En consonancia con los tiempos que corren, el pasado 23 de enero fue una tarde con protagonismo femenino en la sede central de Barcelona En Comú. Allí se celebró un acto consistente en el pase del documental de Netflix Knock Down the House (algo así como “Tirar la casa abajo”, en inglés), seguido de una charla-debate.
Un documental…
La película recorre los inicios de la carrera política de la que hoy por hoy es la congresista más joven de los Estados Unidos, Alexandria Ocasio-Cortez, pero también de otras mujeres que siguieron su estela, como Cori Bush, Paula Jean y Amy Vilela, que se quedaron a medio camino y no consiguieron ser elegidas. Mujeres a las que une el mismo común denominador: un origen humilde, una fuerte personalidad y el deseo de cambiar las cosas, utilizando para ello los resortes del propio sistema, pero con la intención de reformarlo, de democratizarlo profundamente desde dentro.
Una democratización consistente básicamente en la denuncia de las injusticias que padecen los trabajadores, pero llevada a cabo por los propios trabajadores, que deciden presentarse a unas elecciones. Y utilizando para ello las llamadas campañas políticas “puerta a puerta” (door to door), de larga tradición en el mundo anglosajón pero poco usuales en España. Campañas donde el candidato recorre la calle repartiendo propaganda a los transeúntes o llamando directamente a las puertas de los domicilios para presentarse y dar a conocer su programa político. Un método ideal para candidatos con pocos recursos, y más aún en un país como Estados Unidos, donde el coste de una campaña política es tan enorme que requiere normalmente del apoyo de poderosos lobbys o grupos de presión. “Bcn En Común ya ha adoptado esta estrategia” –asegura Eunate S. Casado, responsable de prensa de la formación- “Y nos hemos formado para ello”.
El documental, como hemos dicho, es un recorrido por el día a día de la campaña de Ocasio-Cortez para las Primarias del partido demócrata del año 2018, en representación del distrito neoyorquino de Bronx-Queens. Y tiene un fuerte tono épico y emotivo: mujer latina y de clase social humilde se presenta a unas elecciones por primera vez, enfrentándose al candidato del establishment demócrata (Joe Crowley). Un hombre que es su antítesis: wasp de edad madura que simboliza el continuismo del aparato. Contra todo pronóstico, será la novata quien gane las elecciones, armada únicamente de su ímpetu, su discurso reivindicativo y esas campañas “puerta a puerta”.
Las imágenes de Netflix nos presentan a una mujer menuda, pero apasionada y dotada de una enorme carisma y determinación. Su porte, sus palabras, suenan a auténticos, a diferencia de las frases huecas y gastadas de los políticos profesionales. La vemos encarar a los ciudadanos en su campaña door to door, la vemos pronunciar frases que son verdaderos disparos (“los ciudadanos americanos corrientes se merecen ser representados por ciudadanos americanos corrientes”; “le llaman clase trabajadora por un motivo: porque no paras de trabajar”). La vemos llorar en la noche electoral tras conocer su inesperado triunfo, mientras una periodista le espeta: “ha sido una campaña de base”. Y la vemos en el final apoteósico del documental: Ocasio posa junto a su pareja, ya ganado el escaño, ante el edificio del Congreso. Allí, con el símbolo de la democracia americana detrás, rinde tributo a la memoria de su padre. Y contra lo que pueda pensarse, lo más difícil para ella empieza ahora: mantener contra viento y marea su frescura y su ideario o ser asimilada, engullida por el mismo establishment que prometió combatir.
…y un debate
Tras el pase del documental, se inició un animado debate con cinco ponentes que, siguiendo la tónica del acto, eran mujeres de ideología progresista: representando a la asociación Women’s March Barcelona acudieron Rachel Mantiñán, Camila Osorio Van Issochot y Chelo Álvarez-Stehle. Y por parte de la organización Democrats Abroad Barcelona, estuvieron presentes Catherine Dexter y Annie Graul, su secretaria de Organización. Women’s March Barcelona es una entidad fundada hace tres años en la ciudad condal como fruto de las protestas masivas contra la designación de Donald Trump como presidente. “Creemos que Trump es el síntoma de algo más grande que no sólo existe en los Estados Unidos, sino en más países” -asegura Rachel Mantiñán- “Y por eso seguimos activos en Barcelona, organizando eventos, acciones, iniciativas y protestas respecto a hechos que suceden tanto en Estados Unidos como en el exterior”.
Democrats Abroad Barcelona, por su parte, es la organización que representa en el partido Demócrata a los votantes norteamericanos en el Extranjero. “Los americanos que vivimos fuera de los Estados Unidos somos el estado número 51” -afirma Graul- “y tenemos el mismo derecho y la misma representación en el Comité Nacional del Partido Demócrata que un estado”. Poca broma: se calcula que en el extranjero viven alrededor de nueve millones de estadounidenses, de los cuales siete millones tienen derecho a voto, lo que les convierte en una fuerza electoral considerable, capaz de decidir el sentido de unas elecciones.

Una vez comenzado el debate, éste se centró básicamente en la denuncia de las deficiencias del sistema electoral americano: su carácter complejo y alambicado, donde se elige indirectamente al presidente a través de la institución conocida como “Colegio Electoral”; o el diseño amañado de las circunscripción electorales (conocido en inglés como gerrymandering) a fin de que ganen los republicanos, aunque sean minoría.
Pero el momento más interesante del debate se vivió cuando, en el turno del público, dos asistentes replicaron a la afirmación hecha por una de las ponentes de que Estados Unidos “no era un país normal” desde que gobernaba Trump. “¿Pero acaso no lo eligió el pueblo?”, terció una mujer. “¿Entonces, cuando gobernaba Obama sí que era un país normal?”, aventuró otro. Preguntas políticamente incorrectas que quedaron flotando en el ambiente, sin una respuesta clara.
“Hay que tener en cuenta una cosa: Hillary Clinton fue la ganadora de las últimas elecciones. Ganó por tres millones de votos” -replica Annie Graul- “lo que ocurre es que en América tenemos el ‘Colegio Electoral’, que funciona como la ley electoral aquí en España, donde un voto en Lérida vale más que un voto en Barcelona. Allí no elegimos directamente al presidente, sino que elegimos a los delegados del Colegio Electoral, que son los que finalmente elegirán al presidente. Pues bien: en el Colegio Electoral, un voto en Wisconsin pesa, aproximadamente, como veinte veces más que un voto en el estado de Nueva York, donde Hillary ganó rotundamente. De hecho, en las elecciones de 2016, tres estados -Wisconsin, Michigan y Pennsylvania-, cuyos votos representan unas décimas del total, decidieron el resultado final en el Colegio Electoral.
El sistema es tan imperfecto que se está diciendo que en los próximos comicios Trump podría perder hasta cinco millones de votos, y aun así, obtener mayoría de delegados en el Colegio Electoral”. Por tanto, la secretaria de Organización de Democrats Abroad lo tiene claro: el sistema electoral distorsiona la voluntad del pueblo. “La mayoría de los americanos piensa como el Partido Demócrata” –asegura- “de hecho, en las elecciones de 2018 para la Cámara de Representantes, ganaron los candidatos demócratas que llevaron en su programa como punto fuerte la creación de un sistema sanitario público. La gente quiere eso”. En consecuencia, uno de los objetivos principales del movimiento de base en el Partido Demócrata que representan mujeres como Alexandria Ocasio-Cortez, es la reforma de la ley electoral americana. “Pero eso no lo conseguiremos hasta que tengamos mayoría en las dos Cámaras del Congreso y la Presidencia”.
En cuanto a que si figuras como la joven congresista neoyorquina de origen portorriqueño son un fenómeno puntual o si tras ella otros hombres y mujeres de clase trabajadora se presentarán a las elecciones para hacer valer los derechos de este sector, Annie Graul argumenta que “Alexandria Ocasio-Cortez lo que representa es a la base del partido. Y subió con el apoyo de un grupo de base que no se identifica con el aparato pero sí con el pueblo. Y si me preguntas si eso supone un cambio de tendencia, te diré que, con lo que estamos viviendo ahora, pienso que sí. De hecho, Donald Trump tampoco procedía del aparato del Partido Republicano”.
Aunque una duda queda flotando en el aire: ¿en el Partido Demócrata pertenecer a la base es lo mismo que defender los intereses de los trabajadores o no necesariamente? “Ojalá”, responde. Y añade: “La política del Partido Demócrata representa mucho mejor los intereses de la gente humilde, de las personas de clase media y clase trabajadora. Porque, por ejemplo, nosotros apoyamos un sistema universal de salud pública, que en Estados Unidos no existe. El 1% de la población, los ricos, pueden comprar un seguro y tener cuidados médicos sin ningún inconveniente, mientras que los más desfavorecidos viven en absoluta pobreza debido a lo que deben pagar por un tratamiento médico”.



