En las minas de Bolivia, las mujeres tienen que esforzarse aún más que sus compañeros hombres para extraer minerales. En las fábricas de electrónica de la India, mujeres jóvenes se exponen a condiciones adversas para su salud reproductiva. Y en las empresas tecnológicas de Catalunya, muchas mujeres no pueden aspirar al ascenso. Estos son sólo tres ejemplos de las desigualdades de género presentes en todos los trabajos – visibles u ocultos – que se llevan a cabo para que los móviles, tabletas u otros dispositivos electrónicos lleguen a nuestras manos.
Un debate en el Mobile Social Congress (MSC) de este año – que, al contrario que el Mobile World Congress, sí que se ha celebrado – juntó investigadores y activistas de toda la cadena de suministro de la industria electrónica, moderados por Mónica Vargas del Transnational Institute, para poner en común los problemas que afrontan las mujeres en este sector.
Y es que esta quinta edición del MSC, el espacio de encuentro y reflexión ciudadana en torno al modelo de producción y consumo de tecnologías de la información y la comunicación impulsado por SETEM Catalunya, quería poner el foco en las luchas compartidas entre el Sur Global y Norte en el sector de la industria electrónica.
Mineras en Bolivia
«Popularmente se cree que las mujeres no trabajan en las minas, pero durante mi estancia en Bolivia para llevar a cabo una investigación encontré otra cosa», explica Isabella Szukits. La investigadora trabaja en temas de transparencia y derechos humanos en la industria electrónica en Südwind, una ONG de Austria. El foco de su investigación se centra en el papel de las mujeres en la extracción del estaño y el zinc en las cooperativas de la meseta de Bolivia.
Aunque al principio es más difícil que las mujeres trabajen en las minas, ya que se considera que traen mala suerte, hoy en día hay muchas que lo hacen. La mayoría trabaja a través de cooperativas, como lo hacen un 90% de los trabajadores del sector minero que no se encuentra bajo el paraguas ni de grandes corporaciones ni de los gobiernos.
Para entrar en las cooperativas, sin embargo, ellas tienen más restricciones que ellos. «En algunas, por ejemplo, si tu marido trabaja allí, tú no puedes. En otras, no puedes trabajar si no tienes hijos, ya que se consideran puestos de trabajo para gente ‘que lo necesita’», cuenta Szutkits. Por este motivo, muchas de las mineras son mujeres mayores, divorciadas o viudas. Algunas, incluso, han perdido los maridos en las minas y ocupan su lugar.
«Cuando entran [en las cooperativas] tienen problemas varios, ya que es una tarea dura y muchas veces los hombres les dicen que no trabajan lo suficiente», dice Szukits. Todos, hombres y mujeres, sin embargo, comparten unas condiciones laborales muy duras, trabajan sin guantes ni medidas de seguridad para protegerse de los metales tóxicos y muchas veces tienen que dormir al raso protegiendo el material extraído de las minas por temor a que les roben. Al final, lo que cobran es inestable, ya que depende de los minerales que terminen habiendo en las rocas y del precio que marque un intermediario ante el cual están desprotegidos.
Mujeres jóvenes en las fábricas de la India
«Las mujeres son la inmensa mayoría en las fábricas donde se ensamblan las piezas de los móviles, y la mayoría son jóvenes de entre 18 y 25 años», dice Aneesh Manjunath, Coordinador de Investigación y Formación Jurídica a Cividep (India). Esta organización de derechos laborales lleva a cabo investigación, formación y defensa de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores dentro de las cadenas de suministro mundiales. Manjunath ha dirigido el trabajo de Cividep en el sector de la electrónica desde junio de 2018, y ha participado también en proyectos en los sectores de la confección y de las plantaciones.
«La mayoría de compañías dicen que contratan a mujeres jóvenes porque tienen las manos más pequeñas y ágiles», dice Aneesh, «pero lo cierto es que lo hacen porque son más dóciles, no tienen mucha idea de sus derechos laborales y es menos probable que soliciten una negociación colectiva». También es una edad en que es menos probable que sean madres. Por todo ello, la mayoría de trabajadoras tienen contratos temporales.
Trabajar con los chips y otras piezas presentes en los dispositivos electrónicos, así como soportar las altas temperaturas necesarias para el proceso les genera problemas ligados a la salud, también la reproductiva. «Sufren problemas en la piel, problemas respiratorios, estrés, menstruación irregular…», explica Manjunath. Pero para hacer frente a todo esto, la seguridad laboral es sólo básica. «Está más pensada para proteger el producto que las trabajadoras, que no están preparadas para accidentes más allá de saber hacer unos primeros auxilios», añade el coordinador de Cividep.
Además, aunque son mayoría entre las trabajadoras, los cargos directivos y administrativos están copados por hombres. También ellas tienen más restricción de movimiento que sus compañeros hombres, como ocurre en muchos espacios de India, dice Aneesh. Esto se repite tanto en la fábrica como en los hostales para trabajadores donde pasan grandes temporadas lejos de casa y donde también sufren acoso.
Para Manjunath, las condiciones laborales han empeorado en los últimos años. «El tipo de trabajo ha cambiado. Antes, los trabajos parecían mejores, más duraderos. Por ejemplo, la empresa Nokia ofrecía formación y otros beneficios a sus trabajadores», dice el Aneesh. «Ahora ha habido un cambio de mentalidad y las empresas buscan trabajadores más baratos. Dicen abiertamente que no ofrecen beneficios ni estabilidad».
La modernidad sesgada del sector tecnológico
«El desarrollo de la electrónica no es neutro, es un lugar marcado por una alianza entre el machismo, el patriarcado, el colonialismo y el capitalismo», dice Núria Vergés, Doctora en Sociedad de la Información y del Conocimiento (IN3-UOC). Vergés, que estudia la intersección entre la sociedad y la tecnología, el género y la familia, así como la aplicación de las TIC en la investigación, también es cofundadora y miembro activo de Donestech, un colectivo de tecno-activistas.
Vergés recuerda como el mundo de la electrónica no siempre ha sido masculinizado sino que se ha transformado en el momento en que se ha prestigiado. «Por eso hay que mirar la tecnología con perspectiva feminista», explica la doctora. Es ahora que las TIC son un sector puntero de la industria que las mujeres encuentran obstáculos «como el techo de vidrio o el suelo pegajoso» que no permite a las mujeres llegar más arriba que sus compañeros.
¿Pero para que quieren las mujeres trabajar en el mundo de la electrónica? ¿Qué harían de diferente? Estas son preguntas que se hacen a menudo al colectivo de Donestech, sobre todo ahora que se apuesta por la promoción desde la escuela y el instituto de las mujeres hacia un sector donde no están representadas. ¿La conclusión? «Por la posibilidad de hacer otras tecnologías», dice Vergés.
La doctora cree que, si las mujeres pudieran participar más de la toma de decisiones en las empresas tecnológicas, «la electrónica serviría también para los intereses de las mujeres, ya que hasta ahora sólo existe la mirada de los hombres blancos». «Si piensan los de siempre, las soluciones seguirán siendo las de siempre», dice Vergés, que está segura de que «las mujeres redistribuyen mejor, tanto el dinero como el conocimiento», y harían lo mismo con una cultura tecnológica ahora altamente masculinizada.


