“Encontrar mi lugar habrá sido, como para la mayor parte del mundo imagino, la historia de mi veintena”, comienza en su declaración de intenciones en la hoja de prensa Xavier Dolan para presentar ‘Matthias y Maxime’. En Cannes en 2009, en la Quincena de Realizadores, se daba a conocer un muchacho de veinte años con un título que no pasaba desapercibido: ‘J’ai tué ma mère’ (He matado a mi madre). El año siguiente volvía, esta vez en la sección Un Certain Regard del Palacio de Festivales, con ‘Les amours imaginaires’ (Los amores imaginarios). Y sólo dos años después, con ‘Lawrence Anyway’. Un 2012 en el que también firmaba ‘Tom à la ferme’ (Vuelta por la granja).

Y la consagración llegaba en 2014 con ‘Mommy’, que compartió el Premio del Jurado con Godard. Dolan sólo tenía veinticinco años. Pero qué explica en esta hoja de intenciones: “El éxito se acompaña de aislamiento y antes de que yo pudiera darme cuenta me encontraba, después de haber franqueado mi primer cuarto de siglo, las tres cuartas parte del tiempo solo”.

En ese momento, se lanzó a una carrera de producción internacional, que pasó primero en 2016 por ‘Sólo el fin del mundo’ con un conjunto de actores estrella franceses. Y, a pesar de obtener el Gran Premio del Jurado, cuando recibió el trofeo se quiso defender emocionado de las malas críticas de los periodistas que habíamos encontrado este film histérico. Y su producción en inglés en Estados Unidos ‘The death and life of John F. Donovan’, con Kit Harrington, Natalie Portman y Susan Sarandon, como un melodrama bastante convencional. De hecho, en Estados Unidos no se ha llegado a estrenar y en Francia hace dos meses pasó más bien desapercibido.

Es en medio de este lodazal mientras intentaba montar su film en inglés, que Dolan decidió hacer otro en Montreal con fuerza referentes autobiográficos y con su gente. Y, afortunadamente, reencuentra su inspiración porque habla con su lengua (subtítulos necesarios en francés para seguir la jerga del Québec), actrices fetiches como Anne Dorval con quien había trabajado desde el primer día y un grupo de jóvenes actores como él, que coprotagoniza la cinta como Maxime. Matthias es interpretado por Gabriel de Almedia Freitas. Es la historia de dos adolescentes que se conocen desde la escuela, mantienen la amistad pero no llegan a reconocerse como adultos como dos personas que se quieren. No llegan a aceptar su condición sexual. Y es emocionante.

“Mathias y Maxime habla de amistades como ésta. En otro mundo, y en otra historia. Donde jóvenes de diferentes orígenes, diferentes clases, llegan a una cierta edad y, en el cambio de una época y sus grandes preguntas, se preguntan como yo cuál es realmente su lugar “. Dolan lo resume muy bien de esta manera. En este caso, todas las conversaciones por más veloces que sean, todos los movimientos y efectos de la cámara y el montaje, todas sus sincronizaciones con la música pop sintonía de esta generación están justificados. Y el quebequés nos demuestra que, a los treinta años cumplidos el pasado mes de marzo, tiene todo el mundo por delante.

Léa Seydoux y Sara Forestier, inspiración para Desplechin

Arnaud Desplechin también utiliza el programa de promoción para justificar su cambio de rumbo a ‘Roubaix, une lumière’ (Roubaix, una luz). No lejos de los sesenta años, el realizador francés aparca su cine tan literario y simbolista para lanzarse a una historia realista de carácter policial. Y vuelve, para ello, a su ciudad de nacimiento de Roubaix, al norte desindustrializado y decadente de Francia.

Se sirve de un crimen ocurrido en esta ciudad hace una decena de años por parte de dos chicas marginales que vivían juntas. Y que son encarnadas de forma admirable por Léa Seydoux y Sara Forestier de una treintena de años. Con el contrapunto de un comisario de una cincuentena, que interpreta sobriamente Roschdy Zem. Seydoux es el carácter fuerte, que no se reconoce abiertamente, en una relación homosexual. Forestier es el carácter débil, pero que no esconde sus sentimientos. En la primera parte Desplechin radiografía la situación actual de Roubaix, con todas sus sombras y luces, a partir de otros sucesos.

En la segunda, el posible crimen de las chicas concentra toda la atención de las cámaras y la trama. Y en este enfrentamiento a dos entre cada una de las chicas con el comisario y, luego entre ellas dos y con una culminante reconstrucción de la escena del asesinato, se crea una atmósfera que es capaz de decir muchas cosas sobre estas personas anónimas que un día aparecen en primera página. A diferencia de ‘Un cuento de Navidad’ o ‘Los fantasmas de Ismael’, que también pasaban o acababan en Roubaix, aquí Desplechin no utiliza actores y actrices para huir de la realidad sino para que se fundan en el paisaje. Y se agradece.

Share.

Periodista cultural. Coordinador del web parisbcn.

Leave A Reply