Desde hace algún tiempo las fuerzas de extrema derecha que, en algunos casos, gobiernan en países de centro y el este de Europa, han planteado iniciativas encaminadas a la “condena del comunismo” y su equiparación con el nazismo. Finalmente, y ante la pasividad o la insostenible colaboración de populares y socialdemócratas europeos, ha salido adelante una resolución del parlamento europeo que, aunque no tiene transcendencia normativa concreta, sí que abre la puerta a que partidos de extrema derecha y neofascistas como VOX en el Estado español, lo utilicen en un doble sentido. Por un lado para blanquear sus idearios profundamente antidemocráticos, y por otro, para echar una mano a sus “hermanos” polacos, húngaros o rumanos, que ven como crece el malestar en sus pueblos ante el desvanecimiento de los derechos conquistados en la etapa socialista. A cambio, lo único que ha florecido estos último treinta años es un rancio nacionalismo, catolicismo ultraconservador y el capitalismo más salvaje.
Como afirma la Federación Internacional de Combatientes de la Resistencia (FIR) la “resolución” impulsada por estos gobiernos neofascistas del este de Europa “pone en un mismo nivel a los opresores y los oprimidos, a las víctimas y a los asesinos, a los invasores y a los libertadores”.
Sostengo, tal como el Partido Comunista de España e Izquierda Unida han dicho muchas veces, que libertadores fueron pueblos como el soviético, que resistieron y vencieron al nazismo, con el coste de cerca de 25 millones de personas muertas. Y libertadores fueron también los partisanos y resistentes franceses, españoles, italianos, alemanes, griegos, yugoslavos, búlgaros y un largo etcétera, que resistieron y arriesgaron sus vidas y familias para liberar Europa del yugo del fascismo en Europa. Fueron los mismos que apoyaron a la democracia española en nuestra guerra civil.
En suma, la imagen del fin de la guerra y la victoria sobre el fascismo se expresa gráficamente en la entrada en París de las tropas aliadas, encabezadas por españoles republicanos. También en el desembarco de Normandía. Sin duda, en la liberación de los campos de exterminio nazis. Pero sobre todo, lo simboliza la victoria en Stalingrado y la entrada en Berlín de las tropas soviéticas.
Todo ello quedó reflejado posteriormente en Yalta y Postdam y en la fundación de la Organización de las Naciones Unidas y en la declaración de Derechos Humanos y en la posterior de Derechos políticos y sociales.
La Europa social que se construyó tras la guerra mundial y hasta la llegada de Reagan y Thatcher es hija de las luchas antifascistas. Los avances sociales de postguerra son hijos de luchas de sindicatos y partidos de izquierdas en Europa, tanto en el Este como en el Oeste, donde en este último caso las élites económicas y monopolios prefirieron ceder en derechos sociales antes de verse rebasados democráticamente por procesos revolucionarios. Ahí estaba el problema. Y por ello se hizo lo legal y lo ilegal para que partidos comunistas como el francés, el italiano o el griego no pudieran acceder a esos gobiernos de Europa occidental.
Europa es inconcebible sin el influjo positivo de la revolución francesa, pero lo es tanto o más sin el alcance y el impulso de la revolución socialista de Octubre en Rusia y la fundación de la URSS. Y no solo Europa. El proceso de descolonización y liberación de países de todo el mundo se produjo con la ayuda de ese impulso revolucionario. Los errores, deformaciones, y en algunos casos aberraciones acaecidas en el intento de construir una sociedad socialista entre 1917 y 1991 en la Europa del Este no son imputables a un ideario político, como no se puede imputar al cristianismo los crímenes de la inquisición y la caza de brujas. En todo caso, está claro que hay multitud de sondeos en los países del este que apuntan a una visión globalmente positiva hacia la experiencia socialista que vivieron. Junto a ello crece hoy la preocupación por su libertades y sus derechos civiles.
En España, sin el Partido Comunista no habría existido un tránsito desde la dictadura de Franco hacia un sistema de monarquía parlamentaria; a pesar del condicionamiento que ella ha tenido por parte del franquismo los últimos cuarenta años. Sin la legalización del PCE y los partidos de la izquierda comunista no habrían existido los mínimos democráticos en España. Sin el Partido Comunista, sin las Comisiones Obreras ni otras fuerzas y partidos democráticos y su lucha en el franquismo, difícilmente se hubieran conseguido derechos que fueron arrancados al dictador tras muchas luchas y mucha sangre. Nada nos ha sido regalado. Y cuando no hay luchas, aparecen los de siempre a revertir estas conquistas.
Para colmo VOX pretende apropiarse de la Constitución española, pero no precisamente para reformarla a mejor. Las personas que vivimos el 78 aún muy jóvenes tenemos en nuestra memoria el rechazo frontal o encubierto a la Constitución por parte de los antecesores del actual VOX, acusando al presidente Suárez, al cardenal Tarancón y al teniente general Gutiérrez Mellado de traidores a los “santos” principios del “movimiento nacional”. Mis dudas entonces sobre una Constitución que nacía bajo la amenaza permanente de golpe de Estado y con concesiones como la de las potestades del rey, o el papel de las fuerzas armadas, no me impedían ver los avances sobre la España de apenas tres años antes (1975). Pero el rechazo fascista era otro muy distinto. No nos dan gato por liebre. No vamos a permitir que blanqueen no sus pretensiones, sino sus voces y sus hechos desde hace ochenta años. VOX lo deja muy claro en sus documentos:
1) Abolir de una sola vez o en fases el Estado de las Autonomías establecido en la Constitución. Vox pretende acabar con todo el autogobierno nacional y regional y sustituirlo por las provincias. Imaginamos que con “gobernadores civiles y militares” incluidos. ¡Faltaría más!
2) Rememorar a la falange y a José Antonio Primo de Rivera diciendo que el Estado constitucional ha degenerado en Estado de Partidos. Saquen conclusiones. De aquí al Glorioso Movimiento Nacional y la represión generalizada hay poco trecho.
3) Proponen la indisoluble unidad de la Nación española. Si vemos la evolución política, está claro que permanentes e indisolubles hay pocas cosas. Las últimas declaraciones de los líderes de VOX han puesto en evidencia que sus soluciones para la complejidad nacional no son otras que la fuerza armada. Y alguien (y no solo de VOX) debería reflexionar si cuarenta años de fascismo sirvieron para solucionar el problema catalán o vasco, o muy por el contrario sirvió para alejar a cada vez a más vascos y catalanes del resto de España.
4) Dicen también en sus documentos y programa que la economía de mercado, la libre iniciativa y el pleno reconocimiento del derecho de propiedad son las claves de la prosperidad y el Estado debe ser el guardián de ello. Estos salvapatrias proponen barra libre y derecho de pernada para los empresarios. Una cosa hay que agradecerles, y es que hagan visible el carácter inequívoco de clase del estado capitalista, obrando como defensores sin complejos ni subterfugios de los intereses de los monopolios y grandes empresas.
Pero les propongo que hagan un leve ejercicio de memoria y nos digan en qué momento del siglo XX y del siglo XXI la empresa privada nos ha sacado de una crisis o ha consolidado algún avance económico o social. Da igual mirar a la dictadura de Primo de Rivera, la República, los años sesenta del franquismo, el felipismo del PSOE o los gobiernos del PP para ver que ha sido el Estado el que ha tenido la iniciativa y el protagonismo, con planes de inversiones, empresas públicas, grandes obras o incluso los rescates bancarios los que han propiciado el crecimiento económico (siempre desigual) de España.
En otras palabras, han sido los Presupuestos Generales del Estado, financiados con los impuestos procedentes en su mayoría de trabajadoras y trabajadores, los que “han hecho grande España” y alimentado a multitud de empresas constructoras, industriales y financieras. Si nos atenemos a la gran depresión de 2007-1014 se observa que no ha sido la regeneración empresarial ni la innovación o un nuevo modelo productivo los que han alumbrado la salida de la crisis, sino el paro primero y luego la precarización y drástico recorte de los salarios y derechos sociales los que han hecho superar al capitalismo español la crisis.
5) La solidaridad no ha de ser monopolizada por el Estado. ¡Pasen y vean! Nos recetan más o menos una nueva versión de la caridad de la Sección Femenina del Fascismo español con los pobres.
6) Nos dicen que España es una gran Nación gracias a la determinación, coraje y sacrificio de sus gentes. Sin duda, pocos países tuvieron tan gran pueblo para tan impresentables gobernantes a lo largo de su historia. La grandeza a la que los gobiernos fascistas o conservadores nos llevaron fue a entregar a los patriotas cubanos y filipinos a las manos imperialistas de los Estados Unidos en 1898.
7) El negacionismo de la violencia machista, del machismo en general o del cambio climático son señas de identidad de los pronunciamientos de los dirigentes de VOX, especialmente en las redes sociales, junto a la utilización de la mentira como práctica cotidiana emulando al jefe de propaganda de la Alemania de Hitler, Goebbels, cuando decía que una mentira repetida acaba tomando carta de naturaleza de verdad (postverdad como dicen los medios).
12) No quisiera olvidar por último la criminalización de la inmigración que practican diariamente, utilizando para ello el miedo al desempleo, la falsa sensación de inseguridad ciudadana, la xenofobia, el racismo y la islamofobia. Todo ello propagando datos sobre las ventajas sociales de los inmigrantes sobre los autóctonos. A las personas que hemos nacido en los años sesenta nos produce vergüenza hoy hablar de muros gigantes y rechazo del derecho humano básico a la inmigración (véase declaraciones de Soledad Becerril), por la memoria visual de muchos españoles y españolas que partieron para huir de la miseria y el paro, con una maleta a cuadros, rumbo a Alemania, Francia, Suiza, Gran Bretaña, México, Venezuela, Uruguay o Argentina, aceptando cualquier trabajo y vivir muchas veces en guetos.
Es una obligación desnudar y combatir a diario a a VOX y su tinta de calamar para encubrir su ideario y sus propuestas fascistas. No son constitucionalistas, porque quieren la abolición de nuestros derechos y libertades. No quieren el bien del país. Sólo el de la minoría poseedora de los bancos, grandes empresas, rentistas y grandes patrimonios (clase ociosa).
Quieren la condena institucional del comunismo, tal como decía al comienzo de este escrito, porque en realidad su último y verdadero objetivo es acabar con la democracia, las conquistas sociales, la libertad y la perspectiva de superación del capitalismo que representa el ideal comunista. Lo terrible de todo esto es que haya partidos que se dicen democráticos y de centro-derecha, que se apoyan en esta gente con una tan poco presentable hoja de servicios democrática. Porque, no lo olviden, esto es fascismo. Y el fascismo no es el riesgo de secesión en un país, es su más profunda ruina humana, política, económica y social.
Artículo de opinión publicado originalmente en la revista Sin Permiso