Ha tenido que esperar hasta Le Ghetto intérieur (P.O.L., 2019), finalista del Premio Goncourt, para llamar un poco más la atención como escritor después de años de una autobiografía más bien confidencial. Santiago H. Amigorena (Buenos Aires, 1962) se ha ganado hasta ahora la vida fundamentalmente como guionista de cine, al lado de realizadores como Cédric Klaplish, pese a que él también haya dirigido. Exiliado en Francia con sus padres argentinos a causa de la dictadura cuando solo tenía doce años, su vida y su identidad quedaron para siempre divididas entre sus raíces sudamericanas y su formación literaria francesa. Un exilio como un viaje de vuelta de su familia judía originaria de Europa del Este, que le llevaron a imaginar cuál había sido la razón de la culpabilidad y el silencio de su abuelo Vicente Rosenberg quien, llegado a Argentina en 1928, había dejado atrás a su madre y su hermano en Varsovia y no los volvería a ver nunca más, eliminados por los nazis. Es el silencio que forma este gueto interior, sobre el cual se proyecta Amigorena cruzando los dos exilios.

Y es su primo cinco años mayor Martín Caparrós, escritor a su vez y gran viajero entre Buenos Aires y Madrid, quien ha hecho la traducción al castellano que será publicada en mayo por Random House como El gueto interior (y en catalán por Edicions 62). Se cierra el círculo, pero no la literatura de una familia que se nutre de estas idas y vueltas inagotables. En la Fiesta del Libro de Bron, al lado de Lyon y en compañía del aragonés Manuel Vilas (Ordesa, Premio Femina extranjero 2019), pudimos hablar con Amigorena entre firma y firma. Lo hicimos en francés porque, aunque el carácter hispánico nos acerque, esta es la lengua literaria de este hombre que intenta callar por las palabras.

Lee la entrevista completa en París/BCN…

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