Qué dolor ver como nos tienen. Qué dejadez la suya, la nuestra; como nos cuesta poder desplazarnos desde tantos y tantos rincones de nuestro territorio; qué tipo de suciedad respiramos; como de olvidadas tenemos las comarcas interiores, y las Terres de l’Ebre. Qué dejadez la suya, la de los que gestionan desde el despacho y el coche oficial, y qué dejadez nuestra. Somos del sur y debemos estar orgullosos de serlo. Somos así, empáticos, humildes, llamativos, pintorescos, si lo desea. Tenemos la piel morena de este sol que nos acaricia en los viñedos, en los campos de avellanos y sobre las barcas. Tenemos la inquietud de estar en un territorio que siempre ha sido olvidado por según quien, en el país.

Últimamente, con el incidente en el complejo petroquímico, hemos podido descubrir que la inseguridad es máxima y que, si van mal de verdad, realmente no hay ningún plan que nos salve. Es obvio que no podemos deshacer lo que hemos hecho, y que el daño ya está hecho pero, llegados a este punto, tenemos que pedir la máxima rigurosidad para que todo funcione como debe funcionar. Porque una explosión más grave podría conllevar consecuencias terribles a la población más cercana. Y también tenemos que tener en cuenta que a saber qué respiramos cada día. Y me atrevo a hacer esta afirmación por la opacidad de todo ello, por la ambigüedad, los gestos y los hechos.

Quizás haría más vía viajando por el territorio como lo hacían mis antepasados, con el borrico y la tartana, a paso lento, disfrutando del paisaje y el clima. Lo difícil la movilidad, en el Camp, cuán complicada. ¿Cómo explicar que siento rabia y tristeza, que siento la desazón de la deuda, la deuda con mi tierra, tierra trabajada con las manos y el corazón, tierra dibujada entre el mar, las montañas y sierras.

Todo lo que nos has dado, Camp de Tarragona, y que poco que te hemos devuelto. Hemos dejado que, poco a poco, hayas perdido la luz de la alegría, la alegría que nosotros también estamos perdiendo. Y somos el sur, coño, y si nuestra tierra no tiene alegría, como hemos de tener nosotros, las personas que vivimos? Hay una movilización constante y civil, una reivindicación desde todos los puntos del territorio, de campanario en campanario. Debemos recordar a los políticos que nos representan, porque esto, que nos representen. Que se ha acabado el pan y circo. Basta, sin embargo, de parar la mano a cambio de respirar mierda, bastante a la disciplina de partido si esto ha de suponer una red de transporte público con graves deficiencias.

Potenciamos los servicios sanitarios y educativos de nuestro Camp. Grandes profesionales de la salud y la educación ya las tenemos. Reivindicamos la foto y sobre todo escuchadlas, y escuchamos la foto. Estimado Camp de Tarragona, podría decirte tantas cosas que me levantan por dentro… Como volverte todo lo que nos has dado, como podemos ser tan mezquinos contigo, querida tierra nuestra.

Reivindicamos seleccionados porque es nuestra tierra, hagámoslo desde ahora mismo. Cierro los ojos y puedo sentir la brisa de la playa desde la Mussara, el olor de los sacos de avellanas en los almacenes de las cooperativas, el aroma de las bodegas, los gritos de un castillo cargado. Puedo ver la Roca pintada por Miró, los pájaros libres por el delta, el Ebro majestuoso. Puedo ver cómo la Mola de Colldejou da la bienvenida, y els Ports, y el Montsant, y puedo escuchar las campanas, pisar los viñedos ásperas del Priorat, y todo ello tan sólo cerrando los ojos.

El Alt Camp, Baix Camp, Baix Ebre, Baix Penedès, Conca de Barberà, la Ribera d’Ebre, el Montsià, Priorat, Tarragonès, Terra Alta. Sí, es nuestra tierra, nuestro territorio, nuestro Campo, reivindicamos-lo, es nuestro.

Este artículo fue publicado en Reusdigital.cat.

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