Hay semanas y días más malos que otros. Las urgencias se saturan y los pacientes se estancan. Las salas se hacen pequeñas y las pantallas con el número de gente en espera no paran de recordar todo el trabajo que queda por delante. “Hay días que sales muy deprimida y muy cansada. Días donde tienes que hacer un sobre-esfuerzo inhumano para, como mínimo, visitar los pacientes, ya que te encuentras con 30 de ellos que no sabes ni dónde poner”.

Este es el testimonio de una enfermera de urgencias del Hospital Clínico de Barcelona, ​​un hospital que, reconocido internacionalmente, fue el primero en acoger pacientes infectados por COVID-19 en Catalunya.

El 25 de febrero, el secretario de Salut Pública, Joan Guix, informaba sobre el primer caso de coronavirus en Catalunya en una mujer de 36 años que había viajado a Italia. Yeso indicaba que la paciente estaba bien: “tiene sintomatología similar a la gripal. No tiene patología de base, es una mujer joven”. De hecho, añadía, estaba ingresada “por comodidad y porque ahora mismo no hay saturación en el Clínic”. Aparte, por precaución, 25 personas cercanas a la paciente eran puestas en aislamiento preventivo durante 14 días pero cada una a su casa. Al día siguiente, Salut confirmaba un segundo caso de coronavirus. Esta vez en un chico de 22 años que también había estado en Italia.

Desde entonces, la frecuencia de infecciones creció. Pasamos de la llamada a la calma del secretario de Salut Pública: “No requerimos mascarillas, sobre todo, hay que seguir las medidas de higiene habituales: lavarse a menudo las manos con jabón; utilizar pañuelos de papel de un solo uso y toser tapándose con el antebrazo” a un estado de alarma decretado el 13 de marzo que nos dejaba a todos en casa.

Innovar ante la falta de recursos y espacios

“Muchos días tenemos que jugar al tetris con los pacientes. Ahora parece que ha bajado un poco pero esto es una lotería y cuando llegamos a trabajar nunca sabemos que nos encontraremos “. “He empezado a guardarme las mascarillas porque sé que un día nos quedaremos sin”. “Utilizamos una mascarilla que en principio dura dos horas en turnos de entre 7 a 10 horas”. “Cuando llegamos, lo primero que hacemos es preguntar a la supervisora ​​si para hoy todavía nos llega el material”.

Aparte, de los 22 hoteles habilitados últimamente y los pabellones Salud destinados a acoger enfermos más leves, el incremento de los pacientes, como ya estaba previsto, ha implicado establecer nuevas metodologías de trabajo ante la falta de recursos que disponen los hospitales. “Hasta ahora no nos han dicho que reciclemos pero yo me guardo las mascarillas por si algún día nos quedamos sin. A mí me han asignado el trabajo de hacer frotis: normalmente voy con una FPP2 y para hacer los frotis me pongo una FPP3. Las deberíamos tirar al terminar el turno pero me las guardo en una bolsa el día que no tengamos. Que creemos que acabará pasando si esto sigue así “.

En el Hospital Clínic, como ejemplo de lo que se repite en la mayoría de centros, sus trabajadores aseguran trabajar en la eterna incógnita. Las nuevas contrataciones ayudan y el despliegue en hoteles también para reducir los pacientes pero las bajas entre trabajadores presionan los que aún siguen. Por suerte muchos de ellos ya se van reincorporando poco a poco. La enfermera de urgencias con quien hemos hablado explica que entre compañeras las sensaciones varían: entre el personal fijo los turnos se han intensificado pero se respetan bastante; las suplentes, explica, son las que acaban trabajando más horas, hacen más turnos y, por tanto, al estar más expuestas, están más preocupadas.

Aquí se suma la complejidad de los pacientes que atienden. En todos los hospitales de Catalunya todas las salas han cambiado. “Antes teníamos ginecología, traumatología… Ahora todas las salas son paciente COVID”. Esto ha comportado aprendizaje y adaptación constante: “las compañeras que llevaban años trabajando con pacientes específicos que tienen sus peculiaridades, continúan sabiendo un poco de todo pero saben más de donde se han especializado. De repente nos encontramos con pacientes básicamente respiratorios que además hacen fiebre. También alguno con diarrea o vómitos pero eso ya lo da la medicación…”

Estas situaciones, más allá de los cuidados rutinarios, provocan una necesidad de higiene extra. Para atender a un paciente en condiciones, remarcan, hay tiempo y tenerlo en un espacio seguro. “El problema más grave que tenemos es no tener material suficiente para entrar en las habitaciones”, explica una auxiliar de enfermería que si bien al principio pudo utilizar EPIs adecuados, ahora explica que hay días que utilizan las batas finas de quirófano o incluso unas hechas con bolsas: “con las batas de plástico pasos calor y no puedes trabajar con comodidad. Las auxiliares debemos ayudar a las enfermeras pero mantener la distancia al mismo tiempo y al mismo tiempo realizar tareas como cambios de pañales”.

La incertidumbre de la evolución expone a los trabajadores a la angustia

La misma auxiliar apunta que aparte de como es de desagradable trabajar en estas condiciones también hay que sumar la pena que da ver pacientes muy enfermos que están solos y a los que no puedes dedicar mucho tiempo. “El otro día, había un hombre de 80 años que se encontraba bastante bien, estaba tranquilo, pero quería una ventana. Le enseñé que había una al otro lado de la habitación, donde se encontraba su compañero de habitación, un hombre de 40 años. Él se quedó tranquilo. Cuando se acababa mi turno volví a ver como estaba y me encontré mi compañera reanimandolo. Acabó muriendo al lado de otro paciente que lo oyó todo. Imagínate…. Son pacientes que pueden estar estables pero de golpe se ponen críticos”.

Otro ejemplo, sigue, es el de “la típica señora que se parece a tu madre y está sola, desorientada y asustada”. “A estos pacientes sólo puedes darles ánimos, tranquilizarlos y hacerles ver que no están solos mientras preguntan por su hija”, relata. Y es que estos momentos son muy duros porque mientras hacen “lo que pueden”, en muchas ocasiones acaban llorando, dice.

En este sentido, añade que esto “parece una película de miedo” pero también que a veces hay alegrías. “Fuerza y ​​amor le damos a todo el mundo y hay gente que después de estar justita se pone bien. ¡Esto te da ánimos! ”

Así, ante estas situaciones, muchos de los trabajadores reconocen que a pesar de tener días de fiesta quizás los dedican enteros a recomponerse física y anímicamente. También es cierto que, comentan, “a pesar de tener mucha angustia y ansiedad, hay que acostumbrarse a esta dinámica”. Y es que así como “los primeros días era mortal”, ahora dicen estar mejor porque “está todo el mundo y todo el hospital igual”.

Las bajas y diferencias entre el personal

Las nuevas contrataciones han aliviado la presión asistencial. También lo han hecho los 22 hoteles en todo el territorio y también los diversos pabellones que se han abierto. Esto no significa directamente que no haya habido problemas.

La gente enferma por COVID-19 pero la carga también hace que haya gente trabajando en malas condiciones, con contracturas por el volumen de trabajo y viéndose sobrepasada, nos cuentan. A parte, como explican, algunas de las nuevas contrataciones, que se han hecho masivamente, son gente sin casi experiencia. Es evidente que en situaciones como esta toda ayuda es poca pero lo que ello implica, como apunta una auxiliar del Clínic, es que muchas personas se incorporen sin suficiente formación sobre términos específicos como la autoprotección.

Aun así, tanto para vídeo y de manera telemática como presencialmente, se han hecho formaciones a todo el personal. Lo que, como apunta la enfermera con quien hemos hablado: “se están haciendo unos cursos para ponernos los EPI: bata, mascarilla, gafas y guantes, sin contaminarse. Es un EPI muy básico, no tenemos el que lo cubre todo. Allí te explican cómo ponértelo y quitártelo para no tocar nada que pueda contaminar a ti después “. Empezamos a hacer cursos de hora y media para que les explicaran esto y también como trabajar con la COVID. Las explicaciones sobre el material las hacían enfermeras de UCI sobre todo que ya tenían preparación para el ébola. “Querían intentar que todo el mundo haga el curso pero es que somos 5000 trabajadores…”. Además, también se quejan de las condiciones, ya que se realizan con material reutilizado: “es bastante ridículo la verdad. Si no tenemos material para trabajar, no tendremos material para hacer el curso”.

A esta situación, Ester, una de las trabajadoras de la limpieza apunta que hay cosas que les enseñaron el curso que no se pueden cumplir: “hay ciertas tareas que tenemos que hacer entre dos personas pero a veces no llegamos”. También añade que “hay habitaciones muy pequeñas donde te rozas todo el tiempo”. Denuncia que no a todos les están haciendo frotis bajo el argumento de no trabajar en primera línea pero cree que “estar una hora dentro de la habitación limpiándola a fondo junto al enfermo”, sí es estarlo.

A través de las redes sociales se ha aplaudido la labor de todos los trabajadores sanitarios, incluso aquellos no titulados. Sin embargo, Ester apunta que no se sienten protegidos: “aparte de la tensión que estamos viviendo, encuentras que no nos valoran y nos lanzan a las trincheras”. Una de las principales críticas, además de utilizar de material de calidad dudosa, es que la ropa que les dan la han de guardar en las taquillas. “Yo no estoy dispuesta a guardar la ropa de trabajo con la ropa que luego me llevo a mi casa”, dice Ester.

Sindicatos exigiran responsabilidades

Sergio Lachica, del sindicato Lluitem, nos cuenta que una de las cosas que más molestan a los trabajadores es que un hospital como el Clínic, el segundo mejor hospital de todo el estado, no haya salido adelante antes: “‘es igual que no nos autorizan, si sabemos lo que tenía que hacer, lo haremos’, deberían haber dicho los dirigentes”. Y es que a su entender, “hay muchos buenos profesionales con muy buenas ideas, pero no se avanza. También con alternativas viables para poder trabajar con mejores condiciones”.

Algunas de las carencias más graves que apunta es la falta de material en urgencias: “allí es donde te comes todo el foco y las medidas no son las adecuadas… No todo el mundo tiene material de acuerdo con la patología del paciente que atiende y estamos expuestos todo el tiempo”. Y como muchos otros profesionales, también cree que los trabajadores saben que aun así se saldrá adelante porque ellos son los que “se conciencien en hacerlo como sea y con lo que sea”.

“Cuando esto termine tendremos que dejar claras las exigencias. Entendemos que la situación ahora es difícil pero tenemos que ser consecuentes y hace muchos años que arrastramos problemas económicos y problemas en la sanidad pública”, analiza Lachica que no duda en añadir que los profesionales pueden aguantar un poco más pero que, lo que se tiene que hacer es invertir el dinero en la sanidad pública. “Ya dentro de un año exigiremos que se nos reconozca a los profesionales pero no podemos hacerlo si no salvamos la sanidad”, dice.

En esta línea, desde el sindicato piden que cuando esto termine que se acepten responsabilidades y que se repiensen los protocolos. “Si la empresa creyó que formar un grupo de 8 o 10 camilleros, 20 enfermeras, 20 auxiliares y no se cuantos médicos cuando el ébola era suficiente para cualquier situación se han equivocado y mucho”. Y es que Lachica cree que en una ciudad como Barcelona se ha de estar preparado para cualquier cosa. Pone el ejemplo de sufrir un ataque y pese a decir que esto no lo es, hay que tener ideas y “ante una situación de emergencia tener todos los activos preparados”. Cree que en ningún lugar del estado se está preparado.

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