Las mujeres son mayoría en la universidad pública española. Son más alumnas y más profesoras, tienen cierta paridad en puestos de responsabilidad intermedios pero, cuando un asoma a los rectorados, descubre que son muy pocas. En concreto, de las 50 universidades públicas que hay en el Estado (47 presenciales, 1 no presencial y 2 especiales) sólo 9 (18%) están gobernadas por mujeres. En Catalunya el porcentaje mejora algo: de las 8 universidades públicas (7 más la UOC), hay 2 (25%) con mujeres rectoras: Margarita Arboix (UAB) y Maria José Figueras (URV). Otro dato: desde 1982, cuando llegó la primera mujer rectora (Elisa Pérez Vera, en la UNED) sólo ha habido 20 entre todas las universidades públicas del estado.
Hace unos días, la Fundación CyD y Mujeres & CIA reunieron seis de las rectoras españolas en una mesa redonda para hablar del liderazgo de las mujeres en la universidad: Rosa Aguilar (Universidad de La Laguna), Eva Alcón (Universitat Jaume I), Pilar Aranda (Universidad de Granada), María José Figueras (Universitat Rovira i Virgili), Maria Vicenta Mestre (Universitat de València) i María Antonia Peña (Universidad de Huelva). Seis mujeres de dilatada carrera profesional, tanto como investigadoras como docentes, que un día decidieron dar el salto a la lucha por el rectorado
Primero enemigo, la cátedra
La dificultad principal para que las mujeres hagan carrera en la universidad es la falta de corresponsabilidad de muchos hombres respecto a los cuidados y la crianza. Las dobles y triples jornadas pesan mucho en los claustros universitarios. Para poder plantearse ser rectora de universidad, lo primero es conseguir una cátedra. Y para ir ganando los puntos suficientes, hay que investigar. Y para investigar hay que dejar de lado la vida personal y familiar, al menos en parte. Requiere mucho tiempo de dedicación.
Decía Eva Alcón (rectora de la Universidad Jaume I, de Castelló de la Plana) que no quería «hablar de conciliación, sino de corresponsabilidad». Si hay tan pocas rectoras en España «no es porque no sabemos, sino porque el camino es largo y costoso». Más para ellas que para ellos. «Es una carrera que se nutre de los espacios personales», aseguraba María Antonia Peña, rectora de la Universidad de Huelva. «Son los hombres los que deben empezar a criar a los hijos».
María Vicenta Mestre, rectora de la Universidad de Valencia, lo veía de manera similar, ya que «cuando la mujer está sola, o cría o cuida a otras personas, lo tiene más difícil. Primero hay que ser catedrática; la brecha está aquí». «Por primera vez en la historia, tenemos una sociedad en la que hombres y mujeres estamos igual de preparados para liderar la universidad -explicaba María José Figueras, rectora de URV-. Pero para ser rectora hay que ser catedrática y en mi universidad hay un 27%. Es más probable que llegue al rectorado un hombre. Este es el verdadero techo de cristal que debemos romper».

La brecha comienza en los doctorados
La brecha de género en la universidad pública comienza con el salto a la docencia. Las cifras así lo confirman. Según datos recopilados por la Fundación Cyd, hoy se matriculan y acceden a la universidad más mujeres que hombres (54,8%), con una diferencia pronunciada en grado (55,1%), en máster oficial (54,8%) y equitativa en doctorado (49,9%). En cuanto a los niveles de logro, las mujeres consiguen también mejores porcentajes, con un 58,7% total de egresadas (59,8% de mujeres en grados, 57,8% en másters oficial y 52,6% de en tesis doctorales leídas).
Si se analizan las matriculaciones por ámbitos, las orientaciones que mayor porcentaje de mujeres tienen son: Educación infantil (92,7%), Logopedia (91,5%), Protocolo y eventos (89%), Igualdad de género (87% ), Terapia ocupacional (84,1%), Pedagogía (83,5%), Trabajo Social (82%), Educación Social (81%), Enfermería (81%) y Traducción e interpretación (80,7%). En el otro lado, sólo representan el 12,1% de los matriculados en Informática y menos del 15% en algunas ingenierías como Eléctrica, Mecánica o Electrónica Industrial y Automática. Y tanto en los grados como en los másters, las mujeres registran mejores indicadores de desempeño que los hombres.
Sin embargo, desde el momento en el que optan por un doctorado, las cifras empiezan a igualarse e incluso a decrecer hasta la cima de la pirámide institucional. Apenas el 15,8% de las profesoras funcionarias llega a ser catedrática en la universidad, mientras que el 30,5% de los funcionarios hombres son catedráticos. Es aquí donde se produce el desfase más grande y lo que explica que haya sólo 15 rectoras en el total de universidades españolas (sumando públicas y privadas).
«Debemos creer que podemos»
«Para ser rectora es necesario presentarse y no lo hacemos». Pilar Aranda es la rectora de la Universidad de Granada, y recuerda que cuando salió elegida hace 4 años era la única en toda España. Para ella, una de las dificultades de esto pasa por la falta de visibilidad de las mujeres en la universidad, a lo que se suman también las dudas y desconfianzas o inseguridades personales, que no son pocas. Lo resumía Figueras con su experiencia personal: cuando unos antiguos colaboradores le plantearon que debía presentarse al rectorado tardó dos meses en tomar la decisión. Primero confianza y, después, no dejarse convencer por sentimientos de culpa relacionados con el más que probable abandono (o semi abandono) de la vida personal que hay que asumir a partir de este momento.
«Yo no he tenido sentimiento de culpa -comentaba Vicenta Maestro-. He hecho carrera de investigación y docencia, pero también de gestión. He sido decana, vicerrectora de estudios, de profesorado… No tengo esa culpa porque he contado con mi marido. Existe esta marca social. Necesitamos hombres feministas, cómplices».
Si bien no sólo es eso. Para Rosa Aguilar, rectora de la Universidad de La Laguna, «el problema son los estereotipos. El universitario es un entorno de hombres y para hombres. Te lo cuestionan prácticamente todo». «El avance social y la voz de alarma que nosotros mismos hemos dado han ido despertando conciencias y está dejando entrever un escenario, aunque difuso, de cambio. Necesitamos movernos para que esta transformación de la sociedad sea real lo antes posible», añadía Aguilar.
A ello habría que sumar, según explicaron varias de las rectoras, que en muchos momentos el trabajo de las investigadoras queda invisibilizado, o que los contratos relacionados con la transferencia de conocimiento quedan copados también por los hombres. Según comentó la rectora de la Universidad de Valencia, «sólo el 6% de los contratos de transferencia» son con equipos liderados por mujeres.
En definitiva, la universidad no es ajena a las dinámicas habituales en otros entornos sociales. Las mujeres quedan relegadas a ciertas áreas del conocimiento que, además, tienden a ser despreciadas, minusvaloradas. Además, deben asumir dobles y triples jornadas laborales, o renunciar a parte de su vida personal y esforzarse el doble para llegar al mismo lugar.


