Conformar gobierno en España actualmente es el equivalente a realizar un minucioso trabajo de orfebrería dentro de un barco en movimiento en medio de una tormenta entre grupos de amigos que se llevan a matar. Un paso en falso y se debe volver a empezar de cero. Pero se avanza, y la obra va tomando forma. Las militancias del PSOE avalaron primero el pacto con Unidas Podemos con una mayoría abrumadora, dejando en evidencia la estrategia de los sectores internos que preferían acercarse a Ciudadanos antes de las elecciones.
El PSOE, desde el nacimiento de Podemos, es un partido condenado eternamente a vivir entre una tensión: la del establishment que lo quiere dócil y la de una militancia (y un electorado) que, como decía Zapatero, se parece cada vez más en España: es decir, está cada vez más empobrecida. Y la gente empobrecida, si tiene una sensibilidad de izquierdas y no se deja seducir por los cantos de sirena del postfascismo, prefiere redistribuir la riqueza.
Después lo hicieron los comunes e Izquierda Unida, también con una mayoría superior al 90%, pero el escollo más importante era el de la militancia de ERC. Como bien se explica aquí, la pregunta a la militancia de ERC estaba diseñada de nuevo con la precisión quirúrgica necesaria para asegurarse que los resultados fueran los que la dirección quería. En lenguaje artístico llamaríamos trompe-l’oeil. En lenguaje millennial: postureo. ERC tenía que hacer constar la pregunta en negativo, es decir, diseñarla para que votar que NO implicara acercarse a este pacto de gobierno para justificar que su pacto no era una rendición.
El mundo catalán, desde el inicio del proceso, es un lugar de sombras y cuchilladas. Algo similar a la España del siglo XVIII, antes de la prohibición del marqués de Esquilache de llevar capas para poder ocultar las armas cortas. Cuando el escenario está iluminado todo son buenas caras, pero detrás de cada esquina hay emboscadas. De fondo, lo de siempre: una lucha descarnada para ocupar el espacio vacío de la antigua Convergència y un conjunto articulado de estrategias para ganar las siguientes elecciones. En todo caso, la militancia dio también un apoyo masivo al no-pero-sí.
Con ello, ERC ha conseguido ganar una batalla importante, algo poco habitual: hacer pasar como prioridad de una gran parte del independentismo una mesa de negociación entre el PSOE y ERC, y lo han hecho pasando a la ofensiva, diciendo que el Gobierno debería participar de la mesa de negociación y no sólo ERC. El independentismo no tiene la fuerza suficiente para mantenerse firme en el discurso más duro que pueda representar el sector puigdemontista.
Así, ERC ha aprovechado un momento de tensión interna dentro del mundo convergent-pdecat-juntsxcat, una tensión que viene explicada por el retorno silencioso del hijo pródigo del pujolismo: Artur Mas. Las predicciones en el mundo catalán se pagan carísimas por la inestabilidad de éste, pero, asumiendo la gran posibilidad de error, aquí hay una: Artur Mas participará en las próximas listas de Junts per Catalunya, y lo hará acompañando al candidato o candidata (seguramente Laura Borràs), la última de las espadas de Puigdemont. Porque Quim Torra nació con un contrato temporal.
Habiéndose instalado el #sitandtalk por encima de la unilateralidad (porque la gente que quiere la unilateralidad, que existe, es poca, vive en Twitter y en las calles y desconfía de los partidos políticos), JxCAT tiene poco a jugar. Y es que en el fondo, parte importante del partido también desea que el gobierno en España se desbloquee y se pueda abrir una nueva etapa.
¿Cuáles son los pasos a seguir, a partir de ahora? Gabriel Rufián, nuevo hombre de cordura, lo formulaba sintéticamente en un tuit que decía lo siguiente: «2 fases: 1a) Pre-Investidura Equipos de Trabajo de ERC y PSOE por un calendario/compromiso de creación de una Mesa de Negociación entre Gobiernos. 2a) Pos-Investidura Mesa de Negociación y Resolución del Conflicto Político de Govern a Gobierno». En palabras más coloquiales: lo que se pide para la investidura no es nada tangible, sino el compromiso que, una vez haya gobierno, se empezará a hablar de cosas de verdad.
En los próximos días nos marearán con diferentes interpretaciones de la palabra «mesa». Veremos discusiones por su tamaño, por su color, por su contenido, por el número de patas y por su material. Otra vez: trompe-l’oeil, postureo, de dos lados: la campaña de la derecha española es brutal, despiadada y cínica. Empezando por los comentarios de José María Aznar, pasando por las palabras del fascista de Abascal, y continuando por las portadas de los diarios de la prensa que, como el ABC, ha estado siempre del lado oscuro de la historia de España.
Cuando el rico ve peligrar, aunque sea ligeramente, su estatus, mueve todos los recursos de los que dispone, que son muchos. Y eso incomoda al PSOE, porque, como hemos dicho, vive en un terreno intermedio entre lo que le gustaría a las bases y lo que las correas del poder le permiten hacer. De hecho, los únicos que callan son los podemitas, aunque se han tenido que tragar más de un sapo. Pero ya hace demasiado tiempo que están en caída y saben que la mejor de las soluciones, tanto para ellos como para el país, es que se conforme un gobierno lo antes posible. Lo piensan ellos y lo piensa la militancia, que, como de costumbre, avala mayoritariamente el pacto.
Resumiendo: el barco se tambalea, la tormenta continúa, los compañeros de viaje se odian con ganas y, sin embargo, el objeto toma cuerpo. Si nada se estropea, habrá gobierno antes de que acabe el año.


