“Las canciones, como los poemas, son una manera de hablar conmigo mismo”, decía Luis Eduardo Aute. Una de dos, Amor, La belleza, Slowly, Alevosía, Sin tu latido o Las cuatro y diez forman parte de la memoria sentimental de varias generaciones. Puso himno también a la oscura Transición (Al alba, Rosas en el mar). Los enamorados cantaban Al alba sin saber que hablaba de fusilamientos y tiranos.
Vivía sin ordenador y sin móvil, un lujo al alcance de pocos osados, lo que le permitía dilatar el tiempo para crear. Aunque su faceta de músico fue siempre la más conocida, sus vocaciones poética y pictórica fueron igual de tempranas. Su búsqueda de lo mágico y lo inesperado se plasmó también en quince poemarios −el último editado en 2016 bajo el título El sexto animal−, una decena de películas y 30 exposiciones plásticas individuales.
Curioso sin límites, creyente y practicante de la indisciplina artística, Luis Eduardo Aute fue un mago de la belleza que a lo largo de más de cinco décadas abrazó la poesía, la música, la pintura y el cine como si fueran diversas amantes. Nunca quiso hacer canción protesta, porque igual que no creyó en las disciplinas, Aute rehuyó los géneros y etiquetas. Alcanzó la mayor popularidad con su cancionero intimista. Fue tal vez el más inquieto de sus compañeros de oficio musical, con discos conceptuales y audacias formales.
Uno tiene la impresión de que la creatividad de Aute manaba de una misma fuente, de algo místico, religioso y pagano a la vez, universal, que tiene que ver con la trascendencia y con el amor, con el juego de la realidad (la Transición política, la España del posfranquismo, las libertades… aquellas luchas de los cantautores de los setenta) y con el psicoanálisis, la religión y la tentación onírica (influencias de Picasso y Dalí).
Dicen que la pasión es necesaria y justifica una vida. A Luis Eduardo Aute le apasionaba aprender y conocer, hacerse preguntas de qué va toda esta película de metraje incierto en la que no hemos escrito el guión y que llamamos vida. Obra y significado se entrelazan, el espacio propio de un artista relevante y, sobre todo, muy original. Versátil, desde luego, con múltiples capacidades, pero al mismo tiempo dueño de identidad propia.
Un artista coherente e indisciplinado a un tiempo, ensimismado en su acción, y atento en su intención de hablar de este mundo al revés. Como afirmaba, casi todo tiene su opuesto y sólo nos salva ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada / la belleza…


