“¡Para levantar a mi familia, mis abuelos tuvieron que comer pan seco durante meses!”, se exclama un alumno de 3º de la ESO del Instituto Barres i Ones, en Llefià, que muestra el resultado en clase de sus entrevistas a familiares sobre el hecho migratorio.
La experiencia de la migración es cercana, pero hasta que no se ahonda en las raíces de los congéneres y del entorno cercano, no se sabe hasta qué punto. Así lo creyeron también en el centro público de Badalona, Barres i Ones: qué mejor que explicar los éxodos del último siglo a partir de las historias de vida de los familiares de los estudiantes y de las personas de su alrededor.
Llefià es un distrito de no más de 50.000 habitantes que abarca Sant Antoni de Llefià, Sant Joan de Llefià i Sant Mori de Llefià. Y que tiene una fuerte presencia de personas migradas. En los años 30 llegaron, tras la Guerra Civil, de la región de Murcia. Pero partir de los años sesenta, las procedencias se diversificaron. Ahora, la población de ascendencia china, pakistaní y marroquí encabeza la lista de personas migradas. Es por ello que, en el distrito, la experiencia de las migraciones se puede encontrar en cualquier lugar.
A no demasiada distancia del Barres i Ones está situado el Museo de Historia de la Inmigración de Catalunya (MHIC). Y hace un par de años, instituto y museo empezaron a colaborar. El MHIC les pidió a los alumnos que recogieran las voces de los suyos contando sus viajes migratorios, y la cosa fue bien. “Era una pena que todo aquello se quedara en un disco duro”, comenta Irene Lop, profesora de Sociales del Barres i Ones, y que ha participado en el proyecto migraciones desde el curso 2016-2017.
Aquella exploración etnográfica funcionó a tal nivel que, este curso (2017-2018), el museo y el centro volvieron a colaborar, esta vez para realizar una exposición, Històries al cub (historias al cubo), que también tiene su traducción en web, gracias a uno de los grados que el propio centro oferta.
En total, diecisiete historias de vida de los alumnos y de su entorno cercano, que les han permitido, en seis horas a la semana y durante unos seis meses, hablar de los países de origen y de su historia, de las causas de los movimientos migratorios, e incluso de la Crisis del Mediterráneo.

“El objetivo era que sus historias ganaran valor, y que dejaran de lado los estigmas sobre la migración, que se empoderaran sobre su entorno y su identidad. Poner en consideración sus mochilas, y a la vez sacar a los museos de esa idea rígida. ¡La exposición la tenían que hacer ellos”, comenta Lop.
De hecho, los alumnos documentaron, catalogaron y crearon íntegramente la exposición, que se basaba –groso modo– en un cubo con la historia de vida de la persona, una fotografía y un objeto de referencia. “El trabajo con la institución ha sido muy bueno, porque les han permitido ser comisarios y responsabilizarse del resultado final”, zanja Lop.
La experiencia ha formado parte de un proyecto pedagógico llamado trabajo globalizado, una nueva manera de entender el aprendizaje entre alumnado y profesorado. La idea consiste en “globalizar algunas materias para aproximarse a procesos y fenómenos del mundo de forma no fragmentada”.
En el caso de 3º de ESO, el hilo conductor han sido las migraciones y las materias globalizadas han sido Plástica y Visual, Ciencias Sociales y Cultura. “El alumnado ha trabajado las competencias –específicas y metodológicas– y los contenidos que marca el currículo de una manera integrada”, destaca el centro.
Hace un par de semanas que se estrenó la muestra. Fue un éxito. Acudieron los familiares de los alumnos, pero también los protagonistas de las historias de vida; las experiencias del barrio, pero también sus gentes, entraban al museo. Històries al cub se podrá ver hasta el próximo 14 de julio en el MHIC.


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