“Tenemos en marcha una epidemia de coronavirus, fijate que noticia acabo de dar…” Así comenzaba el jefe médico del Consorcio Mar Parque de Salud de Barcelona, una Sesión informativa sobre Covidien-19 en la Sala Marull del Hospital del Mar el 2 de Marzo de 2020.
Han pasado 25 días desde entonces y la sucesión de cambios de directrices, de circuitos, de protocolos, de instrucciones ha sido constante y no ha hecho más que incrementar la confusión ya existente debida a la excepcionalidad del momento.
Lo peor no son los constantes cambios en sí, si no la sensación de que estos cambios se producen, más que por necesidades epidemiológicas y con base científica, para adaptarse a la existencia o no de materiales y de equipos de protección adecuados. No parece lógico que en un inicio, para mantener un contacto con un paciente infectado fuera necesaria esta escrupulosa indumentaria y actualmente ante una exposición de corta duración con unos guantes sencillos y una simple máscara quirúrgica ya tengamos suficiente.
En este contexto de carencias, apuntó una de las pocas noticias positivas que puedo extraer de toda esta situación. La cantidad de iniciativas que han surgido desde personas, que de forma totalmente desinteresada, han puesto a disposición del bien común sus recursos y su tiempo, es ciertamente encomiable. Allí donde no llega la desastrosa gestión de las administraciones, llegan los y las ciudadanas organizadas. Pantallas protectoras, máscaras, piezas para respiradores, gafas… un gran número de equipamientos y materiales, gracias a la cesión altruista de anónimos de sus máquinas de impresión 3D. Gallina de Piel! Sólo el pueblo salva al pueblo!
La constante adaptación de protocolos también ha modificado los criterios para confinamiento de las trabajadoras que han tenido contacto con positivos confirmados. Si en un inicio este contacto suponía 14 días de cuarentena, hoy en día, primero se evaluará el grado de exposición con el COVID-19, y en función de éste se decidirá si se puede continuar trabajando, o si se ‘debe estar en aislamiento 7 días. Si no aparecen síntomas en ese tiempo ya eres apto para continuar trabajando. Recuerdo como en un momento de la sesión informativa de la Sala Marull, se comentó que si bien con 14 días de confinamiento era suficiente para ver si se manifestaban síntomas o dar positivo, había constancia de casos en los que estos habían aparecido posteriormente al cabo de 14 días. Pues bien, en estos momentos hemos reducido el cierre a la mitad, 7 días.
Otra de las principales preocupaciones es la falta de espacios adecuados para atender a aquellos pacientes más críticos. El presidente de la Sociedad Catalana de Medicina Intensiva y Crítica, y Jefe de Medicina Intensiva del Hospital del Mar afirmaba hace pocos días, que el objetivo era triplicar la capacidad actual de asumir pacientes críticos, aumentando de 600 a 1.800 las camas para estos pacientes en todo el territorio. En el Hospital del Mar ya se han habilitado nuevos espacios de características similares en la UCI, pasando de 18 camas a 60. “La ampliación ha sido posible gracias a la habilitación como box de cuidados intensivos de 9 de los quirófanos del Hospital del Mar, todos con capacidad para dos pacientes excepto uno de ellos, que es triple. De este modo, tanto el Servicio de Medicina Intensiva, como la unidad de semicríticos y la de reanimación postquirúrgica y, ahora, los quirófanos, se convierten en áreas para pacientes críticos con COVID-19. La URPA se mantiene como UCI para pacientes de otras patologías “Asimismo, se han adaptado 7 unidades sólo para acoger pacientes con COVID-19.
Todas las adaptaciones constantes de los protocolos se basan en las instrucciones del Departamento de Salud, concretamente de su Director, Adrià Comella. Me ahorraré de calificar esta instrucción y en concreto su párrafo quinto , en lo que viene a decir que por encima de la conciliación de la vida laboral y profesional, del derecho al descanso, y lo más preocupante, de la seguridad en el trabajo , está la protección de la Salud Pública. Al margen de la indecencia de estas palabras, no es un problema para la salud pública que las trabajadoras sanitarias estamos altamente expuestas y sin equipos de protección necesarios? Tenemos un montón (17%) de razones para pensar que sí lo es.
Soy consciente de que la magnitud de esta epidemia quizás era difícil de prever. Pero lo que también tengo claro es que la falta de previsión y el exceso de tranquilidad con lo actuado hasta que nos ha desbordado, ha tenido algo que ver en la poca efectividad a la hora de conseguir los recursos suficientes para proteger a las trabajadoras, y disponer de los medios necesarios para evitar un posible colapso del sistema, en el que quizá habrá que tomar decisiones muy complicadas .
Un importante especialista en medicina preventiva y epidemiología, y asesor del Departamento de Salud, afirmaba hace poco más de un mes y medio que “la posibilidad de contraer la enfermedad del coronavirus en Catalunya era cero”. Por las mismas fechas, el Secretario de Salud Pública del Departamento de Salud declaraba , “aquí el coronavirus, dado nuestro sistema sanitario, difícilmente podría convertirse en un problema de salud pública”. ¿Dado nuestro Sistema de Salud? ¿Qué Sistema de Salud? ¿Lo que está basado en un modelo mercantilista y privatizador prácticamente desde sus orígenes? ¿O lo que en los años de crisis ha perdido unos 2.000 camas y tantos o más profesionales? Quizás aquel en que sólo se invierteun 4,6% del PIB de Catalunya, respecto al 7,5 de la media de la Unión Europea? ¿Un sistema que dispone de 3,4 camas por cada 1000 habitantes respecto a los 5 de la UE? ¿Un sistema que hace que las peores cifras en listas de espera sean con diferencia en esta comunidad autónoma? Un sistema que hoy en día provoca que el 17% del total de la población infectada por COVID-19 sean profesionales sanitarios, respecto al 12% de la media española .
Lo que tenemos que hacer, es cambiar de sistema y para ello hay que darle la vuelta 180 grados al modelo actual. Este debe ser totalmente público, que deje de regirse por criterios económicos, que se expresa constantemente en términos de ahorro, de beneficio, gasto… la inversión en salud pública es invertir en la calidad de vida de tus ciudadanos. Hay que apostar de forma determinada para la atención primaria y comunitaria, para la investigación y para que no, por una farmacia 100% pública, para dejar de estar de una vez por todas, constantemente extorsionados por los grandes laboratorios farmacéuticos y por multinacionales de tecnología sanitaria. Desgraciadamente, no parece que nuestros dirigentes tengan la voluntad ni el valor de llevar a cabo políticas orientadas en este sentido.
Tendremos que ser las trabajadoras y usuarias de la sanidad pública las que una vez recobramos la normalidad nos hayamos de organizar y movilizar para forzar que las decisiones que se tomen vayan encaminadas en la dirección adecuada. No sólo para defender un sistema público de salud como el descrito, también para evitar que la crisis económica que se prevé debido a la epidemia, no la volvemos a pagar las clases populares. Ya hay alguna iniciativa que está trabajando para afrontar las amenazas a la subsistencia de los más desprotegidos, tanto en el “durante” como en el “después”. Habrá que dar respuesta al más que seguro ataque a nuestros derechos y libertades, que el stablishment ya nos tendrá preparado.


