El libro En el tsunami catalán. Una biografía del proceso independentista es el esfuerzo más completo que se ha hecho hasta ahora para explicar porqué Catalunya está inmersa en el tenso debate sobre si debe ser independiente o no de España. Lo ha escrito el periodista Santiago Tarín, que ha vivido la evolución de este proceso desde la atalaya privilegiada de la redacción de La Vanguardia, desde 1985. Ha sido miembro del equipo de investigación de este diario y, por ello, buena parte de las informaciones que aporta en este libro de cerca de 400 páginas las ha conseguido de primera mano. Sostiene que hemos llegado donde estamos porque Jordi Pujol apuntó en esta dirección desde que creó su partido, Convergencia Democrática, y, sobre todo, desde que alcanzó la presidencia de la Generalitat, en 1980. Sin él y sin la corrupción y el silencio interesado de muchos medios de comunicación no se entiende nada de lo que pasa ahora.
Parece que el libro se te ha ido un poco de las manos. Querías hacerlo de una extensión normal y al final ocupa casi cuatrocientas páginas. ¿Qué ha pasado?
Empecé el libro hace dos años y medio como respuesta a dos cuestiones. Una, porque amigos míos de fuera de España me decían que no entendían lo que estaba pasando. Trabajé un tiempo fuera y conozco gente de Latinoamérica sobre todo y, a base de dar explicaciones a estas personas, pensé que estaría bien juntarlo en un libro. Y otra porque en todo esto del proceso había cosas que no se estaban contando. Por ejemplo, el papel de la corrupción. Pensé que en seis meses lo tendría listo pero al final cogió vida propia. Cuando empiezas a investigar vas encontrando informaciones poco conocidas o a las que no se les dio la trascendencia que tenían y que se habían olvidado.
Todavía quedan algunas incógnitas por investigar y aclarar.
En cuanto a la corrupción, por lo menos hemos conocido como funcionó el sistema. Existía un sistema aunque se negaba. Se decía que eran cuestiones puntuales pero era mucho más sistémico de lo que se admitía. ¡Ahora bien! La profundidad del mal no sé si la conoceremos algún día y no sé si tenemos medios para conseguirlo. Es un mal muy profundo. Además, tenemos unas fuentes muy envenenadas. Si quieres saber qué pasa dentro de este mundo tienes que ir a buscar gente mala. Y, a veces, la gente mala es muy poco fiable, porque hay una parte de verdad, una parte de imaginación y una parte de autoexculpación. Es muy complejo llegar a conocer qué ha pasado y luego hay unos circuitos internacionales que para un periodista son prácticamente inalcanzables. Ya lo son por la justicia, que tiene medios. Imagínate para un periodista.
Cuentas que hay mucha gente que te ha pedido que no les citases personalmente el libro. Choca que aún estemos así…
Lo entiendo porque algunos han sido muy cercanos a situaciones que explico en el libro y les incomoda personalmente. Otros porque no querían que se identificara la fuente de lo que contaban. Decidí respetarlo porque si no mucha gente no hubiera hablado, no se hubiera sincerado. Se lo agradezco porque para muchos no ha sido fácil. Algunos se han liberado explicándolo. Mientras los que no querían salir se sentían muy tranquilos con la promesa de que no sacaría su nombre y pudimos tener una conversación muy franca, otros querían salir. Todas las personas que he consultado se han portado muy bien y me han explicado detalles que ayudan mucho a completar la historia.
Se suele hablar del pasado de Catalunya como de un ‘oasis’ donde el poder político controlaba al mediático pero, ¿aún queda ‘oasis’?
Sí. Aún queda mucho oasis. Si no sabríamos, por ejemplo, como se ha financiado el proceso. Cuando empiezas a hablar de eso vuelve a salir el oasis. Sigue habiendo muy poca transparencia en muchas cuestiones. Si hago sumas y restas me resulta difícil entender que cinco personas estén viviendo en el extranjero con casas, abogados…

Los abogados son caros.
Son muy caros. Y no esperarán seis meses para cobrar. La cultura del oasis sigue muy presente. Y en la administración continua. A pesar de todo lo que se diga, la transparencia no ha llegado.
Hay webs de transparencia de las administraciones.
Es un esfuerzo pero si empiezas a preguntar seriamente ves que aún falta mucha transparencia.
¿Sufriste, has sufrido el oasis?
Supongo que como todos los que estuvimos en el periodismo en los años del pujolismo y no estábamos dentro del sistema. He tenido una carrera larga en La Vanguardia. Hay personas que lo han sufrido mucho más que yo. Es posible que lo haya sufrido sin saberlo.
En el libro sale todo o quedan por tratar partes de la historia reciente de Catalunya que han llevado al proceso actual.
He intentado poner en orden muchas cosas que la gente de nuestra edad sabe, ha oído o conocido, y presentarlo a los lectores. La memoria se pierde muy rápidamente. Lo que pasó en septiembre y octubre de 2017 no se puede explicar con cuatro meses de historia. No podemos pensar que esto es producto de la efervescencia de una legislatura que ya nace de forma estrambótica con el candidato a presidente yendo de número 4, marchándose después y poniendo a alguien que nadie esperaba. No es fruto de un azar. Es fruto de muchos años de cocción, que es el pujolismo. Esto se tenía que explicar. Mi objetivo era explicar las razones por las que llegamos a la crisis del año 2017. Del mismo modo que se crea un relato en Catalunya, la otra causa fundamental es la falta de un relato alternativo por la otra parte. Mientras crecía el relato soberanista, el relato del Gobierno para combatir todo lo que se estaba diciendo en Catalunya era inexistente. La solución no era la LOAPA sino la acción política y social en Catalunya, que no existió nunca.
Una de tus conclusiones es que la situación política actual es la consecuencia lógica de la nacionalización de Catalunya que empezó Pujol desde que llegó a la presidencia del gobierno.
Él lo escribió en el Programa 2000 famoso. Cuando empiezas a recuperar información, ves que era una crisis muy anunciada. Lo que pasa es que Pujol no la hubiera buscado con la virulencia de lo que pasó aquí en 2017. En el primer discurso de investidura ya habla de crear una nación. Es independentista aunque ahora va diciendo que no, lo que no está ni bien ni mal pero habría estado bien que lo hubiera dicho desde el primer momento. Este Programa 2000, que yo creo que es muy importante y al que no se le prestó suficiente atención, es del año 1990 y allí da las claves de la que será su acción y la de su partido en la educación, la intelectualidad, la sociedad catalana… Habla de reinterpretar la identidad. Me parece que la crisis venía cociéndose desde hacía muchos años.
¿Pujol era independentista pero no lo podía decir en voz alta o no lo decía porque perdería votos y pensaba que aún no era el momento oportuno para hacerlo?
Al contrario de otros políticos muy irresponsables que hemos tenido en el ámbito político tras él, era un hombre que conocía la lógica de los Estados y de lo que es un Estado. A un periodista le comentó, una vez, que no se podían hacer determinadas actuaciones que fueran contra el Estado porque entonces el Estado se saltaría sus propias normas para impedirlas. Era consciente de que no podía ir al choque directo. El choque directo, como se ha visto, era perder. Europa, que era la gran esperanza del independentismo, no ha reconocido nada. No ha habido ni una sola de declaración de ningún país a favor de la independencia. Esto es muy significativo. Pujol sabía esto. Tenía sus defectos pero hay cosas que no se le pueden negar. Es un hombre culto, que trabaja mucho y conoce lo que es la administración y el Estado. Creo que él no habría llegado al extremo que ha llegado Puigdemont.

Jordi Pujol ya es historia. Cumplirá 90 años el mes de junio. TV3 intenta blanquear su legado. Toni Cruanyes dice que hay una campaña mediática contra él. ¿Como lo tratarán los libros de historia futuros?
No lo tratarán bien. Una de sus obsesiones es como pasará a la historia. Quería hacerlo como el hombre que conformó la Catalunya de después del franquismo pero hay algo que no se puede saltar de ninguna manera, por mucho que lo intentan la Asociación de Amigos de Jordi Pujol o TV3, y es que su confesión, el 25 de julio de 2014, de que tenía una cuenta en el extranjero desde hacía treinta años dejó patente que bajo la pátina de patriota había un sistema de corrupción. Esto no lo podrá evitar y manchará definitivamente su trayectoria. Como también la política identitaria. Él es consciente de que no pasará a la historia como hubiera querido. Los periodistas que hemos seguido la corrupción en Catalunya y en otros lugares de España ya hace muchos años que vemos que es un factor muy importante en la política. Era despreciada hasta ahora por el mundo oficial de los historiadores pero el último libro de Paul Preston se dedica a esto, al peso de la corrupción en la vida política. Tarradellas no pasará a la historia como un corrupto. Pujol no podrá sacárselo de encima, como no pudieron hacerlo Lerroux u otros políticos de la república y la democracia. Esto ha cambiado de forma muy sustancial su legado. Es curioso porque, desde que llegó a la Generalitat, intentó tapar el legado de Tarradellas, como hacían los faraones cuando había un cambio de dinastía. Hoy, para mucha gente el legado de Tarradellas continúa muy vivo mientras el de Pujol se ha desvanecido.
El aeropuerto de El Prat lleva el nombre de Josep Tarradellas. No sé si algún día bautizarán una estación de tren con el de Jordi Pujol.
Es muy significativo que en su pueblo, en Premià de Dalt, le quitaron la estatua. Las nuevas generaciones del independentismo, los políticos y las formaciones que lo representan, no quieren hablar de Jordi Pujol.
Cuando se habla del legado positivo de Jordi Pujol se suele mencionar la creación de TV3.
También hay algo positivo pero el objetivo de mi libro no era hacer una biografía de Pujol sino del proceso. No me he detenido a estudiarlo. Catalunya ha sido pionera en algunas cuestiones durante muchos años, no sé si gracias a él o no. Por ejemplo, la sanidad, que hoy han tirado por la ventana, era de las mejores de España y de las más avanzadas de Europa. Empezábamos a tener turismo sanitario. Veremos cómo evoluciona todo esto. Catalunya era incluso mitificada. Cuando fui a vivir a Madrid en 1994, después de los Juegos Olímpicos, para ellos era como si llegase una persona de Nueva York. Éramos una ciudad muy envidiada en todas partes, en el buen sentido de la palabra. Esto no ocurre ahora.
¿Qué peso ha tenido TV3 en el ascenso extraordinario del apoyo al independentismo en Catalunya?
Es un factor muy importante. No han actuado con la naturalidad necesaria. Es obvio. Pujol lo dijo en el Programa 2000: una de las cosas que se tenía que incentivar eran los medios de comunicación públicos porque era la fórmula de reforzar la identidad. Y así ha sido. En muchos rincones de Catalunya sólo se ve TV3 y se escucha Catalunya Radio. Los medios públicos y algunos privados tienen un papel fundamental en el proceso, si no, no sé si hubiera sido posible. Crean este relato que empieza a configurarse en 1980 con la llegada de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat. Si no, no se puede entender como es tan sólido, tan granítico.
TV3 son los periodistas que la hacen.
No conozco tantos personalmente. Siempre se ha dicho que Prenafeta controlaba mucho las oposiciones, quien podía entrar y quién no. Al final, estas cosas inciden.
Uno de los capítulos del libro se titula ‘Tal vez la historia no se repite, pero a veces se parece’. Lo que está pasando ahora se parece bastante a lo que ocurrió en los años treinta en Catalunya y España. ¿Noventa años después, la historia se repite, se calca?
Un calco, no, pero hay muchos factores coincidentes no sólo con lo que ocurría en España sino también en Europa. Sabemos que en el momento en que estalló esta crisis el independentismo no era mayoritario en Catalunya. No sé si en 1934 lo era o no. No lo debería ser porque fracasó en pocas horas y el movimiento obrero no quiso saber nada del 6 de octubre. Hay cosas que se parecen mucho: la preparación, los agravios, el poco entendimiento con Madrid… Hay cuestiones fundamentales que no se han repetido. Por ejemplo, el presidente de la Generalitat, en 1934, no huyó. Se quedó y fue juzgado. Curiosamente, el único que huyó fue el más independentista de todos, Dencás, que incluso se hizo un uniforme y una faja con la estelada. La actitud ante el tribunal tampoco fue la misma. En 1935, Companys asumió en primera persona todo lo que pasó. Ahora no ha sido así. El mundo es mejor hoy que en 1934. Entonces hubo mucha violencia. No hay estadísticas definitivas de cuánta gente murió pero las más coincidentes hablan a partir de unos setenta muertos. En octubre de 2017 esto no pasó.

Pujol sorprendió a todos con su victoria en 1980. Carles Puigdemont sale en las encuestas siempre por detrás de ERC y al final queda por delante. ¿Cuál es el secreto del éxito de la derecha nacionalista catalana?
La mística. Los movimientos nacionalistas apelan a la mística y la patria imaginaria, lo cual es muy peligroso. Hemos tenido varias en Europa y ha acabado muy mal. Si no tuvieran mística no tendría esta potencia o no actuarían como actúan. El acto de Perpinyà mismo fue mística. La mística de los ‘héroes de Urquinaona’. Que un político hable así es delirante. La mística del exilio. Puigdemont se presenta siempre como un exiliado cuando, en realidad, se marchó sin decirlo a su gobierno. La mística vende mucho y sigue primando dentro de los sectores más radicales de esta crisis.
Has puesto al libro el título de “En el tsunami catalán”. ¿Se lo llevará todo por delante este tsunami o al final del trayecto nos espera una Catalunya amable, reconciliada consigo misma y con España?
Yo no soy un catastrofista. Siempre pienso que los problemas se acaban arreglando. Si pensase que no hay solución habría titulado el libro ‘Testamento’ o algo parecido. Los finales felices son en el cine. Proceso hay para largo. Esto no ha terminado. Quizás viviremos aún momentos muy difíciles. Al final quizás encontraremos una fórmula para seguir viviendo sin tantos sobresaltos como los que hemos pasado. Ahora se critica la transición desde muchos sectores pero me gustaría ver qué habrían hecho mucho de estos críticos en una situación mucho más compleja que la que había ahora. Me llama mucho la atención una cosa de la situación de ahora en relación con la de los años treinta.
El escritor Chaves Nogales hizo un libro impresionante que se llama A sangre y fuego que tiene un prólogo extraordinario donde habla de las tres Españas. Dice que en 1936 no hubo dos Españas sino tres: dos que estaban en los extremos y querían el conflicto y la gran España que estaba en medio y se vio arrastrada a él. Yo creo que también hay tres Catalunyas y que la gran Catalunya no quiere el conflicto. Quiere llegar a fórmulas de convivencia que le permitan ir a trabajar cada día, vivir de forma civilizada, no le molesta la solidaridad, no se siente superior a nadie, no siente que se ha de acabar con las autonomías… todo eso que está en los extremos, esta gran Catalunya no se lo plantea. Lo único que quiere es convivir y continuar con lo que ha hecho toda su vida. En el 36, la gran España se vio arrastrada por el conflicto y lo que tenemos que intentar es que la gran Catalunya no se vea arrastrada al conflicto.
En este sentido, tenemos que empezar a expresarnos con claridad y decir que esta gente tiene el derecho a no decidir. Existe el derecho a decidir y el derecho a no decidir, de si quieres estar con el padre o la madre. El mundo tiene muchos colores; no sólo dos. Si algo ha tenido Catalunya y sobre todo Barcelona y que la ha hecho famosa y envidiada en todo el mundo es la identidad múltiple. Podías ser muchas cosas a la vez sin ningún problema. Por eso tuvimos La Nova Cançó y el boom de la literatura narrativa americana. Y eso es lo que tenemos que recuperar de una manera urgente.
¿Se celebrará en Catalunya algún día un referéndum de independencia o de algún tipo?
No sé, pero pienso que los referendos no arreglan nada. No estoy muy a favor del referéndum de independencia si no es al final de otro proceso mucho más maduro que el que hemos tenido. Me parece estrambótico que se apele al referéndum del 1 de octubre para canalizar no sé qué situación. La primera escena del libro es muy explicativa de lo que pasó. Explico la votación que se hizo en aquella iglesia donde la gente contaba votos que estaban dentro de bolsas de basura.
¿El Gobierno español permitirá alguna vez un referéndum sobre la independencia de Catalunya?
Creo que no. Menos Inglaterra, donde se les ha ido de las manos, casi ningún país europeo o democracia avanzada está por referendos binarios, a no ser que sea algo muy claro. En Canadá hicieron un referéndum y han tardado muchos años en enderezar la situación social y económica. No sé qué ventajas tienen estos referendos.
Los presos a raíz del proceso independentista van saliendo de la cárcel, los gobiernos de Catalunya y España dialogan… ¿Vienen tiempos tranquilos o seguiremos viviendo al borde del precipicio muchos años?
Depende de la actitud que tengan los presos. Si realmente se establece una vía de diálogo supongo que bajarán mucho las tensiones. Si salen con la idea de ‘lo volveremos a hacer’, no irá bien. Es difícil aventurar cuál será el futuro porque las situaciones son muy volátiles. Hay tantos factores externos que influyen en la política que es muy difícil saber qué puede ocurrir. Que se haya abierto alguna vía de diálogo me parece bien porque pacifica la situación. Hoy la gente no está tan crispada como en 2017. Esto es evidente. Si conseguimos apaciguar un poco la situación podremos entrar lentamente en una vía más civilizada.
¿Veremos algún día una Catalunya independiente?
No creo mucho ni en los países ni en la identidad. Me siento naturalmente de donde soy y ya está. No tengo mucho problema. Para mí fue muy bonito tener pasaporte europeo. Es muy bonito no pasar fronteras, sentirte de una comunidad única. La identidad nunca ha sido una de mis metas. ¿Tener una Catalunya independiente en un mundo en recesión económica con una proliferación de nacionalismos y populismos en el resto de Europa? Es muy peligroso. ¿Tiene sentido ir creando países? Mitterrand decía “El nacionalismo es la guerra”. Queremos un mundo que sea global. Hoy los chicos viajan por todo el mundo y van a estudiar fuera con mucha facilidad. Nosotros no tuvimos esas facilidades para ver mundo cuando teníamos veinte años. Tuvimos que esperar mucho para viajar. Ahora no. El mundo es muy pequeño.
Y respecto a qué sería la Catalunya independiente he visto qué pensaban los impulsores del proceso. Hemos pasado por muchas fases, desde los países bálticos a los países balcánicos y en los últimos documentos de la gente del procés, antes de que la colisión definitiva, se decía que la Catalunya independiente se equipararía a la república turca del norte de Chipre. No es para tirar cohetes. Hace unos días, el presidente de esta república, que sólo es reconocida por Turquía y que no tiene ningún peso internacional, ha pedido volver a un Chipre único, unificado. No sé si valdría la pena hacer todo este camino. En 1934, Dencás, el más nacionalista de todos, dijo en un mitin que “primero declararemos la independencia para luego ver si nos volvemos a añadir a España”. Es un poco extraño. Queremos ser independientes ¿con qué papel dentro de la comunidad internacional y con qué objetivo? No lo acabo de entender muy bien.


