Hace ya dos meses que Catalunya, empezando por Girona, se sumó al movimiento global de los Fridays for Future , impulsados por la activista sueca de 15 años Greta Thunberg. Durante estas manifestaciones los jóvenes salen a la calle a protestar contra el cambio climático y, lo que es más importante, a reivindicarse como actores políticos. El viernes pasado, estas concentraciones semanales se convirtieron en la huelga del clima, que paró a miles de jóvenes de todo el mundo. Este movimiento y empoderamiento de los jóvenes invita a recordar el libro de la antropóloga Margaret Mead, Cultura y compromiso, en el que afirmaba que hay momentos en que la sociedad debe aprender de los jóvenes.
El libro en realidad habla tres tipos de cultura. Las culturas postfigurativas, propias de sociedades tradicionales de cambio lento, que son aquellas en las que los adultos saben qué conocimientos transmitir a los jóvenes y qué valores inculcarles. El pasado y la experiencia de los adultos se impone sobre las generaciones jóvenes y reproduce las formas de vida de siempre. Ya no estamos en este modelo.
Las culturas configurativas, propias de las sociedades modernas, centran su atención en el presente. La finalidad no es repetir el pasado, sino adaptarse a la actualidad, siempre cambiante y en movimiento. Es una preparación para asimilar las novedades, una formación que quiere jóvenes flexibles y plásticos. Un paso adelante que hoy resulta insuficiente para enfrentar el final de etapa en que nos encontramos. No basta con vivir el presente, ni ver cómo llega el mañana, hay que imaginar proactivamente un futuro diferente.
Esto es lo que pasa en los momentos culturales prefigurativos, momentos en que lo establecido -el pasado y el presente- es tan inútil que hace falta un cambio de rumbo. En estas situaciones, los adultos tienen dificultades para orientarse y enseñar lo que todavía no existe. Suelen ser los jóvenes los que adoptan nuevas formas, establecen nuevas costumbres, imaginan nuevas soluciones y, en definitiva, abren el futuro. Margaret Mead escribía esto después de mayo del 68, habiendo observado la eclosión de otro modo de vivir protagonizada por los jóvenes.

Hoy los jóvenes en toda Europa están diciendo que así no es posible, que no se puede seguir y que hay que hacer algo ya. Están abriendo las puertas del futuro. ¿Qué podemos hacer los que no somos jóvenes y, especialmente, el profesorado?. La tesis de Mead prevé que no seremos los inventores del futuro, lo podemos aceptar, pero no debemos quedarnos quietos y sin hacer nada. Podemos reconocer que el principal reto de la educación es liberar las fuerzas imaginativas de los jóvenes y confiarles la tarea de participar en la construcción de formas de vida que sustituyan las obsoletas que nos han llevado hasta la crisis actual. Quizá no idea el futuro, pero podemos hacer mucho para que la educación sea un proceso de invención de lo que está por venir.
Si la educación quiere dar protagonismo a los jóvenes e invitarles a pensar el futuro, propondrá prácticas que concreten estas ideas. Cada centro y cada equipo docente sabrá lo que es mejor para su alumnado, pero las prácticas que vinculan la investigación y el estudio con el servicio a la comunidad son una modalidad excelente para activar la creatividad y el compromiso.
Pongamos un ejemplo, tan sólo uno, para terminar. El proyecto plástico cero invita a recoger datos sobre partículas de plástico presentes en la arena de las playas y enviarlas a grupos de investigación que trabajan en el diagnóstico de la situación. Nuestros alumnos además de contribuir con sus datos el éxito de estas investigaciones, pueden difundir los conocimientos que hayan adquirido entre sus compañeros de los centros educativos vecinos, incluso pueden hacerlo en las radios y televisiones locales o allí donde se les ocurra.
Finalmente, también pueden poner en marcha acciones concretas para reducir el uso de plásticos en su entorno cercano. Las posibilidades son infinitas. No sé si a los mayores nos quedan neuronas para imaginar el futuro, alguna quedará, pero nos quedan de sobra para conseguir una educación que impulse la creatividad y el compromiso de los jóvenes.