como la recepción de los cuidados.

Ante la dificultad de la invisibilidad de los cuidados y la necesidad de reconocerla para reconstruirla desde la centralidad. El primer paso es saber de qué hablamos cuando hablamos de CUIDADOS.

La Organización Internacional del Trabajo define el trabajo de cuidado como, todas aquellas actividades, en un sentido amplio, que se llevan a cabo para dar respuesta a las necesidades físicas, psicológicas y emocionales de una o más personas en la esfera pública y / o en la esfera privada, así como en la economía formal, en la economía informal y de una manera no remunerada.

Desde la economía feminista y ya desde la década de los 70 se plantea que el mundo social y económico tienen como objetivo la promoción de las condiciones de vida de las personas y de la totalidad de los trabajos necesarios para la subsistencia, el bienestar y la reproducción social y en este sentido entendemos que la economía de los cuidados se aborda desde una triple dimensión económica, social y política.

Últimamente nos encontramos varios artículos del ámbito de los servicios sociales que hablan del cuidado como sinónimo de lo que antes llamaban, acciones de atención a la dependencia o promoción de la autonomía personal. Aunque evidentemente los cuidados a personas con necesidades específicas (infancia, personas mayores o personas con diversidad funcional) son actividades de cuidado, no nos podemos quedar sólo con la idea de que si reestructuramos esta parte ya me conseguido abordar este nuevo modelo.

Cuando hablamos de modelo de democratización de los cuidados estamos hablando de abordar la economía de los cuidados desde una visión claramente feminista, que visibiliza y da valor al trabajo de cuidado que están realizando las familias, mayoritariamente las mujeres que realizan una doble jornada laboral fuera y dentro de su núcleo, una situación que genera una serie de repercusiones en su trayectoria profesional (precariedad laboral, feminización de la pobreza) y también en relación directa con su salud y la falta de tiempo para la propia autocuidado .

Desde una visión de la economía feminista que reconoce la precarización laboral que están viviendo muchas mujeres que se dedican profesionalmente a la atención de cuidado, dentro de un sector poco reconocido, de bajos salarios, con vulneración de derechos. Espacios profesionales ocupados mayoritariamente por mujeres migrantes que se encuentran abocadas a aceptar situaciones laborales muy denigrantes que atentan directamente con los derechos laborales más básicos.

Una visión de la democratización del cuidado que promueve la corresponsabilidad, que entiende que los espacios de cuidados deben recoger las visiones, las necesidades y la participación de todas las personas implicadas, que deben abordarse desde una perspectiva territorial, con el compromiso y la participación de los diferentes actores sociales familias, administraciones públicas, ciudadanos hombres y mujeres, personas proveedoras y receptoras.

Conjuntamente habrá que buscar nuevas formas de construir desde los valores de la economía social y solidaria, desde la garantía de los reconocimientos de los derechos de todas las personas y desde facilitar que todos puedan participar y ser beneficiario de esta economía de los cuidados, sin tener que estar discriminado por no tener suficiente capacidad económica, pensando en fórmulas redistributivas y compensatorias.

Con una visión amplia que reconozca el cuidado, no sólo como una atención básica o indispensable sólo para algunos colectivos, sino también como aquella necesidad de apoyo y reparación en los espacios colectivos (laborales, sociales, de participación…) o como aquella necesidad de autocuidado individual, un espacio de recuperación de subsistencia.

Estamos pues, ante un gran reto, y eso no quiere decir que tenga que ser imposible, sólo que debemos saber hacia dónde vamos, la complejidad de lo que queremos construir, y para no hay que tener prisa e ir haciendo y consolidando todo lo que vamos consiguiendo.

Y sobre todo hay que ir revisando por donde vamos y no caer en creer que ya hemos llegado cuando sólo estamos en la primera etapa. Tenemos otros precedentes que se han dado por resueltos y que con el tiempo hemos visto que todavía hay mucho por recorrer, temas como la igualdad, la violencia, la discriminación o la igualdad.

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Cap de l’Àrea d’Empoderament Econòmic de la Fundació Surt

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