El Sábado se cumplieron 25 años de lucha de comunidades indígenas y campesinas del norte de la Amazonia ecuatoriana contra la empresa transnacional Chevron, que descubrió una reserva petroliera en los años 60. A partir de esa fecha, la explotación de la reserva, sin tener en cuenta en ningún momento los derechos de los pueblos, así como su relación material -conreos y explotación agrícola del terreno- e inmaterial -espiritual y humana- con la selva, ha provocado desastres ambientales y vulneración sistemática de derechos.
Así lo decretó la justicia ecuatoriana en 2011, que condenó a la empresa transnacional a pagar 9,5 billones de dólares al país para compensar los daños causados. Pero la “impunidad de las empresas y la supeditación de los estados al sistema económico global hizo su trabajo”, apunta Pablo Fajardo, abogado principal del caso. Y es que en agosto de este año, un panel internacional de arbitraje privado emitió un laudo favorable a la empresa y ordena al estado ecuatoriano a anular la sentencia.
Por ello, la Campaña Global -coalición de más de 200 movimientos sociales de denuncia de las actividades ilegítimas de las transnacionales en diversos países- se moviliza para la creación de un Tratado Vinculante de las Naciones Unidas para empresas transnacionales que garantice el respeto a los derechos humanos.
Hablamos con Fajardo y con Justino Piguage, líder indígena y representante de las luchas de las comunidades, sobre el caso Chevron. Ambos visitan Barcelona para participar del acto ‘Dónde quedan los derechos humanos cuando se trata de beneficio empresarial’, organizado por LaFede

¿Cuáles son las grandes dificultades de litigar contra una transnacional?
P. FAJARDO: Este es uno de los casos que mejor refleja la impunidad corporativa. En los 25 años de lucha que llevamos hemos evidenciado dónde están los vacíos jurídicos que existen. El caso empezó por una demanda de 30.000 afectados en la Corte de los Estados Unidos en el 1993. Entonces, Chevron dijo que EUA no tenía competencias para juzgar aquello y que el juicio se debía dar en Ecuador. Allá fuimos y volvieron a decir que los jueces ecuatorianos no eran competentes para ese caso. A falta de una corte internacional que permita juzgar a una transnacional tenemos un gran problema.
Vemos también que los Estados están sometidos al sistema económico global. En 2012, teniendo nosotros ya una sentencia ejecutable, en Argentina se confiscaron los bienes de Repsol. Argentina necesitaba inversiones y Chevron se propuso para invertir con la condición de que se eliminara el embargo que había en Ecuador. Ganamos el caso en primera y segunda instancia para impedirlo, pero llegando a la Corte Suprema, la empresa aumenta su oferta de inversión y se levanta el embargo de Ecuador y, una semana después de dictar sentencia, Chevron ya estaba en la Casa Rosada firmando el acuerdo. El chantaje económico funcionó y sirvió para comprar impunidad.
También nos enfrentamos a la estructura jurídica de las corporaciones. Todas funcionan a través de empresas subsidiarias en los países donde operan, generalmente creadas en paraísos fiscales. Es una estructura bien compleja que hace que los beneficios vayan a la empresa matriz y las subsidiarias sirvan sólo para blanqueo de capitales.
En esto nos encontramos con otro problema, que el arbitraje internacional. Con la última sentencia contraria en Ecuador, que condena a Chevron a pagar 9,5 billones de dólares para reparar el daño, los árbitros, contra toda orden, ordenaron al Estado anular la sentencia. Es una situación gravísima. La arquitectura global garantiza la impunidad a las empresas: que no existan cortes internacionales que las puedan juzgar, sumado al sometimiento de las cortes de los países más débiles, y a la protección legal de los países más poderosos, provoca que las transnacionales puedan abusar de todo el mundo.
Ninguna empresa ni estado tiene poder sobre los derechos de los ciudadanos, pero vemos cómo las empresas hacen que los estados violen sus propias constituciones y dejen sin acceso a la justicia a la gente afectada. Y lo más grave de todo esto son los precedentes que asienta.

¿Cuáles han sido los efectos de la acción de Chevron en la Amazonia?
J. PIGUAGE: Yo tenía 18 años cuando pusimos la demanda por una serie de atropellos culturales, sociales y ambientales. Existen muchas comunidades indígenas y campesinas afectadas por dos tipos de daños: materiales e inmateriales. Respecto a los primeros, con la intervención vimos la desaparición de algunos pueblos originarios; no sabemos decir si se desplazaron del territorio o murieron. Los pueblos que siguen se han visto acorralados por actividades de la petrolera, encerrados en territorios reducidos en los que se ha dado un empeoramiento de las condiciones de vida.
El derrame petrolero y botar aguas tóxicas impactó fuertemente en la alimentación de las comunidades. Procedemos de la selva, comemos sus peces, nos vestimos y habitamos en ella, nos bañamos en sus ríos. Atacan las fuentes de vida de nuestras famílias. Esto no ha dejado de ocurrir, aunque Chevron ya no operara. Las fuentes de petróleo tamponadas siguen filtrando a los ríos.
¿Cómo ha afectado este desastre ambiental a la cosmovisión de los pueblos originarios?
Estos son los daños inmateriales. Las áreas verdes de la selva persisten gracias a la cosmovisión, a la interrelación con una selva espiritualizada, humanizada y viviente con la que nos hemos relacionado gracias a nuestros grandes sabios, los chamanes. Recuerdo las palabras de uno de ellos, que decía que la comunidad estaba muy sucia. Esto nos impedía realizar las ceremonias y rompía todo nuestro esquema cultural.
Quizás no desapareceremos como personas pero sí perdemos la sabiduría de nuestros chamanes. Perdemos la relación con la tierra y nos destruye poco a poco. Todas estas son pérdidas que no podemos monetizar.

¿Ha habido afectaciones a la salud?
Estamos viendo enfermedades que desconocíamos y no sabemos si podemos afrontarlas con nuestra medicina. Una tía mía tiene cáncer de piel; es triste mirar a los compañeros cercanos a pozos que tienen cultivos allí. No tienen a dónde ir y siguen viviendo al lado de un pozo que rezuma un gas químico que no nos deja ir tranquilos al mercado. Algunos estudios dicen que tenemos más índices de cáncer en esta zona que en todo Ecuador.
Esta situación nos devuelve a los tiempos de la colonia, cuando se creía que los pueblos indígenas no tenían alma. Ahora se sigue pensando así, actúan desde el racismo. Si no, dime, ¿alguien permitiría que sucediera esto en España?
Cuando se da el deterioro o contaminación de una región, a menudo, la empresa ofrece reubicación a las comunidades, sin tener en cuenta la relación con el territorio. ¿Les ha sucedido?
Los pueblos han migrado a territorios que no son suyos. Muchos quieren regresar porque ahí tenemos nuestra historia y mitología, los huesos de nuestros abuelos. Las hojas con las que hacemos las casas, las ramas con las que pescamos, todo esto no está donde nos han llevado. Ellos piensan que se trata de un terreno por otro, pero olvidan la pertinencia.
Nosotros vemos otro mundo, el inframundo. Explotar de manera exagerada tiene consecuencias para el territorio: los Cofanes dicen que el petróleo es la sangre de un ser espiritual. Ahora estamos comprobando científicamente que todas estas acciones provocan cambios climáticos. No sé qué tiene que ocurrir para que se den cuenta de que estamos matando el único planeta que tenemos. Que yo sepa, todavía no se ha descubierto un planeta al que puedan ir a vivir los ricos cuando destruyamos este.


