Lukas irrumpe en la habitación como un tornado: acelerado y enérgico. Piel morena y tersa, ojos rasgados y negros, del mismo color que su pelo, que lleva recogido en un moño alto, del que se escapa una trencita que, al ritmo de sus expresivos movimientos, le va golpeando la frente. Sus facciones indias y su imborrable sonrisa le definen: incluso cuando habla de la desaparición reciente de su hermano Bruno la risa persiste, junto con una emoción que le quiebra la voz y la humedad en los ojos. Muchas pausas y palabras meditadas en el discurso de Lukas, un artista que siempre ha usado la escena para visibilizar conflictos.

Los 37.000 desaparecidos en México han sido un tema recurrente en su obra. Pero ahora, “ya no hablo de un colectivo, hablo de mi hermano”. De esta falta nace “Buscando a Bruno”, una performance que se estrenó en el Consulado Mexicano en Barcelona, para “visibilizar la ineficiencia del gobierno en la esfera internacional”. En esta acción, Lukas se sienta, con el torso desnudo, sólo ataviado con una tehuana (falda tradicional de la región de Oaxaca), una corona y un mantón. Así, espera que alguien del público se customice como él y su “gemelo” le coja de la mano, sentados ambos en silencio, recreando el cuadro “Las dos Fridas”, de Frida Kahlo.

Lukas, que empieza la entrevista vestido con pantalón corto y una larga blusa fresca con motivos decorativos de color rosa mexicano, abandona de una la sala para transformarse. Vuelve con su tehuana y su corona, la tez maquillada y los labios con carmín. De las orejas y el cuello cuelgan pesados abalorios dorados: descubriéndose el torso descubre también su muxeídad.

Y es que Lukas es uno de los artistas muxe más reconocidos a nivel nacional e internacional; forma parte de una comunidad propia de la cultura zapoteca originaria del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, formada por “personas nacidas macho, con testículos y pene, que adoptan roles y oficios no masculinos”. Lukas define la muxeídad citando a Baudrillard y a Marx, desmontando las preconcepciones de género. Así lo hace también en escena, definiendo un arte que clama por los desaparecidos, la visibilización de las comunidades indias, la diversidad sexoafectiva y ahora, también, por su hermano Bruno.

La del consulado de Barcelona ha sido la primera performance de ‘Buscando a Bruno’. ¿Por qué escoges esta institución y por qué es Frida Kahlo tu inspiración?

Voy a entrar al consulado, vestido con mi falda tehuana, para entregar un documento. Creo que es mi derecho como ciudadano mexicano que me atiendan y quiero visibilizar en el extranjero que las autoridades no están haciendo nada para encontrar a Bruno. Pero tampoco espero nada de ellos. No solo se trata de visibilizar el caso de mi hermano, desaparecido el 10 de mayo, sino el de los 37.000 desaparecidos en México.

Servirme de Frida es algo casi contextual: tengo las tehuanas porque suelo hacer producción artística con ellas y creo que son atractivas. Fue Frida Kahlo la que se apropia de esta vestimenta y la performatiza como de uso cotidiano; es muy visible y llamativo hacer un acto con tehuanas y el Consulado no me puede decir nada si entro con una de ellas.

¿Qué quieres mostrar con este acto?

Que la ineficiencia del gobierno sea viral. A los 40 días de la desaparición de Bruno (miembro de la Marina mexicana, residente en la Ciudad de México) no se han mostrado avances en la investigación. Nos acaban de comunicar que se trasladará el caso a la Fiscalía especializada en desapariciones forzadas como si nos hicieran un favor, pero es lo que la ley marca que se debe hacer. Me siento en la obligación de hacer pública la incompetencia de la Fiscalía: las omisiones y el no aplicar la ley general de desaparición forzada evidencian que las autoridades están cometiendo obstrucción a la justicia. A raíz de la desaparición de Bruno, una comisión de búsqueda se dirigió al Gobernador a exigir que el caso se llevar a la Fiscalía especializada en desapariciones y les dijeron que no se había hecho porque la familia se había negado. Y eso no es cierto.

Hay que exhibir esas negligencias y alguien tiene que dar la cara y me toca a mí esa responsabilidad. Sobre todo porque en Oaxaca (Capital) ocupamos el primer lugar en desapariciones del país y el Istmo de Tehuantepec es el segundo. Si nosotros, que sabemos qué hay que hacer, que podemos sufragar los gastos, estamos siendo maltratados, imagina la situación de familias que no tienen acceso a Internet, que no saben leer y a la que le impone la figura de la autoridad. Es una violencia profundamente grotesca.

Y esto no está exento de riesgo, porque yo sé que con la misma candidez con la que desapareció Bruno y sin que la familia sepa nada, pueden desaparecerme a mí. Pero alguien tiene que decir las cosas.

Lukas Avendaño, artista muxe mexicano, vestido con la indumentaria de la performance Buscando a Bruno | SANDRA VICENTE
Lukas Avendaño, artista muxe mexicano, vestido con la indumentaria de la performance Buscando a Bruno | SANDRA VICENTE

En tu caso tienes el punto a favor de la visibilización internacional

A eso es a lo que apuesto ahorita. Porque si cuando yo regrese el Estado determina detenerme o negarme una próxima salida del país, sé que habrá una presión internacional que lo denunciará como un asunto político. La reafirmación de la ineficiencia del Gobierno sería callarme o, en el peor de los casos, desaparecerme. Matarme.

Los casos de desapariciones en México que llegan a Europa son los más sonados, como la de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que se caracterizaban por ser activistas. Pero no es el caso de Bruno.

No, él es marine. Una persona común. La única ventaja que tiene Bruno es que yo soy su hermano. Yo tengo visibilidad internacional, puedo hablar con periodistas… mi mamá y mis hermanos, que vienen de tradición campesina, no podrían hacer nada. Yo tengo el arte, con el que quiero pensar que puedo convertir la impotencia y la vulnerabilidad en una experiencia alegre. Quiero pensar que puedo hacerlo. Y lo voy a hacer. No quiero aparecer como una víctima, porque cuando eso pasa las estructuras de poder se alegran, porque te derrotaron. Que las pasiones tristes aniden en el corazón hace que cambie tu semblante y yo no quiero eso, ni para mí ni para mi familia.

Siempre que estoy con mi mamá la hago reir, para que la alegría nos sostenga. Porque si nos mostramos combativos, igual nos convertimos en la esperanza de gente que ha abandonado el caso de sus familiares y vuelve a encontrar la fuerza. Siempre he apostado por la esperanza en mi arte, aunque no me esperaba que esto pudiera llegar a suceder. Pone a prueba todos los fundamentos de lo que he venido trabajando.

¿Cambia en algo tu planteamiento del arte como reivindicación?

No, lo reafirma. Tenemos derecho a la felicidad, nadie puede ni debe arrebatarnos ese derecho. Y nosotros, aun en las circunstancias más difíciles, no podemos renunciar tampoco a él. Aunque por escrito nos presentaran una renuncia legal al derecho a ser feliz, no! No lo aceptaremos. Esa es la lógica que me ha sostenido en escena y que me sostiene ahora. Yo empecé en el arte para vivir la vida con menos dolor.

Por eso centro mi obra en temáticas que me son cercanas, como los desaparecidos de mi región, la sexualidad y el género por mi condición sexogenérica y la etnicidad por mi ascendencia india. En México, aunque la mayoría tengamos cara de hacha o cabeza de jabalí, nos invisibilizamos. En el mejor de los casos. Los indios solo podemos aspirar a ser maestros de primaria, contadores…pero ser doctor es una aspiración demasiado grande. Y, ¡ser artista! Que un indio tenga la osadía de querer dedicarse al arte es casi un pecado nefando. Es inaceptable, innombrable.

¿Te encuentras con muchas barreras a la hora de exponer en México?

No muchas, sólo algunas. Pero hay que poner en valor este ‘algunas’, porque básicamente no hay negativas porque el Estado no me programa ni yo pido que lo haga. Así tengo la libertad que no tienen otros compañeros: yo puedo denunciar y reclamar porque no tengo miedo ni riesgo de perder una beca que, de todos modos, sé que no me darían. Tengo la suerte de ser reconocido a nivel internacional a raíz de un viaje que hice a Europa hace tres años y qué bueno que haya sucedido así, porque en México este año no he tenido ninguna programación ni ninguna a la vista. Y el año pasado sólo tuve una, pero en condición de antropólogo, no de artista.

Tu arte es muy provocador para un México muy conservador. Activista, de ascendencia india y además muxe. ¿Cómo defines tú esa identidad?

No se puede hablar de muxe en singular. Tiene que decirse muxeídad, como colectivo. A diferencia de la homosexualidad, la muxeídad sólo existe porque hay un ecosistema cultural que lo sostenta; es impensable sin la masculinidad o la feminidad. Sin la existencia de la institución de la virginidad femenina. En las zonas más ortodoxas de las regiones zapotecas, las mujeres tienen que llegar vírgenes al matrimonio. Su virginidad debía ser guardada hasta que eran robadas, pedidas o casadas, pero no había ninguna institución que regulara la sexualidad de los hombres. Ellos nunca esperan al matrimonio. Así pues, ¿cómo lo hacemos? ¡Aquí están los muxes! El objetivo era actuar como un regulador de la sexualidad masculina.

La muxeídad no puede ser entendida sin el contexto; son machos que nacieron con pene y testículos que viven con roles y profesiones consideradas no masculinas. La muxeídad es una poesía de la vida y una forma menos ortodoxa de vivir los cuerpos, fuera de la heteronormatividad. Es sexualidad sin culpa ni pecados preconcebidos. La rotura de la monogamia y la cultura judeocristiana.

Y las mujeres, ¿Qué papel tienen en la muxeídad?

Hay casos de muxeídad femenina, pero no se llama así sinó Gunanguiiu que viene del zapoteco Guná (mujer) y Nguiiu (hombre). Son muneres-hombre. Y, a diferencia de en la muxeídad, entre las Gunanguiiu sí se da la monogamia. Es un contexto diferente; normalmente las parejas (entre Gunanguiiu o entre una Gunanguiiu y una mujer) vienen de experiencias heteronormadas fracasadas. Entonces la mujer Gunanguiiu se solidariza con la mujer, acaban siendo compañeras y, en algunos casos, parejas monógamas.

Hay quien habla de la muxeídad como un tercer género. ¿Es así?

El género es una construcción cultural, pero en la gran mayoría de sociedades sólo se contempla el género femenino y el masculino. Si son construcciones culturales, si una persona nacida biológicamente macho se construye una identidad culturalmente femenina, no adquiere un género diferente. No sería un tercer género. Es género femenino.

Suelen preguntarme mucho: “¿cómo quieres que te llamemos? ¿Él o ella?” pero para mí no es una cuestión importante, porque ninguno de los dos me pone en una posición privilegiada. Lo que sí te da privilegios es la relación cotidiana con el otro, otra u otre. Cómo te refieras a mí, me da igual. El empoderamiento no viene de un pronombre, sino de la deconstrucción de los poderes hegemónicos, que se relacionan contigo imponiendo criterios de verdad absolutos y normativos.

Sí que es cierto que los hay que empiezan a adjudicarse el pronombre femenino: “yo, como la muxe”. Pero a mí me suena raro, ya que en la lengua zapoteca no hay distinción entre el femenino y el masculino. Se trata de una imposición cultural de otras lenguas que nos permeabiliza y nos exige determinar un género. Que cada cual, cuando hable conmigo o se refiera a mí, escoja el que le dicte su criterio. A mí me da igual, pero que no me hagan escoger.

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1 comentari

  1. Rossana Cassigoli on

    ¡Un abrazo Lukas! Te escribe una colega antropóloga chilena-mexicana. Me gustaron y emocionaron mucho tus palabras. “Siendo” mujer, se espera de mí una identificación con mi genero. Pero, como a ti, me gusta aspirar el sol de la mañana y cumplir el afán del humilde día. Mi última preocupación es mi género o el de los autri…veo solo la forma humana. Me encantó escucharte, gracias del corazón.

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