Raimon Obiols fue primer secretario del PSC entre los años 1990 y 1996 y presidente del partido entre 1996 y 2003. Posteriormente fue eurodiputado entre 1999 y 2014. Ha sido siete años diputado en el Congreso (1977-1984) y quince en el Parlament de Catalunya (1984-1999). Ha afirmado a menudo que si no se hubiera dedicado a la política le hubiera gustado ser periodista. Ha vivido el ascenso del apoyo al independentismo desde Bruselas, donde vive desde hace años, y asegura que considera incorrecto hablar “proceso independentista”.
¿Por qué no le parece adecuado calificar de “procés” todo lo que ha pasado en Catalunya en los últimos años?
Inicialmente, de procesos hubo dos: el de “abajo”, emocionante, de la gente indignada por la sentencia contra el Estatuto y por la política del PP; y el de “arriba”, el de la Convergència de Mas, respondiendo a la corrupción y a las movilizaciones contra los recortes, con una huida hacia delante hacia el independentismo. A esta combinación de gente engañada y gente que engañaba se sumó la enorme irresponsabilidad del gobierno del PP. Esto dio una gran potencia al movimiento. Pero a pesar de las grandiosas manifestaciones y la avalancha de promesas, fantasías y declaraciones, este movimiento no sólo no ha tenido ninguna salida viable, sino que ha producido unos resultados muy dolorosos y dramáticos, en Catalunya y en España.
Estamos en un imponente espasmo de una Catalunya políticamente fragmentada y socialmente agrietada; una Catalunya herida e inmovilizada porque no puede avanzar con las recetas que se le proponen. Esto no es un proceso: es una secuencia de emociones y de movilizaciones colectivas. En tres fases: primero de indignación, después de ilusión, y finalmente de choque con la dura realidad de los hechos. El independentismo se tambalea bajo el peso de sus promesas incumplidas y de las dramáticas consecuencias de su increíble imprevisión. Ahora, con la perspectiva de un juicio televisado y humillante (prisión preventiva implica esposas, me parece), existe el riesgo de que esta secuencia “indignación-ilusión- choque con la realidad” se reproduzca, en un nuevo bucle más dramático y produciendo efectos aún más negativos, tanto en Catalunya como en España. Espero que no sea así, pero lo temo y habría que evitarlo.
Un año después de la proclamación de la República en el Parlament de Catalunya, ¿qué análisis hace de la situación política hoy en Catalunya?
Yo soy bastante optimista, pero ¿cómo serlo en esta situación? En vez de pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad, vemos en marcha el optimismo de la ilusión; tanto la de los que creen en la posibilidad de una Catalunya independiente como la de los que creen posible una Catalunya subordinada y sometida. La situación actual no sólo es negativa sino que también es peligrosa, porque las ilusiones crean dependencia, necesitan dosis mayores, cada vez más a menudo. Esta es la apuesta política de los que quieren más polarización, más agresividad y más crispación.
El Ministerio Fiscal acaba de pedir que se investigue por rebelión a los políticos y activistas independentistas presos mientras que el abogado del Estado lo solicita por sedición y malversación. ¿Qué piensa de estas acusaciones y del impacto que tendrán en la situación política y social en Catalunya y España?
He estado totalmente opuesto a unos encarcelamientos preventivos injustos y me ha indignado su duración. También creo que el tratamiento penal que se aplica es erróneo. En ningún caso se puede hablar de un levantamiento violento público. Si se hace, es lógico que una gran parte de la opinión pública lo vea como un intento de escarmiento o de venganza, motivado por prejuicios o por ideología. Jugando a declarar ya dejar en suspenso la “independencia”, los unos, en Barcelona, jugaban “de farol”, como los más francos han reconocido y los otros, los del gobierno de Madrid, lo sabían perfectamente. Hay que añadir que, en esta comedia de enredos, los primeros también sabían que los segundos lo sabían, y viceversa. Que ahora se acusen recíprocamente de “golpe de Estado” es un sarcasmo descomunal. Esto no exonera de su grave responsabilidad las estrategias y decisiones del “processisme “, que vulneraron la legalidad constitucional y han causado daños considerables a la sociedad ya las instituciones. Pero hacían falta unas respuestas políticas y judiciales diferentes, que tuvieran en cuenta las causas y responsabilidades de unos y otros y abrieran una vía de salida. Con la brutalidad de las acusaciones y penas pedidas ha lanzado gasolina al fuego.
La llegada de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno ha significado una actitud más abierta al diálogo por parte del ejecutivo español con el gobierno catalán y los partidos independentistas. ¿Ha recibido la acogida adecuada por parte de los interlocutores catalanes?
El nuevo gobierno español tiene que hacer frente a una situación degradada, un rompecabezas, con múltiples contradicciones. Joaquim Torra, por ejemplo, tacha Pedro Sánchez de “cómplice de la represión” mientras él tiene la llave de las cárceles, y le gritan que las abra. Es una situación llena de ambigüedades y de doble lenguaje. La principal contradicción es que con políticos en prisión es casi imposible abrir una vía de solución, porque las únicas soluciones posibles son políticas.
Hace un año, Carles Puigdemont se planteaba adelantar las elecciones y ERC se oponía. Ahora es al revés, ERC apuesta por ampliar la base social favorable a la independencia mientras desde Junts per Catalunya no se acaba de renunciar a la unilateralidad. ¿Son cosas de la política?
Creo que es la muestra que los independentistas no tienen un proyecto específico sino que van a tientas, como se ve repetidamente, una y otra vez. Sólo encontrarán una vía de salida cuando comprendan, a la vasca, que es en el concepto y la realidad del autogobierno que se puede avanzar en una vía posible y positiva. Cada mañana me digo ” It ‘s self government, stupid !”. Cuantos más seamos a pensarlo, mejor iremos. De lo contrario, tendremos más y más de lo mismo, con dosis crecientes de frustración y división.
Raimon ObiolsEn un acto reciente, el ex-presidente de la Generalitat Jordi Pujol tomó la palabra desde el público y dijo que “un país no lo podemos sacar adelante sólo a base de un partido con mayoría que haga lo que le dé la hambre. Un país o lo construimos entre todos o no lo construimos”. ¿Debemos entender que sintoniza más con la posición de ERC que con la de Puigdemont Torra?
Supongo que debe darse cuenta de que las cosas ya hace años que por el pedregal. Empezaron a ir desde el lejano momento que desde la Generalitat se privilegió brutalmente la identidad por encima de la excelencia.
¿Cómo juzga la labor de Carles Puigdemont en esta última fase del proceso independentista? ¿Hay coincidido en algún momento en Bélgica, donde usted vive desde hace tiempo?
No hemos hablado, pero no tendría ningún inconveniente, aunque siendo consciente de la irrelevancia, al menos con respecto a mí. La falta de comunicación ha sido una de las causas de la crisis actual. Un problema increíblemente estúpido fue el orgullo mal entendido, es decir la vanidad, que impidió que Rajoy y Puigdemont descolgaran el teléfono y hablaran en el momento álgido de la crisis y de las decisiones. Lo que nos habríamos ahorrado si hubieran evitado el disparate que esto ocasionó!
¿Artur Mas se mostrará arrepentido en algún momento de haberse puesto al frente de la ola independentista que se evidenció con la gran manifestación del 11 de septiembre de 2012?
Quién lo sabe. Sería lógico pensarlo, pero me parece que no le oiremos comentarlo, lo que no me parece mal. Las autocríticas ya te las hacen los demás.
¿Por qué se produjo este incremento tan rápido de apoyo al independentismo en poco tiempo? La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Catalunya explica este salto del 17% de apoyo hace diez años al cerca del 50% de las últimas elecciones?
Se produce, me parece, por la suma de varios factores. Al menos cinco: primero, la indignación masiva contra la sentencia del Estatut y la hostilidad del gobierno del PP; segundo, la mutación de Convergència hacia el independentismo; tercero, una crisis generalizada de los partidos; cuarto, la eficacia profesional de las organizaciones intermedias y de los guionistas del “proceso”; y quinto, y muy importante, un telón de fondo extraordinariamente propicio: crisis económica y social, apoteosis de la corrupción, angustia de cara al futuro sobre todo entre los jóvenes y las clases medias.
¿Se puede producir el proceso inverso? ¿Que el independentismo devuelva en poco tiempo los niveles de aceptación que tenía hace diez años?
En poco tiempo no. En general nos equivocamos en grupo y rectificamos individualmente. Esto será lento, y dependerá en primera instancia del grado de autogobierno que se pueda alcanzar en Catalunya, y del grado de “unión y libertad ” que se consiga en España. Porque de autogobierno nacional y de transformación democrática española se trata. Los que somos contrarios a la independencia, que creo que somos la mayoría, queremos ganar cada vez más libertades concretas y menos dependencias concretas. Esto quiere seriedad y firmeza, sin buscar desgarradas ni sacudidas, que son ilusiones, en el mejor de los casos, y imposturas en otros. En lugar del hechizo y la promesa de un “momentum“, la democracia trabaja en un “continuum“.
La derecha española, política y mediática, apuesta fuerte por la mano dura contra los independentistas. ¿Cuál es el escenario más optimista que se le ocurre para que este contencioso evolucione de la forma más sensata y controlada posible?
Me parece que todas las bandas se puede distinguir entre los “empeoradores” y los “mejoradores“. La evolución favorable se producirá si los segundos hablan y toman la iniciativa.
¿Habrá algún día un referéndum pactado con el gobierno español sobre la independencia de Catalunya?
Hasta donde me llega la vista, tengo que decir que no. Quizás es falta de visión por mi parte, pero lo dudo. Debemos trabajar por un referéndum sobre un nuevo y mejor Autogobierno en Catalunya, y mejores Constituciones en España y en Europa.
Usted ha dicho siempre que le hubiera gustado ser periodista. ¿Qué piensa del papel de los medios de comunicación durante esta etapa de efervescencia independentista?
A veces pienso que cuanto más decae la política, más personas se dedican. Pero quizás es una ilusión óptica. El teléfono inteligente y las redes han trastornado la política. Se llegará a nuevos equilibrios pero de momento los twitts y los exabruptos cuentan demasiado. Vemos surgir y desaparecer protagonistas a un ritmo excesivo. Es como navegar en una tormenta constante.
¿En qué políticos en activo confía para que lleven este “proceso” o este “quizás” a buen puerto?
No le parecerá extraño que en estos momentos exprese simpatía por los que están en la cárcel y también por Pedro Sánchez, atacado por los dos flancos antagónicos: “desprecia absolutamente los demócratas”, según Torra, “humilla España”, según Casado, “beneficia a quienes dieron el golpe “, según Rivera … no me quiero ni imaginar el gobierno de la rabia que podrían constituir Casado y Rivera como aliados.
Visto desde Bruselas ve similitudes entre la evolución política catalana y la que se produce en el conjunto de los países europeos?
En Europa, y también en Catalunya y en España, hemos vivido en el pasado épocas horribles. Se pierde la memoria, pero no son épocas sepultadas para siempre. En el momento preciso en que se deja de recordar el pasado es cuando este puede volver, cuando se dan las condiciones. El fascismo es como un animal de presa, huele el aire del tiempo. Lo que ahora huelen las derechas populistas, en toda Europa y también aquí, son los miedos e inseguridades de la clase media, el vacío de referentes entre los jóvenes, la corrupción, el descrédito de la política. Son nuevas oportunidades para las divisiones y confrontaciones implacables, por el odio y la xenofobia. El largo y doloroso camino de la democracia y de las conquistas sociales no puede ser interrumpido por la demagogia y la irresponsabilidad. No es posible aceptarlo.



