En la actualidad, aunque podemos ver casos aislados de profesionales reputados con alta formación, así como activistas sociales – y de peso intelectual – en puestos de salida de las listas electorales, en la mayoría de casos vemos jóvenes formados en los aparatos de las organizaciones juveniles de los partidos o de los sindicatos. Personas sin actividad profesional más allá de estos espacios internos o plataformas adyacentes, así como dirigentes “eternos” que llevan pasando de un cargo público a otro desde hace décadas.
¿No seria necesaria una reflexión profunda por parte de estas organizaciones sobre el porqué el proletariado, el precariado o simplemente los sectores obreros y populares no están representados – o absolutamente infrarrepresentados – en los puestos de salida de las listas electorales? ¿No sería mucho más representativo que miembros de las kellys o de los riders, que llevan a cabo una lucha sindical encomiable, tuvieran también voz en los parlamentos y los ayuntamientos?
Esta realidad de los últimos años dentro de los partidos y organizaciones de clase, o simplemente de izquierdas, en Catalunya contrasta con experiencias como las del diputado comunista y sindicalista obrero Juan Ramos – y muchos miles más – forjados en la heroica lucha anti franquista y democrática dentro de grandes organizaciones como las CC.OO. de los 70 y 80.
Juan Ramos Camarero (1944 – 2011) fue uno de tantos que tuvo que abandonar su Andalucía natal – concretamente el pueblo de Íllora, en la provincia de Granada – para buscarse la vida en el sector secundario catalán. La empresa Siemens seria en donde trabajaría y militaría activamente desde los años 60. Tanto en las clandestinas CC.OO. como en el PSUC desarrolló unas ingentes tareas agitadoras y organizadoras que le llevaron a los más altos puestos de responsabilidad en ambas organizaciones de la clase obrera de Catalunya.
Se convirtió por méritos propios en un dirigente reconocido por los trabajadores después de años de lucha sindical y formó parte de la candidatura del PSUC por la circunscripción de Barcelona en las elecciones generales de 1977. La candidatura estaba encabezada por Gregorio López Raimundo, histórico secretario General de los comunistas catalanes, seguido de Antonio Gutiérrez Díaz, ex preso político, arquitecto de l’Assemblea de Catalunya y, en definitiva, una de las mentes más preclaras de la oposición democrática a la dictadura. En tercera posición se situaba el mítico dirigente sindical y cofundador de las Comisiones Obreras en Catalunya Cipriano García, manchego y con décadas de lucha antifranquista a sus espaldas. En cuarto lugar, Jordi Solé Tura, intelectual con una extensa trayectoria antifranquista y que sería uno de los padres de la Constitución Española de 1978. Finalmente, en quinto lugar se encontraba Juan Ramos.
En las elecciones de 1979, Ramos volvería a salir elegido diputado, cargo al que renunciaría pocos meses después para presentarse en la lista comunista para las elecciones autonómicas de marzo de 1980. Volvió a ocupar el quinto puesto de la lista por Barcelona, de una candidatura encabezada por la figura incombustible de Josep Benet, secundado por el “Guti” y ocupando el tercer lugar Paco Frutos, destacado dirigente sindical de Comisiones, seguido de Maria Dolors Calvet, activista, organizadora comunista y feminista con un gran fondo intelectual muy vinculado al urbanismo.
El PSUC demostraba un grandísimo músculo organizativo y de penetración en la clase trabajadora y amplios sectores populares en la confección de sus listas. Combinando dirigentes del partido, intelectuales combativos, destacados militantes de los movimientos sociales, del sindicalismo etc. Sin lugar a duda, su trayectoria histórica y su realidad del momento confirmaban su caracterización como partido nacional y de clase.
Con la escisión marxista-leninista y profundamente crítica con los resultados de la Transición que sufrió el PSUC en 1982, protagonizada cuantitativamente por sectores obreros -entre 6.000 y 7.000-, dio lugar al nacimiento del Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC). Juan Ramos ocuparía la secretaria general del flamante partido -su presidencia recayó en el histórico dirigente Pere Ardiaca- y estaría presente en los puestos más elevados de futuras candidaturas electorales, del mismo modo que el PSUC en aquellos años. Ambos mezclaban representantes de aquello tan asumido en el espacio comunista de “las fuerzas del trabajo y de la cultura”.
Estos dos partidos hermanos pronto confluirían en un nuevo sujeto político: Iniciativa per Catalunya, donde el papel del secretario general de Comisiones Obreras en Catalunya, José Luís López Bulla tuvo, un papel esencial en la pacificación del espacio sindical de los comunistas.
Juan Ramos y todos ellos son hijos de una época concreta e irrepetible de nuestro país, con un modelo productivo, una realidad social y cultural diferente y hasta un contexto internacional incomparable al actual. Ahora la gente del común, asalariados con trabajos en condiciones difíciles, precarias o simplemente con aún “un mundo por ganar”, siguen representando a amplísimas capas de la sociedad, pero esa representación no llega a los asientos y pasillos de las instituciones.
¿Qué causas explican esta realidad? ¿El vaciamiento de estos partidos de una militancia de extracción popular que no sea de avanzada edad? Si existe esta pérdida de músculo militante desde hace años, impacta comprobar como no surgen iniciativas para intentar revertir este proceso desde espacios que se reclaman como representantes de la clase trabajadora. Impacta ver como hay una mayoría de los principales representantes públicos y con responsabilidad institucional que han crecido y desarrollado sus carreras “profesionales” dentro de los partidos o sus espacios de influencia.
Si la realidad política exige un nivel de especialización muy importante, estos partidos deberían tener estructuras formativas para poder desarrollar las capacidades de la militancia, sea cual fuera su trayectoria anterior.
Es muy significativo que la jibarización general que han sufrido estos partidos desde los años 80, no haya podido ser rectificada al menos en parte en cuarenta años, ni siquiera en momentos de agudeza de las crisis como en la iniciada en 2008.
Alvaro Cunhal, el histórico dirigente comunista portugués, hablaba de la “regla de oro” del Partido. Se refería a la existencia de una mayoría de militantes de la clase trabajadora en la dirección de la organización para asegurar una política de clase. Aquel PCP era uno de los principales referentes del PCC de Juan Ramos, quién estoy convencido de que compartía la visión de Cunhal sobre la “regla de oro” en los partidos comunistas (la editorial del PCC fue la principal distribuidora del famoso libro de Cunhal “Un partido con paredes de vidrio”).
No se trata jamás de repetir modelos de otras realidades y otros momentos, pero si de, por lo menos, tener presente las líneas maestras de la mejor tradición de nuestra historia, la crítica y la autocrítica por encima de las componendas y los “trabajos de fontanería”. De dirigirse e integrar a los sectores que quieres representar porque efectivamente formas parte viva de ellos y te ven como una herramienta útil, de la organización que sirve para un objetivo global y colectivo en lugar de un espacio donde gestionar cuotas de “poder” para grupos cada vez más minúsculos.


