La primera de estas mini-crónicas se publicó al día siguiente del oscuro discurso de Felipe VI. Cuando el Estado esgrimió su lado más hobbesiano frente a la decisión de la Generalitat de tirar por la calle de en medio. La número cien se publica casi trescientos días después, cuando ha habido tiempo para comprobar que la ley no puede resolver, por sí sola, este conflicto.
En las últimas semanas, la política ha vuelto a asomar, brindando algunos motivos para la esperanza y otros para la desazón. La Generalitat ha recuperado la gestión de sus instituciones pero el independentismo sigue dominado por la retórica de la unilateralidad. En la Moncloa, Sánchez ha sustituido a Rajoy, pero Aznar asoma la cabeza por la puerta trasera. Dos agrias luchas por la hegemonía cercenan las posibilidades de diálogo. La que librarán Casado y Ribera, a cara de perro, por el liderazgo de la derecha española, y la fratricida que enfrenta desde hace tiempo a Puigdemont y Junqueras por capitalizar el sentimiento de humillación que solivianta la mitad de la sociedad catalana.
Así están las cosas. Con el tema tan enconado o más que hace nueve meses. Con acusaciones de rebelión o sedición que no son de recibo, al menos en Europa, con un independentismo tan resiliente como esclavo del cuanto peor, mejor, y con hombres y mujeres sujetos a una prisión provisional insostenible. El último fin de semana ha sido de traca. Con el ‘a por ellos’ que ha vuelto a asomar en los pasillos del congreso del PP, y el ‘a por ella’ de redes y digitales independentistas que han crucificado Marta Pascal hasta forzar su dimisión.
Dije hace unos días que Sánchez era la última esperanza, pero en puertas del verano no acierto a ver con qué margen puede encarar las cosas a partir de setiembre, emparedado como está entre un Casado y un Puigdemont crecidos. Me hubiese gustado construir esta crónica centenaria con otros aires, pero no encuentro los mimbres. Así están las cosas. O así las veo yo. En Catalunya y en el resto de España. De ahí la sensación de soledad que tengo al escribirla, como me ha ocurrido con tantas otras, pese al ánimo de muchos lectores. Seguiremos. Pasado el verano, si nada rompe el descanso que ustedes se merecen. A todos y todas, les deseo un agosto venturoso.


Catalunya Plural, 2024 