Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia feliz lo es a su manera. Tolstoi tiene razón, pero actualizo su frase y digo todas las familias felices se parecen unas a otras, y con el archivo descubres los secretos de Barcelona.

Antes la precisión con los nombres era cualquier cosa menos exacta. Dudo sobre Victorina de Mingo Castellano. Victorina que estás en los cielos, alabado sea tu nombre. Gracias a nuestra amiga la gaceta municipal sabemos de su profesión. Comadrona numeraria del Instituto de Beneficencia. El 15 de septiembre de 1924 se le concedió permiso para construir en una solar de la calle Renacimiento esquina con pasaje de Viladomat, justo al lado de las casas Niubó, esos castillos modernos del Guinardó, donde, como hemos visto en anteriores entregas, se iba edificando una serie de viviendas de baja intensidad y alturas respetables por poder contemplar el cielo.

De Victorina nada más encontré, salvo su tenencia de acciones de la Societé Generale. Ahora bien, los apellidos suelen ser pistas para dar con el cuerpo, y este está muy relacionado con su hermana, casada con Joaquín Puyuelo Sanz, quien al morir en 1946 era jefe del negociado de arbitrios del Ayuntamiento. Antes, y los datos suelen ser importantes, perteneció al Partido Radical Republicano de Alejandro Lerroux, como puede comprobarse en un anuncio de enero de 1934, poco antes de las elecciones municipales celebradas el día de los enamorados. La propaganda de la formación lerrouxista pedía el voto por España, por la República, por Lucanor, por la paz de Barcelona, la armonía social, el equilibrio económico de la ciudad, una administración honesta, la autonomía municipal y la cultura de las nuevas democracias.

Tras la Guerra Civil los funcionarios del municipio sufrieron una severa depuración. Visto su colocación en la lista es posible que Puyuelo no fuera elegido y eso le salvara, sobre todo si se atiende a su fervor republicano, expresado en ayudas económicas para ropa de abrigo durante el conflicto y actos previos donde Valentina de Mingo entregaba banderas en ateneos republicanos.

Valentina de Mingo, por si lo dudaban, era la hermana de Victorina y la mujer de Puyuelo, lucrado con su empresa Federal, proveedora de acumuladores, accesorios para la parte eléctrica del coche, con sedes en Muntaner 110 y Mallorca 178. Tuvieron dos hijos, Joaquín y Julio. Este último se casó con Enriqueta Singuerlín, fallecida en agosto de 1994 en Andorra, y aquí, las necrológicas son una fuente de información brutal si uno sabe moverse entre documentos, rizamos el rizo de las genealogías y los poderes.

Un barrio de Santa Coloma se llama Singuerlín a causa de Emilio Singuerlín, un afamado comerciante de cotillas. Su lema era genial. La familia Singuerlín, costureros hasta el fin. En 1920 aprovechó el buen viento económico y levantó doce pequeños inmuebles económicos en Santa Coloma. Por aquel entonces existía un furor por ese tipo de domicilio, tanto en forma cooperativista como para cumplir el sueño de tener un lugar de veraneo ajeno a la creciente polución condal. Esa docena fue el embrión de la homónima zona, donde desde 2009 llega el Metro para subsanar una deficiencia histórica de comunicación.

La unión de ambos clanes debió ser una joint venture de primera. Los grupos se relacionaron con amor, o al menos eso se intuye de los obituarios. Quiso la desgracia que Emilio muriera en una fecha próxima a los idus de marzo de 1942. En agosto llegó el turno de Valentina, fenecida tras una larga enfermedad. Exhaló su último suspiro en el carrer Mallorca 284, edificio modernista de 1900 con la firma de Millás i Figuerola con planos de Domènech i Montaner. La casa, denominada Iglesias, tiene una fachada de manual, con el primer balcón de piedra corrida y los demás de hierro forjado; ventanas medio hundidas, dos ostentosas tribunas laterales y una central. Cosas de nuevos ricos, ya saben, cosas de gente con afán de ser vistos para pavonearse de su recién adquirida fortuna.

Los funerales de Valentina y Joaquín se desarrollaron en la parroquia de la Concepción, en el carrer d’Aragó, ejemplo de cómo los primeros templos del Eixample eran traslados de otros del casco antiguo, en este caso del Monasterio de Junqueras y de la Iglesia de Sant Miquel, de donde proviene el campanario.

La casa del carrer Renaixença, propiedad de Victorina, parece un producto de esa mezcla empresarial y alianza a través de los hijos. Al terminarse durante la segunda mitad de los años veinte constituye una muestra del Noucentisme imperante, con elementos decorativos florales, austeridad en su fachada y la belleza del menos es más catalán. Con toda probabilidad, es una hipótesis, se destinó al alquiler para familias con medios razonables sin ambición ni posibilidades de residir en un palacio. Aún hoy en día me gusta observar como entran y salen los vecinos de clase medios, enclavados en ese punto de Barcelona sin grandilocuencias ni aspavientos pese a tener un peso específico trascendental para entender un pedazo de nuestra Historia.

De hecho, la continuación del carrer Renaixença incide en la siguiente fase, cuando tras la guerra se prescindió de la placidez para privilegiar la densidad poblacional hasta afear el territorio en pos de ganar dinero a mansalva. La casita de Victorina de Mingo oculta otro secreto, y no es otro que el nombre de su arquitecto, deducible a partir de otras iniciativas edilicias del período.

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Ciutadà europeu i escriptor. El meu últim llibre és La ciutat violenta.

1 comentari

  1. Yo vivo en la cas del castillo y la acaban de comprar y han destruido todo el encanto.
    gracias por este recuerdo tan bonito

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