La Fundación Surt trabaja con y para las mujeres, para que puedan encaminarse hacia el futuro, libres de todo lo que les impidió desarrollarse en el pasado. A Surt acuden mujeres que han pasado por situaciones de vulneración de derechos o de desigualdad, ya sea a nivel económico, personal, social o comunitario: mujeres migradas, en situación de pobreza, que han vivido violencia machista o que ejercen la prostitución. Estos son los perfiles de mujeres que acuden a la fundación, muchas de ellas derivadas desde Servicios Sociales.
Vilardell aclara que la metodología del empoderamiento se estructura en cuatro grandes fases: “En primer lugar, se debe hacer una reflexión vital sobre el momento actual en conexión con el pasado”. Esto es identificar cuáles son tus valores, creencias y expectativas. Después, se debe hacer un análisis del entorno y valorar si éste facilita o garantiza lo que se quiere conseguir. Más tarde, se debería señalar cuáles son las capacidades, que vienen derivadas del bagaje profesional pero, también, personal.
La campaña que ahora inician lleva por título “Guanyem la vida, ens empoderem” con la que buscan escuchar la voz de mujeres que han pasado por procesos de empoderamiento y analizar cómo ha impactado en sus vidas. Una de ellas es Vera Vásquez, una mujer venezolana que vive en Barcelona desde hace 14 años y que llegó a la fundación habiendo sufrido episodios de violencia de género, motivada a ayudar a mujeres que se encontraban en la misma situación.

Cuando llegó a Surt, Vera no se consideraba feminista. Ahora, y gracias a la red, se ha empoderado en esta lucha: “He entendido el feminismo no como una batalla entre géneros, sino como una lucha de la mujer contra el sistema y lo que está socialmente estructurado”, dice Vera en referencia, por ejemplo, a la desigualdad en sueldos entre hombres y mujeres. La venezolana apuesta por la educación como base y afirma que se ha de formar mejor a las nuevas generaciones, acabar con los estereotipos de género y, también, hablar de temas tabú como la educación sexual. “Si enseñamos a las niñas a poner límites desde pequeñas, podemos evitar futuras situaciones de abuso”.
Vera sufrió discriminación institucional por parte de la policía, cuando fue a hacer la denuncia por violencia machista. “Los Mossos me preguntaron si estaba segura de denunciar al padre de mi hijo”. Por otra parte, reclama que, en el juicio sobre su caso, no se tuvo en cuenta la violencia económica, sexual y psicológica que sufrió, sólo la agresión física. “Los Mossos deberían tener más formación sobre género y violencia machista”, afirma Vera.
Además, los largos períodos que transcurren entre que se interpone la denuncia hasta que se celebra el juicio hacen que haya detalles que se quedan por el camino, tanto para el discurso de las víctimas como para los agentes de policía que atestiguan. “En mi juicio el Mosso que vino a hacer la atención domiciliaria no recordaba aspectos importantes”, dice Vera, que considera estas faltas como incoherentes.
Muchas veces, la sociedad adopta un comportamiento victimizador hacia las personas que han sufrido violencia machista y las etiqueta de forma negativa, como si la mujer tuviera que sentir vergüenza por la situación en la que se vio sometida. La Vera sentencia que el estigma siempre debería llevarlo el agresor: “Yo no tengo por qué sentir vergüenza por una situación que ni siquiera escogí. Lo que viví me ha hecho más fuerte, es él quien debería ocultarse”.
Desde la Fundación Surt, defienden que el gran reto es introducir la mirada feminista, que constituye una lucha por la equidad de género y los derechos de las personas en todas las esferas de la vida. Es por ello que en la vertiente de investigación de la fundación trabajan para conocer en profundidad las desigualdades de género, analizando el modelo europeo y extrayendo sus innovaciones para incorporarlas a la metodología de Surt.