La organización de la sociedad y de la vida se ha puesto a prueba ante la crisis sanitaria y social provocada por la Covid-19. Una organización que en nuestro entorno gira fundamentalmente en torno al trabajo productivo y es miope a los otros trabajos: los que permiten la sostenibilidad de la vida. Sentimos de manera reiterada el mensaje de que nos encontramos en una situación sin precedentes y excepcional y por lo tanto son necesarias medidas excepcionales para poder afrontarla y superarla.

Hace pocos días, en el marco de la conmemoración del 8 de marzo, denunciábamos que en Catalunya todavía existen diferencias discriminatorias en cómo las mujeres nos situamos en el mercado laboral, en el empleo y en definitiva en el mundo del trabajo.

Tenemos una segregación en la población activa, es decir la que tiene trabajo y la que lo busca, que nos muestra que las mujeres, a pesar de ser más del 51% de la población en edad de trabajar, tenemos una tasa de actividad menor a la de los hombres. Vemos también que de la población considerada “inactiva”, las mujeres son la mayoría. Tiene interés especial observar que el motivo principal al que las mujeres apuntan, según la Encuesta de Población Activa (EPA), para no buscar empleo es tener que atender responsabilidades familiares, el cuidado de hijas o hijos, de familiares con enfermedades o dependientes, todos ellos motivos casi inexistentes para los hombres inactivos.

Medidas de conciliación

En las mujeres ocupadas vemos también que la mayoría de las medidas llamadas de “conciliación” aún hoy, son usadas mayoritariamente por mujeres: reducciones de jornada, la mayoría de los permisos no retribuidos, la contratación a tiempo parcial elegida. Y los motivos y las necesidades apuntadas son las mismas de la inactividad. Las mujeres, aún hoy, soportamos los trabajos de cuidado casi en exclusiva.

La división sexual de los trabajos existente conlleva una desigualdad de género en los usos del tiempo: los hombres dedican 1 hora y 2 minutos más que las mujeres al trabajo remunerado, mientras que las mujeres dedican casi 2 horas de media más que los hombres al trabajo doméstico y familiar. Una doble presencia real, con el riesgo de enfermar, que soportan la mayoría de las mujeres trabajadoras con un impacto específico cuando hay más precariedad laboral.

En Catalunya hay una brecha salarial media entre hombres y mujeres del 23%. En todos los perfiles, para todas las edades, tipo de contrato y en todos los sectores, especialmente en aquellos en los que las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas, como las relacionadas con el comercio, la hostelería, la educación, la sanidad, las actividades de tipo administrativo o el trabajo doméstico. Si son nacidas fuera de España, puede llegar al 56,5% respecto de los hombres nacidos aquí.

La discriminación salarial existe para todo tipo de empleos, como los servicios de restauración, servicios personales, ventas, en las que la brecha alcanza el 29,4% al igual que en las ocupaciones elementales también altamente feminizadas.

Si miramos los sectores de actividad, los más feminizados generan un índice de brecha más elevado que los masculinizados. Cuando vamos a las causas, vemos que el fenómeno del techo de cristal es una de las diversas causas que generan desigualdad salarial, pero realmente el fenómeno llamado “suelo pegajoso”, (sticky floor) es lo que afecta a un número mayor de mujeres trabajadoras y se encuentra detrás de la mayoría de discriminaciones retributivas. Un fenómeno que encontramos en el actual sistema de clasificaciones y categorías profesionales y que en muchas profesiones y ocupaciones altamente feminizadas supone para las mujeres un difícil o imposible acceso a categorías o clasificaciones mejor retribuidas y mejor valoradas.

Este tipo de obstáculo para la igualdad retributiva efectiva tiene su origen tanto en la división sexual del trabajo como en la visión androcéntrica del mundo del trabajo que aún hoy rige todo el sistema productivo y ocupacional, dando menos valor, menos reconocimiento y menos retribución a todas aquellas tareas relacionadas con la sostenibilidad de la vida, como la salud, la atención social, la educación, la alimentación, que la producción de bienes.

Menosprecio

¿Por qué, si los trabajos de cuidado son clave para la supervivencia, están menos valorados y menos remunerados que los otros trabajos? ¿Por qué el sistema público todavía hoy no asume parte del trabajo de cuidado? ¿Por qué la doble presencia hace que esté lejos la corresponsabilidad en la asunción del trabajo de cuidado y doméstico y aún penaliza mayoritariamente las mujeres trabajadoras? ¿Por qué si el trabajo de cuidado es fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo, no se le atribuye el valor, el reconocimiento que realmente tiene?

Priorizar los cuidados ha sido clave estos días porque nos va la vida, pero cuando todo termine, esta manera de organizar la sociedad y todo lo que la sustenta a partir de las necesidades básicas y elementales puede convertirse en un referente, una oportunidad, por a hacer un cambio estructural que ponga en el centro de todo la vida y las necesidades básicas de las personas a lo largo de todo su ciclo vital.

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