Había mucho miedo que a que se produjera un “tamayazo” – nombre que recibe el transfuguismo, después de que el diputado Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez cambiaran la dirección de su voto en la Asamblea de 2003, impidiendo que el socialista Rafael Simancas se convirtiera en presidente de la Comunidad de Madrid. Aunque Santiago Abascal se refiriera al Tamayazo como “ataque de dignidad”, diputados y diputadas del PSOE habían denunciado haber recibido cientos de amenazas durante los últimos días para que cambiaran la dirección de su voto. Tal era el miedo de que esto sucediera, que la noche anterior de la investidura, ERC y Bildu, tras mantener conversaciones con el PSOE, acordaron cambiar sobre la marcha su abstención por votos afirmativos si fuera necesario. Los golpes de Estado, en este milenio, toman formas más sibilinas. Pero nada de esto ha sucedido y, para descanso de la coalición de izquierda y de aquellos que la hicieron posible, en acabar la sesión ya podían afirmar que Pedro Sánchez es el nuevo presidente de España.
En su discurso en la última de las sesiones de investidura comenzaba alabando la figura del Rey, pieza estructural que frena la evolución territorial y democrática de España y que, en estos tiempos, ha quedado más claro que nunca cuáles son los intereses que representa. Después, saltaba directamente a agitar el fantasma del terrorismo, para vincularlo directamente con el independentismo. Monarquía, terrorismo, unidad territorial. Lo que ha sostenido la peores de las derechas siempre, la losa contra la que tendrá que luchar este gobierno. VOX y la CUP, PP y Unidas Podemos: las dos Españas vuelven a estar a flor de piel.
El mejor gobierno de los gobiernos posibles
En momentos puntuales en los que el término medio ha quedado vacío de contenido, los bandos se definen de manera nítida entre dos polos diferenciados; en estos momentos escoger entre dos es una cuestión de principios. Si los principios son el feminismo, la igualdad de oportunidades, la plurinacionalidad y la resistencia antifascista, este es el mejor de los gobiernos posibles. Un gobierno con una agenda feminista que promete, entre otras cosas, equiparar por ley los permisos de paternidad y maternidad, retribuidos e intransferibles al llegar el 2021 – así como la creación de una Oficina Estatal de lucha contra la discriminación de género.
Catalunya, siempre Catalunya
Si bien es cierto que en casi todos los rincones del Estado este es el mejor de los gobiernos posibles, Catalunya siempre es diferente. Un análisis que quiera comprender la actual situación de España y la excepcionalidad de este gobierno de coalición debe pasar necesariamente por comprender la realidad catalana. Catalunya será o no un Estado independiente en el futuro, pero sus dinámicas políticas son las de un Estado independiente: piensa diferente, habla diferente, siente diferente. Y sin embargo, por mucho que el independentismo diga querer desprenderse de intervenir en la política española, lo que pasa en Catalunya produce efectos en el resto de España. Todo el camino que ha llevado hasta el día de hoy, empezando por la moción de censura que hizo caer a Rajoy hasta la llegada del primer gobierno de coalición en la historia del país sería inexplicable sin la historia propia de la política catalana.
España tiene una deuda con Catalunya que se repartió entre la derecha y, también, hay que recordarlo, entre importantes sectores del Partido Socialista, que no dudaron en adoptar el discurso del odio contra Catalunya. Es por ello que desde una parte de Catalunya lo que sucede hoy no se analiza desde el prisma de los ejes diferenciados de derecha-izquierda, feminismo-patriarcado y, finalmente, fascismo-antifascismo, sino desde la ya casi eterna lucha por la hegemonía del independentismo catalán.
No es ahora el momento de inspeccionar la rocambolesca historia del procesismo y sus mil y una piruetas. Pero la investidura de Pedro Sánchez certifica, de una vez y por todas, el cambio de roles entre ERC y los postconvergents de JXCAT. En la historia de España y las naciones que la conforman, resuena otro símil histórico: las elecciones del 16 de febrero de 1936 en las que ERC decidió formar parte de la coalición de izquierdas del Front Popular, mientras que la Lliga Catalana, de los que el espacio convergente es heredero, decidió no formar parte. ERC ha decidido apoyar a un gobierno de izquierdas a pesar de saber que, aquí, medios y sectores poderosos de la derecha catalana los acusarán (ya lo hacen, de hecho), de traidores.
Pero ERC ha preferido ser coherente con su historia y ejercer de muro ante la amenaza que supone la derecha neofranquista. Pero es que, mirándolo desde esta perspectiva, Junts per Catalunya también ha sido fiel a su historia. Lo que pasa es que esta historia, por mucho que se envuelva con la estelada, tiene otros colores.
El pacto de investidura entre el PSOE y ERC se sostiene en una frágil promesa y queda recogida en un documento que no llega a las dos páginas: La Mesa de Diálogo. Una Mesa que, si bien no tiene otra función que su propia existencia, será el elemento más importante para que la legislatura pueda sobrevivir. El apoyo emocional que pueda tener ERC no vendrá de Catalunya. La lucha por el espacio independentista no da tregua y tanto sus “compañeros” de gobierno como la CUP criticarán, de manera reiterada en el tiempo, cómo su traición ha alejado a Catalunya de ser liberada.
Quien sostendrá a ERC serán aquellos que, sin ser catalanes, quieren lo mismo para sus pueblos que lo que quieren los republicanos: Bildu, BNG y, en parte, el PNV. Aquí, de alguna manera, se echa en falta a la CUP. No es necesario entrar en la demagógica acusación de que, por compartir la misma dirección de voto que VOX, estos, a final del día, actúan de la misma manera. No es una comparación que disfrute de un mínimo de calidad analítica y merece ser ubicado en el terreno de los siempre interesados ataques partidistas. Ahora bien, esta comparación sí que empieza a cobrar sentido en el momento en que se compara el voto negativo de la CUP con la abstención de Bildu – esencial para que este gobierno siga adelante. Dos formaciones hermanas por lo que representan, tanto por sus discursos, como por sus respectivos electorados, pero que han decidido actuar diferente en este momento histórico.
Hoy se inicia una nueva etapa para España. En un contexto de excepcionalidad nace un gobierno fruto de estas mismas circunstancias excepcionales. La oposición comenzará a partir de ahora a tildarlo de gobierno ilegítimo. Aquellos que dicen ampararse en ley siempre buscan saltársela cuando no les beneficia. Con todo, Sánchez no podrá sobrevivir haciendo sólo equilibrios. Se le requerirá valentía y llevar al PSOE a la izquierda de sus posibilidades. La tarea que tiene a partir de ahora es monumental. Cuidado, esta vez sí, con unas compañeras de viaje que representan la otra España, la esperanza de hacer los pasos que este país tiene que hacer. También para Catalunya.


