Joan Herrera tuvo una intensa actividad política hasta marzo de 2016, cuando dejó oficialmente el cargo de coordinador nacional de Iniciativa per Catalunya-Verds (ICV), que compartía con Dolors Camats desde 2013. Ha sido portavoz del grupo de diputados de Izquierda Unida-ICV en el Congreso y candidato de ICV-Esquerra Unida i Alternativa a la presidencia de la Generalitat en las elecciones de 2010 y 2012.

En abril de 2014 defendió en el Congreso el derecho a hacer un referéndum en Catalunya sobre su relación con España, junto a dos diputados: Jordi Turull, hoy en prisión, y Maria Rovira, que se ha marchado en Suiza. Vivió en primera fila de combate político el crecimiento espectacular del movimiento independentista. No sumarse a él le supuso duras críticas desde ese sector. Ahora, trabajando como abogado especializado en temas laborales y preocupado por el medio ambiente, se ahorra los improperios que sufren muchos políticos en las redes sociales. Pero el gusano de la política aún lo lleva dentro.

¿Añora cuando estaba metido en política, en primer plano de la actualidad, las llamadas constantes de los periodistas,…?

Añoras cosas. Globalmente vivo mejor. La política es un deporte de alto riesgo. La exposición, el tiempo que le dedicas, los fines de semana,… Ganas en calidad de vida fuera de la política. No dejas de ser una persona pública pero no de la forma como lo eras antes.

Seguro que los insultos en las redes sociales se los ha sacado de encima

Las redes sociales y twitter son la barra del bar de antes, con el añadido del anonimato. Al que no está en primera línea le mejora la vida. En las redes hay un nivel de tolerancia muy bajo y la tensión ha ido a más en los últimos años en Catalunya.

¿El acceso de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno calmará un poco estas aguas?

Abre un escenario nuevo. Estábamos en un escenario de empate infinito, de empantanamiento total. Esto puede continuar así pero, en cualquier caso, el esquema de bloques que se van alimentando y la imposibilidad de hacer aparecer un espacio intermedio, que cristalizó claramente en las últimas elecciones catalanas, quedará afectado por este nuevo escenario de distensión. Ya veremos cómo se habla, cómo se dialoga y cómo se llega a acuerdos, pero lo primero que hay que hacer es distensionar. Es altamente positivo. La continuidad del PP en el poder habría alimentado la lógica de los bloques.

¿Es más optimista ahora que hace un mes con respecto a la posibilidad de que se llegue a una salida satisfactoria del contencioso Catalunya-España?

No soy optimista en el corto plazo. Esto va para largo pero hace un mes estaba consolidada la dinámica de bloques y parecía imposible una cierta grieta por donde se colara un discurso diferente y ahora es difícil pero, como mínimo, estamos en mejores condiciones de conseguirlo que antes.

¿Se atreve a dar consejos a sus sucesores al frente de ICV o los comunes?

No. Me he impuesto la norma de no dar consejos. Como mucho, defendería que intenten conseguir una dinámica que no sea de bloques. En parte lo hacen pero cometen errores. Romper con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona fue un error. Antes de las elecciones le dijeron a la gente que se tenía que polarizar, votar a un bloque u otro, que los de en medio no se podían entender. Creo que son conscientes del error que cometieron. Quiero pensarlo.

En Badalona, ​​ha sido el PSC quien ha roto con los comunes para conseguir la alcaldía con el apoyo del PP y Ciudadanos

Lo de Badalona es un error mayúsculo del PSC. Consolida esta dinámica de bloques cuando el PSC y los comunes deberían compartir una hoja de ruta que permitiera hacer emerger un espacio fuera de esta lógica. Habría que sumar la desescalada, espero, de los sectores independentistas que, en privado te la defienden, pero que en público aceptan la hoja de ruta de Puigdemont o de Torra. En privado hablan de desescalar, de un cambio de ‘tempos’. Frente a las elecciones municipales del año que viene estamos un poco mejor que hace un mes. Parecía que era inevitable la lógica donde el factor principal del voto era el identitario y ahora tal vez no sea así. La gente decide en función de responder a la principal pregunta que se le hace. En las últimas elecciones, la pregunta principal era cómo se situaba frente a la independencia. Esto viene pasando en las elecciones catalanas. No es nuevo. Había pasado en las elecciones de 2015 y pasó en las de 2012, pero, en todo caso, estamos en mejores condiciones cara a las próximas municipales.

¿Qué porcentaje de independentistas ha asumido que no hicieron bien las cosas, que, como dijo la consejera Clara Ponsatí, ‘iban de farol’ y que ahora hay que buscar una salida más realista?

Clara Ponsatí ha dicho que ‘íbamos de farol’ pero no ha dicho ‘no lo hicimos bien’. No creo que esté en esta tesis. Los independentistas decían que tenía prisa y que ellos solos saldrían adelante. Tenían prisa porque creían que agudizando las contradicciones conseguirían una mayoría cualificada que no obtuvieron. El ‘nosotros solos lo conseguiremos’ es evidente que no ha funcionado, porque quizás con un 70% o un 80% del país podrían hacerlo pero con una sociedad partida por la mitad, no. Algunos de ellos son conscientes de eso. Es importante que no sólo sean conscientes en privado sino que lo expresen en público y hagan un cambio de estrategia y orientación. Es muy importante también que aparezca un polo intermedio, con hojas de ruta compartidas por el mundo de los socialistas y de los comunes -superando los errores de Badalona y Barcelona- y lo que sucede en el Congreso va en la buena dirección.

El independentismo que representan Puigdemont Torra insiste que deben ser fieles al ‘mandato del 1 de octubre’. ¿Qué mandato entiende que se desprende de lo que pasó ese día?

No sé qué quieren decir cuando hablan del ‘mandato del 1 de octubre’. Si creen que con el apoyo de dos millones de personas pueden declarar la independencia al margen de los otros dos millones es que esto de ‘un solo pueblo’, la pluralidad y la complejidad de la sociedad catalana no lo han entendido. El 1 de octubre se movilizó mucha gente y, a la vez, en los diferentes procesos electorales el independentismo expresa y representa la principal fuerza de movilización del país. Pero esto es insuficiente para proclamar la independencia. Del mismo modo que Mas, Puigdemont y Torra piden por carta al Rey que escuche a los dos millones de independentistas, ellos también tienen que escuchar a los catalanes que no quieren la independencia y entender que con la mayoría que tienen no la pueden sacar adelante.

Aun oímos hablar de ‘unilateralidad’ a destacados dirigentes independentistas

Se ha intentado y ha fracasado. Los apoyos europeos no han llegado. La unilateralidad no está fracasada en el relato porque para ellos aceptar que esta vía no ha llevado a ninguna parte es tanto como reconocer el fracaso total y absoluto de su estrategia. Pero es evidente que no ha llevado a ninguna parte. ¿Estamos mejor o peor ahora que antes? Hemos visto un movimiento que buscaba la independencia y ha dado lugar a la intervención del autogobierno. Antes del 1 de octubre dije que me preocupaba mucho que al final acabáramos repitiendo los eslóganes de ‘libertad, amnistía y estatuto de autonomía’. Estamos en libertad, amnistía y estatuto de autonomía.

Cuando defines una estrategia que te acaba llevando muchos pasos atrás es que ha sido errónea. La sala de mandos del independentismo se equivocó radicalmente porque no hizo una lectura correcta de la correlación de fuerzas. Hay una Catalunya donde el independentismo es totalmente hegemónico. Pero hay una Catalunya que está en contra y no sólo en las áreas metropolitanas de Barcelona o Tarragona sino también en las de Igualada, en la Catalunya invisible. Y existe la Catalunya de los ensanches, que basculan. O te das cuenta de esta realidad o es que no conoces el país. Tengo la impresión de que algunos dirigentes independentistas no conocen suficientemente el país. Entre otras razones, porque en los entornos metropolitanos no tienen amigos, conocidos, gente. No tienen terminaciones nerviosas ahí.

ERC mejoró resultados en esas áreas

El análisis, la lectura política que hace ERC comprende mejor la complejidad del momento que lo que expresa y representa Puigdemont.

¿Puede este diálogo que propone Pedro Sánchez llevar a alguna parte? Se presenta el diálogo como la palabra mágica que debe resolver un conflicto muy complicado y radicalizado

Lo que hace falta es bajar la tensión. Hemos quemado muchas cosas en muy poco tiempo. Ahora hay que rehacer lo quemado y a partir de ahí veremos.

¿Un referéndum?

Ojalá! La aceleración lo ha quemado. Ahora mismo hay que volver a recuperar unas bases mínimas de consenso, que la política no se articule sólo y exclusivamente en torno al eje de si eres independentista o no lo eres, sino que haya un catalanismo más transversal y más amplio. Que esto permita recuperar un cierto diálogo con el Estado y abra un escenario de discurso sobre la plurinacionalidad. La aceleración de Catalunya ha hecho que ganaran fuerza los sectores más inmovilistas del Estado que, a su vez, han alimentado también la unilateralidad y la aceleración. La noche de las segundas elecciones generales, que dieron como resultado que no había una mayoría progresista, vimos que en algunos cuarteles generales del independentismo estaban muy contentos con la victoria de Rajoy, con la lógica de cuanto peor, mejor porque acentuaría las contradicciones y creían que así obtendrían una mayoría cualificada. Ya sabemos que esto no ha sido así. Hay que recoser Catalunya y apostar por un catalanismo más amplio, no fijado en quién es independentista y quién no. España ha cambiado. Nunca había habido setenta diputados que aceptaran un referéndum. Esto permitirá abrir una agenda de plurinacionalidad en España, un nuevo encaje donde también esté Catalunya.

¿La España federal es aún posible?

Es posible, seguro pero el federalismo debe adjetivarse. Hay federalismos uniformizadores y federalismos plurinacionales.

La elección de Pedro Sánchez como presidente del gobierno quizás ha tranquilizado algo los ánimos pero las rencillas entre los que ponen lazos amarillos y los que los quitan son continuas

El encarcelamiento no tiene lógica desde el punto de vista penal. No comparto la decisión del juez. Las expresiones de solidaridad son legítimas. La iconografía del independentismo está presente en todas partes. A mí me han increpado por no llevar el lazo amarillo. No estoy de acuerdo que estén encarcelados pero no necesito ponerme un lazo amarillo para expresarlo. No me gusta una sociedad donde la identidad se construye sólo en función de si eres independentista o no. Toda la iconografía que tenemos, de banderas catalanas, españolas, esteladas, se está construyendo en torno a esto. Sin los encarcelamientos los resultados electorales no habrían sido los que fueron. Mucha gente independentista sabe que no se han hecho bien las cosas pero, emocionalmente, no quiere abandonar a los suyos a su suerte.

La tensión puede subir mucho cuando se celebren los juicios a los que están encarcelados. Se prevén para el otoño

Los principales torpedos a la distensión que pueda suponer el gobierno Sánchez vendrán de allí donde se ha hecho menos la transición, que es el poder judicial. Se ha hecho mucho más la transición, incluso, en el ejército que en el poder judicial. Este es uno de los problemas que tendremos.

Si les condenan a 5 o 10 años de cárcel…

O 20. Es la lógica del PP, de la no política. El PP decidió externalizar la política al poder judicial. Y de ‘aquellos polvos, estos lodos’. Cuando pones la maquinaria judicial en marcha no se detiene. Puede pasar que haya una cierta disonancia entre las decisiones del juez y la voluntad política. Hay desproporción en las penas. Puedo entender, desde el punto de vista jurídico la inhabilitación, pero la prisión preventiva no la entiendo.

¿El tiempo todo lo curará o lo complicará aún más?

Depende de cómo se viva este tiempo. Si el tiempo es una guerra de posiciones para ver si tengo una mayoría cualificada para conseguir la independencia dentro de X años, el tiempo no lo curará. Tendremos una sociedad muy vasquizada. La gente se construirá la identidad en función de ello. Si el tiempo permite resituarse y construir un nuevo acuerdo estaremos en otro escenario. Tengo la impresión de que esto ha venido para quedarse.

Hay más gente que tiene esta impresión, no le gusta y dice que le gustaría irse de Cataluña. ¿Qué les diría?

A mí me gusta crecer en una sociedad donde hablemos de modelo energético, de justicia, de equidad… Y eso no va asociado a si somos independientes o no. Cuando todo se reduce a este debate, te cansa. Y es un cansancio muy compartido.

¿Se ha planteado marchar?

No puedo. Tengo mi vida aquí y no me imagino viviendo fuera, pero es verdad que el esquema del debate público en Catalunya es muy simple y simplificador. No es cierto que en un mundo tan interconectado como el que tenemos ahora podamos salir adelante ‘nosotros solos’. Los últimos meses ha perdido fuerza el discurso de que con la independencia viviríamos mejor y han emergido los costes de transición que tiene todo proceso de ruptura. Estamos perdiendo muchas oportunidades. Por ejemplo, hay una sentencia del Tribunal Constitucional que es favorable a Catalunya, que dice que la ley no puede limitar el autoconsumo compartido en energías renovables. Con esta sentencia, el gobierno podría haber desarrollado un marco normativo que permitiera el autoconsumo energético. Y no se ha hecho porque su prioridad es otra. Todo se resuelve con un tema. La sociedad catalana es muy rica, compleja, capaz de aportar un montón de cosas y estamos perdiendo muchas oportunidades y dejando de hablar de temas muy relevantes. Esto no nos hace más ricos. Todo lo contrario.

¿Los indultos son la mejor solución al final de este túnel?

Veremos. Puede haber una ruptura de la unidad de causa. Si extraditan a Puigdemont por malversación y no por el resto de delitos se rompería la unidad de causa del instructor. Quiero ser prudente. Para que haya indultos debe haber una sentencia firme. No hay solución mientras continúen en prisión los que ahora están en ella. A mí me interesa la solución política.

Acercar los presos a Catalunya parece más fácil

Para las familias sería mucho mejor. Tener que desplazarse 600 kilómetros y luego ir a la cárcel de Estremera, que está muy lejos de Madrid, es muy duro. Es lo mínimo que hay que hacer. No resuelve el problema, sin embargo.

Las discusiones familiares, la ruptura con algunos amigos, el alejamiento de otros ¿también han venido para quedarse o son reversibles?

No es que pierdas amigos. Es que hay gente con la que no hablas tanto. Esto está ahí. No tienes tantas cosas en común y determinadas cuestiones no las pones sobre la mesa. Si hay una solución, se pueden rehacer estas relaciones. Si continúa el empantanamiento, el enquistamiento, no. Ahora hay una cierta distensión que se consolidará si hay una solución. Si no llega esa solución, seguiremos igual. ¿Qué quiere decir que somos ‘un solo pueblo’? Junts per Catalunya se refería a ello en campaña electoral. ‘Un solo pueblo’ significa que todos somos catalanes independientemente de donde hemos nacido y que se hacen políticas teniendo presente a toda la gente. Cuando defines políticas en función, por ejemplo, del 51% contra el 49% rompes la lógica de ‘un solo pueblo’. Hace falta un proyecto político capaz de aglutinar el 70% o el 80% del país. El proyecto independentista es contradictorio con la idiosincrasia catalana. Si somos capaces de definir este proyecto con un contrato que dure una generación, reharemos la situación. Si no, vamos a ir a un escenario como el del País Vasco, donde la identidad no se definía en función de si eres de derechas o izquierdas sino en función de si eres abertzale o no.

Esto o cosas parecidas ocurren en media Europa

Pero aquí no pasaba. El ‘nosotros primero’ recorre Europa y el mundo. Es Trump también. Me gustaría pensar que aquí puede ser diferente. El discurso de Le Pen era marginal en Francia y hoy es central. En los países centroeuropeos es central. Hungría acaba de aprobar una ley que puede enviar a prisión a las personas que ayuden a inmigrantes en situación irregular. Lo que estamos viendo en Italia da miedo. Es una constante en todas partes.

¿Se puede recuperar la Europa defensora de los derechos humanos y la sociedad del bienestar que admirábamos y envidiábamos tiempo atrás?

O hay un proyecto europeo de recuperación de derechos y libertades, donde se sitúa el principal reto del siglo XXI, que es el cambio climático, como una palanca de cambio, de modernización económica y de una vida mejor, o Europa se ha acabado.

Defender a los refugiados no parece una buena idea si se quiere ganar votos

Se tiene que hacer pedagogía. La cifra de refugiados es ínfima comparada con el drama que hay en Siria y en tantos países. Se trata de tener la voluntad de hacer una política inteligente y valiente.

¿Estos objetivos son factibles dentro del actual sistema económico capitalista?

No somos conscientes de que el capitalismo está mutando. Hasta hace unos años la riqueza venía de una transformación de la realidad, construías un producto, lo vendías,… Actualmente, las posiciones de poder se dan cada vez más en espacios virtuales. Las grandes empresas multinacionales globales eran energéticas y hoy son del sector de la comunicación y la información. Son capaces de alterar la voluntad de la gente de una forma extraordinaria. Estamos en un capitalismo radicalmente diferente al que vivieron nuestros padres y abuelos. El algoritmo y su uso tienen una mayor capacidad de control sobre la gente que el que se tenía hace 30 o 40 años en el capitalismo de fábrica.

En términos europeos, como mínimo, después del crack del 29, en la post-guerra, las fuerzas del trabajo y la capacidad de persuasión de la Unión Soviética hicieron posible un pacto de distribución de rentas que ahora se ha ido al traste. Son necesarias propuestas globales muy atrevidas. Por ejemplo, una ley anti-monopolio de Google y las redes, como las leyes anti-trust energéticas en Estados Unidos de finales de los años veinte y principios de los treinta. Hace falta una agenda de democracia fuerte y profunda, en red, y con los elementos que pueden transformar la economía y reconectarnos con la biosfera, con el Planeta, y esto es cambio climático, renovables, ahorro, eficiencia… Es más difícil ahora porque si antes el trabajador compartía y luchaba conjuntamente con sus compañeros, hoy se tiende a la dispersión del trabajador, se le aísla, se le precariza, está solo.

¿Hay algún partido político, colectivo que permita pensar que aunque sea difícil este nuevo estado de cosas se puede alcanzar?

La solución del ‘nosotros solos’ funciona y no sólo en Catalunya porque parece que puedas tocarla pero estamos perdiendo espacios de soberanía cotidiana. Hay una nueva articulación de la gente y del mundo del trabajo, con palancas de cambio como la energía. La energía ha sido un instrumento de control y de poder durante toda la vida. Quién tenía los pozos de petróleo controlaba la economía. Hoy con las renovables podemos ir hacia un modelo de diversificación de producción de la energía y hacer una economía más compartida. Aquí hay una batalla sideral. Hace falta una agenda que vaya más allá de un partido, a una escala por encima de los estados… La izquierda tiene que dar la batalla por la democratización de la red para hacernos más libres y la energética para reapoderarnos de la economía.

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Periodista. És autor del llibre 'Banca Catalana: Más que un banco, más que una crisis' (1985). Especialitzat en política internacional, cooperació al desenvolupament i solidaritat. En l'actualitat és vicepresident de l'ONG Solidaritat i Comunicació (SICOM) i professor a la Universitat Autònoma de Barcelona

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