Cuando pensamos en fútbol se nos vienen a la cabeza grandes estadios repletos de gente. Seguidores japoneses que se pasean por las ciudades luciendo la camiseta del club correspondiente. También pensamos en las gradas, sus bengalas y sus tiffo -y algún incidente de vez en cuando. Fútbol tambien son las pachangas de los domingos y las canchas de los barrios. Es los partidos en los patios de colegio. Son unos “zapatistas pateando un balón en la selva Lacandona”. Y, recientemente, el fútbol no son sólo 11 hombres corriendo en pantalón corto, sino que ahora también pueden ser 11 mujeres.

Todo lo nombrado antes es fútbol y, como cualquier fenómeno social y político, al fútbol se le pueden poner miles de adjetivos. Podemos hablar del fútbol moderno, asociada a su rima típica de los campos de categorías inferiores ‘odio eterno al fútbol moderno’; puede ser negocio…pero también puede ser reivindicación y lucha obrera. Puede ser empoderamiento feminista. O puede ser, como muchos dicen, el opio del pueblo. El fútbol puede ser todo lo que la sociedad sea.

Y de esas categorizaciones del fútbol hablamos con Andrea Porta, jugadora del Europa, los periodistas Toni Padilla i Mickaël Correia y el historiador Carles Viñas en un debate celebrado durante la Feria Literal, en Barcelona, de la mano de Ràdio Terra, justo antes de que los entrevistados celebraran una conferencia bajo el título ‘El fútbol, ¿el opio del pueblo?’

Cuando hablamos de fútbol como el opio del pueblo, ¿no le estamos quitando su calidad de agente social, político y transformador?

Carles Viñas (C.V.): El fútbol como fenómeno social es política. Pero también es un agente dual explotado por régimenes para desmovilizar social y políticamente a la población, o ser usado como un marco de expresión para la disidencia. El fútbol es cohesión, y puede serlo tanto al rededor de la protesta como alrededor del alineamiento a un régimen.

Toni Padilla (T.P.): Siempre hemos de darle importancia a las palabras y englobar todo el fútbol, un fenómeno tan grande, bajo la misma etiqueta de ‘opio del pueblo’ me parece injusto. ¿Qué es el fútbol? ¿El Barça – Liverpool de Champions es fútbol? Sí. Pero ¿un grupo de zapatistas pateando un balón en la selva Lacandona es fútbol? También. Como también lo es lo que se hace en un patio de escuela o un Sant Andreu – Europa.

El fútbol ha crecido tanto que, si alguien usa la expresión ‘opio del pueblo’, puedo entender el racionamiento, porque en determinado momento, un determinado torneo, ha sido usado de esta forma. Pero el fútbol también ha sido usado para ir en contra de ese mismo sistema. La crítica simplista al fútbol me molesta, porque para hablar del ‘opio’ deberíamos poner muchos adjetivos tras ‘fútbol’. Porque el fútbol en sí es inocente; la culpa es del sistema y si no hubiera fútbol, habría sido el basket o cualquier otras cosa.

Mickael Correia (M.C.): La teoría crítica de los años 70 dice que el fútbol es alienación, que el pueblo en los estadios está alienado, como animales. Pero pienso que, se use como se use, el fútbol es una herramienta de las pasiones. Todos los grupos sociales que han sido reprimidos usaron el fútbol para emanciparse. El lenguaje corporal, ya en sí mismo, tiene una significación política: sólo pasarse la pelota es solidaridad y cooperación.

Andrea Porta (A.P.): Pienso que el fútbol es víctima del sistema y no es más que una muestra de cómo se organiza la gente. Poco a poco esto está cambiando en los estadios de los equipos pequeños y de barrio. La lucha está allí.

ESCOLTA L’ENTREVISTA A RÀDIO TERRA

Recogiendo la observación de Toni Padilla, es cuando hablamos del fútbol moderno, cuando hallamos las críticas a la alienación. Una de las características que hacen del fútbol un agente político es que es generador de comunidad. ¿Qué diferencias hay entre la comunidad de un culer y de un desperdici del Sant Andreu?

T.P.: En el caso de la expresión ‘Odio eterno al fútbol moderno’, la hago mía en ocasiones. Pero no todo en el fútbol moderno es malo. Poco a poco vamos viendo cómo las expresiones homófobas, machistas o racistas van disminuyendo. Por tanto, debemos dejar de romantizar el fútbol de los 80, cuando había muchísima más violencia.

Esto se da porque el fútbol es un fenómeno social y, por lo tanto, no es ajeno a las evoluciones sociales. Maticemos, pues: cuando se habla del fútbol moderno, se suele entender una crítica dirigida al fútbol negocio

T.P.: Aquí si se pueden establecer diferencias entorno al concepto de comunidad, que es muy interesante. Hablabas dels Desperdicis; recuerdo ir al campo en los años 90 y ahí no había nadie. Éramos más los visitantes que los locales, pero de repente, la gente vuelve al estadio con la idea de defender el barrio y el modelo de ciudad. Convirtieron la comunidad del Sant Andreu en un núcleo de lucha contra la gentrificación, el racismo…

Luego tenemos casos como el del Barça, que están muy estudiados: va muy ligado con la cuestión catalana. Que vayas donde vayas de Catalunya, casi todo el mundo sea del Barça, habla del sentimiento de comunidad catalana, que convive con el hecho de que tengamos a millones de chinos, japoneses o árabes que sean del Barça pero por motivos totalmente distintos.

C.V.: El fútbol es la mejor metáfora social. Si nos situamos en Barcelona, el proceso de gentrificación, unido al football business, nos da como resultado una desafección y desarraigo de los seguidores, que se perciben cada vez más como clientes y no como socios. Para reencontrarse con esa esencia del fútbol, vuelven a los clubs de antaño, al entorno más próximo, que es el barrio. Por eso el Sant Andreu, el Europa, el Júpiter, el Horta tienen una regeneración reciente desde la base, con nuevos aficionados jóvenes.

A.P.: El fútbol moderno sí que nos ha hecho evolucionar hacia un modelo capitalista, pero visto desde el fútbol femenino, siento que la modernización nos ha beneficiado mucho. Estamos en un momento de evolución muy bueno, pero debemos ir con cuidado para no dejar que llegue al punto de contaminarse. Debemos conseguir la misma repercusión que el fútbol masculino, no a nivel de espectadores, sino de discurso e importancia.

Andrea Porta, jugadora de l’Europa, durant la tertúlia | M.C.

Se están batiendo récords en asistencia a partidos de fútbol femenino, pero todavía no es una victoria. Y lo vemos en esta mesa: sólo una mujer, frente a tres hombres. ¿Crees que este auge del fútbol femenino es un efecto reflejo del feminismo creciente o realmente es el campo de lucha para una nueva batalla política?

A.P.: Como hablábamos antes, depende de dónde nos fijemos. La repercusión de los equipos femeninos la hemos visto en los grandes clubes, que son los que han batido estos récords. Ahora, siento que la lucha debe estar en los clubs pequeños, en los que la afición se siente muy unida al equipo, pero al masculino. También ellos deben impulsar a los equipos femeninos, porque ahora sólo lo hacen los grandes clubes, abriendo grandes estadios y poniendo cámaras de televisión.

Y aquí vemos que se trata, una vez más, de negocio. Fui a ver un Espanyol – Atlético de Madrid a Cornellà y había unas 20.000 personas. En cambio, al poco tiempo, en un Espanyol – Huelva no había ni 200. Estoy muy a favor de este impulso, pero debe ser continuado y descentralizado. No puede ser que sea un fenómeno que se dé sólo en los grandes estadios.

T.P.: Parece que hemos empezado por el tejado. Es bueno todo el ruido que se pueda hacer, pero nos enfrentamos a cambiar uno de los sectores más machistas que existen. Entre periodistas deportivos, es muy común la bromita, que se lleva repitiendo 15 años, de que el fútbol femenino, ni es fútbol, ni es femenino. Ahora ya no pueden hacer esta broma en público porque los destrozan. Aún así, considero que el gran enemigo no es el insulto, sino el silencio.

Se había dicho que el récord Guiness de espectadores en un partido femenino fue, primero en San Mamés, luego en Monterrey (México) y después en el Wanda Metropolitano. Pero en 1971 se jugó un mundialito no oficial y la final entre México y Dinamarca se jugó ante 100.000 personas. En los años 60, esa época de revolución, se hizo mucho por el fútbol femenino, pero la FIFA se dio cuenta de que había un fenómeno creciente de éxito que ellos no controlaban. Así que guardaron silencio y ese silencio mató al fútbol femenino.

C.V.: Ya que hemos empezado con un debate etimológico, lanzo otro ahora: el fútbol no tiene género. Hablar de fútbol femenino es un error, porque el fútbol lo juega todo el mundo. Apuntado esto, a mi me da miedo que el fútbol disputado por mujeres intente emular el modelo del masculino y que, a su vez, el fútbol negocio, habiendo explotado ya el filón de las competiciones masculinas, intente infiltrarse en las categorías femeninas. Porque desvirtuaría un fútbol que todavía mantiene esa esencia y vínculo con el aficionado.

Tertúlia a la Literal sobre futbol | M.C.

Vemos que la ola feminista llega a los grandes clubes, cuyas gradas se van politizando poco a poco. ¿Qué podemos esperar del fútbol moderno, o negocio, ante estos cambios?

T.P.: Ahora estamos en un momento muy importante, porque vemos que la UEFA quiere hacer evolucionar el fútbol europeo hacia una liga muy cerrada. Si lo consigue, podrá controlarlo todo. No sólo controlará lo que pasa dentro de las gradas sinó lo que se ve desde fuera. Nos impondrá una cultura de consumir sólo lo mejor: un Barça – Getafe no nos interesa. Sólo querremos Barça – Chelsea, sólo lo mejor. Para gastar más.

Será un control de la competición y del dinero que mueve que sí podrá eliminar la idea del fútbol como herramienta para cambiar las cosas. Igual nos enfrentamos a un escenario de ruptura en el que deberemos decidir si queremos una súper liga cerrada, en la que con tu súper pantalla podrás ver siempre a los 10 equipos con más dinero (que no los que tienen más historia). Pero si estamos hablando esto aquí, significa que los que controlan el mercado ya hace mucho que están asustados de que podamos usar el fútbol para cambiar las cosas hacia un escenario que no les interesa.

C.V.: Yo hice algo que no puedo hacer, porque soy historiador, pero predije que el fútbol acabaría siendo una súper liga que se jugaría en estadios sin público. Sin grada no hay problemas, un consumidor perfecto. Pero no veo que se esté gestando una alternativa; hay muchas iniciativas de las bases pero no se concretan. Y ese es el principal problema del fútbol alternativo: no podemos pretender erradicar el racismo del fútbol porque si lo hay en la sociedad, también estará en el campo. Hemos de dejar de lado la idea de que el fútbol es una burbuja ajena a todo.

T.P.: Uno de los pocos argentinos a los que no le gustaba el fútbol, Jorge Luís Borges, tiene un relato en que se jugaba sin hinchas. Tampoco existía realmente el fútbol, sino que eran actores en una liga cerrada, con los resultados pactados y la gente, al verlo en la tele, se lo creía. Y vamos hacia ahí.

C.V: De hecho hubo un partido que se jugó en la Plaza Roja de Moscú con los goles pactados, para alimentar el entusiasmo de Stalin, que no era aficionado al deporte. Pero, a pesar de la gran cantidad de goles, se fue del partido.

A.P.: A mí lo que me preocupa más es que todavía no somos conscientes de hasta dónde ha llegado el modelo de capitalización del fútbol. Deberíamos parar para pensar donde queremos llegar con este deporte.

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