No, no es arte que se coma literalmente –ya está visto– ni siquiera son los huevos necesarios para pintar –una exageración manifiesta o una técnica antigua– pero sí hay ideas, en este caso plásticas, que nacen muy cerca de una plancha caliente en algún dinner del planeta. Así surge la exposición Over Easy de Guillermo Pfaff (Barcelona, 1976) que hasta el 7 de julio se puede ver en la barcelonesa galería Carles Taché. Una muestra con diez obras de pequeño, mediano y gran formato que forman una serie unificada por el trato que este artista aplica a sus trabajos. La galería prologa que “de superficie limpia y fina, las pinturas eluden al verso y reverso del espacio pictórico”… Sobre esto y otros asuntos de la disciplina, las preguntas a Pfaff vienen solas.

Lo primero, obviamente, pintura y huevos fritos. Cuéntanos:

El título de Over Easy de la exposición surge estando en Nueva York dónde me enteré que así se llamaba la manera de hacer un huevo frito, que los hacen por los dos lados. Era una buena metáfora de la pintura en general y en concreto de lo que yo hacía, como trabajar las dos caras del lienzo. Por otro lado, la palabra ‘fácil’ también es algo que me gusta mucho: trabajar lo más fácil posible, intentar respetar el primer impulso, las imperfecciones. Para mi no es una técnica, es un trato que se le da. Con la práctica en el manejo de herramientas, materiales e ideas se logra cierta facilidad: se puede cocinar poco y que quede como uno quería.

¿Qué vemos en la muestra actual?

Hay un Space, que era una técnica anterior al Over Easy, en la que trabajaba con lino crudo y materiales como lejía y óleo, muy poco cromática y en la que se trabajaba la disposición espacial de formas y tonalidades. Y, en los over easy, trabajo esa misma idea formal y espacial pero con cambio de materiales, son linos ya preparados para el óleo. El resultado es muy diferente, la pintura corre mucho más.

Ampliando el campo de análisis, tiene que ver con el proceso pictórico…

Sí, se ha reinventado como casi todos los otros trabajos, no lo parece porque la apariencia de los cuadros es igual, pero hay muchísimos anacronismos en nuestra profesión, desde el almacenaje, el transporte… No puedes vender cuadros en un USB. Sin embargo, el pintor se ha reinventado tanto como otros oficios y al final se refleja en la manera que trabajas: yo, por ejemplo, trabajo mucho pensando en cómo tienen que ser los cuadros y cuando tengo la posibilidad de producir para exponer, los produzco. A veces tengo ideas que maduran en la cabeza y se anotan en libretas o el ordenador y, con años de plazo puedo realizarlas para una muestra en Madrid, en Barcelona, etc. Lo que si hago, según lo que me vibra o me apetece en ese momento, es un cambio de materiales que influirá mucho en el resultado de la obra.

Y ese concepto de necesaria práctica continua en la pintura va mutando…

No busco el virtuosismo, este únicamente se consigue si cada día ensayas. Es absoluta dedicación a una técnica o a un proceso, por eso hoy en día escasea tanto y prácticamente ha desaparecido del arte contemporáneo. Hay temas como el del almacenaje que no ayudan: para crear y crear obra necesitas un espacio grande y, tal y como está el tema de locales y alquileres en las ciudades, es muy complicado. Se buscan otras opciones creativas y performativas. Producir se ha convertido casi en un lujo. En mi caso, cuando tengo ideas pictóricas, muchas veces las guardo en forma de texto, esquemas, esbozos en libretas o digitalmente ya que ocupa poco espacio. Detrás de una pieza, hay más tiempo dedicado a pensarla y se refleja en el trabajo. Si pintase cada día, no cabría en mi estudio.

¿Cómo encaja tu obra en el discurso del arte contemporáneo?

Es complicado, de entrada falta perspectiva y además no me corresponde a mi hablar de esto. A veces se me ha definido como un pintor escultor ya que considero que los cuadros tienen tridimensionalidad y la trabajo. He pintado por delante y por detrás de la tela, poniendo telas transparentes y pintando en el bastidor, con el uso de luz…

¿Si escuchas la palabra mercado del arte, en qué piensas?

Es como el Excel de mi padre cuando me quería demostrar que las cosas eran de una manera u otra. Es algo incuestionable, que no se puede rebatir, pero sólo es un punto de vista más. No lo desprecio, ni mucho menos, al revés, todos queremos estar en el mercado del arte.

¿Se puede vivir de la pintura?

Se puede vivir de la pintura y se puede no vivir de esta. Temporadas puedo vivir de la pintura y otras tengo que complementarme económicamente con otros trabajos. Sin embargo, yo ya no lo miro así: si los artistas nos comparásemos con otros sectores profesionales, seguramente saldríamos perdiendo… y no se trata de autoflagelarse.

¿Qué piensas de las políticas culturales en nuestro país?

No distan mucho de las políticas en general, no se trata de machacar las políticas culturales. Quiero entender que la gente que está en estos puestos de responsabilidad lo hace lo mejor posible, luego, que coincida o no con el modelo que a mi me gustaría, es otro asunto. Creo que a los artistas se les debería ayudar más en su fase de primera profesionalización, cuando ya han demostrado su hacer, no en una fase más temprana de emergencia. Cuando eres joven puedes sobrevivir, ya hay ayudas como becas, residencias, etc, luego ya es más complicado. Yo he tenido estas ayudas pero podría haber sobrevivido, por lo menos tenía esa voluntad, esa fuerza.

¿Se invierte en arte o la gente busca algo que le lleve a una emoción o le decore una estancia?

Si tienes dinero, es relativamente fácil hacer negocios con el arte. Yo me siento mucho más identificado con el discurso que el arte te puede cambiar la vida…. Si pones un cuadro, una foto, una escultura en tu casa y cada día te cambia un segundo aunque sea en tu desayuno o te sirve de espejo para tus pensamientos, te está cambiando el día a día. En nuestro país falta esa cultura de coleccionismo, que alguien joven quizá sin demasiado dinero se compre un cuadro igual que se compra una buena bicicleta.

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