El día de la Hispanidad, la fiesta nacional de España, es un reflejo de la buena salud del sistema colonial vigente en nuestros días. En esta fecha, no exenta de polémicas, se exalta con orgullo el más rancio nacionalismo español, las instituciones monárquicas y el legado colonial inaugurado en 1492. Anualmente un desfile militar nos recuerda las glorias de un pasado no muy lejano donde las armas y la violencia fueron utilizadas para imponer un sistema que genera muerte, exclusión y despojo para la mayoría de la población.

Pese a los distintos esfuerzos por visibilizar la crueldad y lógica de muerte que instauró la colonización, hay quienes siguen nombrando al 12 de octubre como el día del “descubrimiento de América” y como un símbolo del progreso de la civilización. Esto tiene sentido, ya que como explica el filósofo Enrique Dussel, el proceso histórico iniciado en 1492 puede nombrarse como descubrimiento o invasión según quien realiza el enunciado. Desde la perspectiva europea se trató de un “descubrimiento” puesto que no se conocía sobre la existencia del continente, mientras que desde la perspectiva de los pueblos que sufrieron la llegada de los conquistadores fue una verdadera invasión, causante de más de 60 millones de muertes.

Así, al habitar en la barriga del monstruo, no debería sorprendernos la exaltación del legado conquistador aún no abandonado ni cuestionado. Sin embargo, frente a estas denuncias muchas personas creen que se tratan de procesos históricos ya superados y finalizados tras las independencias de las ex colonias. Pero al analizar con más detalle las problemáticas actuales encontramos inevitables nexos con aquel “pasado” remoto. No es casual ni aleatorio que las políticas migratorias de la Unión Europea sean las causantes de miles de muertes de personas que intentan cruzar el mar mediterráneo para entrar a la Europa fortaleza. Tampoco sorprenden las nuevas estrategias que se desarrollan desde las instituciones europeas para restringir aún más la entrada de migrantes y refugiados a territorio europeo. No es casualidad que sean mujeres migrantes marroquíes las que denuncian las violaciones en las plantaciones de fresas o que de manera sistemática sean a las trabajadoras del hogar y de los cuidados a las que se les niegan sus derechos laborales, mayoritariamente latinoamericanas.

Ello es así porque con la colonización del llamado continente americano se dio inicio a un proceso de saqueo y de despojo en los territorios colonizados y se instauró una lógica de sospecha constante de la humanidad de determinadas personas. Una humanidad que será reconocida en tanto más próxima sea al hombre blanco europeo. Por esta razón hay unas muertes que duelen y otras que dejan indiferentes. Hay vidas que merecen ser vividas con dignidad y felicidad mientras que a otras les corresponde soportar el ejercicio cotidiano de la violencia. Es que el racismo late en el corazón de la vieja Europa.

Este panorama poco esperanzador no solo es responsabilidad de los sectores de extrema derecha que habitan en el espacio político con cada vez mayor impunidad. También es generado por la indiferencia de los sectores de izquierda supuestamente comprometidos con la transformación social. Los movimientos sociales blancos, salvo contadas excepciones, no ponen en el centro del debate el racismo social e institucional que impera en la actualidad. Tampoco el movimiento independentista catalán mostró sensibilidad ante este aspecto, durante el proces la población migrada no pudo participar del referéndum. Además, la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República (Ley 20/2017) en algunos aspectos era más dura que la actual legislación de extranjería española.

Sin embargo, esta fecha también nos da la oportunidad de nombrar las resistencias a los procesos de muerte que la colonización impone: la lucha del movimiento zapatista propone una alternativa de vida y autonomía al sistema actual; la organización del sindicato popular de vendedores ambulantes de Barcelona que responden y resisten a la “ilegalidad” impuesta por las leyes de extranjería; las luchas de las mujeres indígenas en la protección de sus ríos, territorios y cuerpos; la organización de las trabajadoras del hogar y los cuidados para el reconocimiento de sus derechos laborales; la creación del sindicato de trabajadoras sexuales en el estado español, la articulación de un movimiento antirracista protagonizado por personas migradas, etc.

Mientas que desde la mirada del colono hoy se festeja el inicio de un proceso histórico genocida, dominado por la muerte, el despojo y la violencia que se actualiza constantemente; desde la resistencia anticolonial y antirracista se señala como un día de memoria, lucha y denuncia al sistema capitalista, racista y patriarcal. Salimos a las calles a gritar que el 12 de octubre no tenemos nada que celebrar.

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Doctora en Derechos Humanos por la Universidad de Barcelona. Investiga sobre feminismos contrahegemónicos, interculturalidad, interseccionalidad y género

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