Cuando el jueves de la semana pasada el Gobierno de la Generalitat anunciaba el cierre de los centros escolares, comenzó a crecer la preocupación entre las familias. “¿Qué hacemos ahora con los niños?”. Asimismo, se anunciaba el cierre de los Centros de día, que ha supuesto que muchas familias hayan tenido que hacer cargo también de los más grandes. Ante la amenaza del coronavirus y para reducir la posibilidad de contagio, muchas empresas han optado por pedir a sus empleados que se queden en casa trabajando. Pero, ¿realmente es compatible el teletrabajo con el cuidado de los hijos o de las personas de la tercera edad?

El teletrabajo ha sido desde hace tiempo una de las medidas más demandadas para poder compaginar el ámbito laboral y personal, mejorando la gestión del tiempo. Según Monica Grau, investigadora en economía feminista del grupo de investigación Dimmons de la Universitat Oberta de Catalunya, en las circunstancias actuales esto ahora es muy difícil, ya que la situación excepcional que se está viviendo implica más retos y dificultades de los que se exigirían en una situación de normalidad. “Los hijos te reclaman atención y nunca podrás estar en las condiciones de concentración adecuadas para trabajar”, explica la economista. Por ello, Grau considera que las empresas deben ser conscientes de que la productividad no será la misma y que no se pueden exigir los mismos resultados a los trabajadores.

Además, no todos los trabajos permiten hacer teletrabajo. Una de las alternativas que contemplan las familias que se encuentran en esta situación es dejar los niños con los abuelos y abuelas. Esto, sin embargo, los especialistas no lo recomiendan. “Los niños son potenciales portadores del coronavirus, por tanto, no sería una buena opción dejarlos con los abuelos, ya que los podrían transmitir el virus”, explica la pediatra del CAP Drassanes Noelia Requejo. “Sería exponer un grupo de riesgo, como es la gente de la tercera edad, el contagio”. Sin embargo, la pediatra admite que muchas familias lo ven como la opción más factible, por el coste que supone tener que pagar a alguien para que cuide de los niños.

En este sentido, desde la Federació d’Associacions de Mares i Pares d’Alumnes de Catalunya (FAPAC) se pide a las empresas que acompañen a las familias que tienen dificultades para lograr la conciliación y que faciliten otras herramientas para favorecerla, como pueden ser la flexibilidad horaria o la compactación de la jornada laboral. “Entendemos que la medida de cerrar las escuelas se tenía que hacer, pero cuando se hizo el anuncio en ningún momento se miró más allá, a la situación que supondría para algunas familias”, explica la presidenta de la entidad Belén Tascón. Una de las mayores preocupaciones de la FAPAC son las familias más vulnerables y aquellos niños que cuentan, por ejemplo, con Becas de Comedor. “Esperamos que la administración garantice que estas familias puedan vivir en unas condiciones dignas”, señala Tascón.

Los cuidados, una tarea invisible y feminizada

La crisis del coronavirus ha hecho aflorar la importancia de los cuidados, que muchas veces pasan desapercibidas. Son tareas de las que, aún hoy, se encargan mayoritariamente las mujeres. Según datos de Comisiones Obreras, las mujeres piden el 93% de las excedencias para cuidar de los hijos y el 83% de los permisos para cuidar familiares. “En momentos como el que estamos viviendo ahora es cuando se hace evidente que el trabajo de los cuidados tiene un valor económico y social importantísimo, que no está reconocido, y que debería estar”, afirma Sira Vilardell, Directora General de la Fundación Surt. “Las mujeres son las que, en su mayoría, han tenido que organizarse para atender a las personas dependientes, sean criaturas o personas de la tercera edad”, añade.

La conciliación personal y laboral también depende mucho de la situación socioeconómica de cada familia. De hecho, muchas de las profesiones más precarizadas son ocupadas por mujeres, como puede ser el trabajo del hogar. “Quién tenga más capacidad económica no tendrá tantas dificultades para conciliar y podrá, por ejemplo, contratar una canguro para sus hijos. Las personas que trabajan en peores condiciones no tendrán la suerte de poder contar con estos recursos”, explica Vilardell.

Así pues, quien saldrá más perjudicado de esta crisis serán las personas más vulnerables. En este sentido, la Directora de Surt destaca las dificultades en las que se encuentran las familias monoparentales, mayoritariamente dirigidas por mujeres, que verán agravada su situación de vulnerabilidad. “Las ayudas que ofrezca la administración pública deberán garantizar que todas las personas, sin excepción, puedan conciliar”, remarca Vilardell, que espera que pasar por esta situación sea una “dosis de realidad que haga cambiar el modelo económico y social en el que vivimos “.

Autoorganización y redes de solidaridad vecinal

Desde que se ha anunciado el confinamiento de la población catalana, han empezado a surgir iniciativas vecinales autoorganizadas a varios municipios y barrios impulsadas por voluntarios que se ofrecen a cuidar a los niños de las familias que no se pueden hacer cargo ya atender personas mayores, por ejemplo, yendo a comprar los alimentos que necesiten. En pocos días, se han creado decenas de grupos de WhatsApp y Telegram por municipios y comarcas de todo el territorio, desde donde se recogen las necesidades de la ciudadanía y se organizan las ayudas. El principal objetivo de estas redes de apoyo es atender a las personas más vulnerables, pero también hay algunas iniciativas que ofrecen apoyo psicológico o asesoramiento laboral, entre otras ayudas.

En Barcelona, ​​en el barrio de la Dreta del Eixample la iniciativa se ha gestado a partir del Casal de Joves la Dreixa. “Este es un barrio con una población muy envejecida y vimos que el apoyo de la juventud era muy necesario para poder abastecer a toda la población”, explica Agnès Rosell, una de las coordinadoras de la iniciativa. “A través de esta iniciativa hemos visto que la juventud está, está por el barrio y quiere ayudar a la gente que vive”, añade. Para poder facilitar el servicio a los vecinos con total seguridad, se toman diversas medidas de prevención. El grupo cuenta con una red de voluntarios que ayudan o bien a cuidar de los niños o bien a ayudar a las personas de la tercera edad, a fin de evitar un posible contagio. Una vez se hace el primer servicio, siempre se sigue ayudando a la misma persona para no alargar la cadena de transmisión del virus. “Hacemos mucho énfasis en el marco establecido por el personal sanitario, por lo que entre el voluntario y la persona a la que se dirige el servicio debe haber una distancia de seguridad y no puede haber ningún tipo de contacto”, señala Rosell .

Otra iniciativa, en este caso en el barrio de Can Baró, ha venido de la mano de la Assemblea de Joves de Can Baró, formada sobre todo por jóvenes de los esplais del barrio. Los jóvenes han organizado una red de canguros para aquellas familias que no tengan con quien dejar a sus hijos. “Teniendo en cuenta la situación económica de las familias del barrio, vimos que en muchos casos las familias deberían dejar a los niños con los abuelos. Queríamos evitar que los colectivos más vulnerables se pusieran en riesgo”, explica Irene Gasch, una de las impulsoras de la iniciativa.

Según Sira Vilardell, la ciudadanía organizada en estas iniciativas “tiene un papel clave a la hora de garantizar las tareas de atención y cuidado”. En la misma línea, la investigadora en economía feminista Monica Grau destaca que la crisis del coronavirus ha puesto en evidencia que el cuidado no se puede hacer de manera individual. “La importancia de poner la vida en el centro siempre pasa por la colectividad y las iniciativas comunitarias ayudan a crear red”. Por eso, dice, “se ha de extender el concepto de cuidado, porque todos somos interdependientes: somos cuidadores y debemos ser cuidados”.

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