Esta palabra, sólo pronunciarla, nos remueve a todos por dentro, pero tenemos que tener muy claro que es un hecho natural. Por ello, es necesario que la trabajamos en casa, en la escuela y sobre todo a nivel social, como un hecho más que nos pasa en el transcurso de nuestro caminar por la vida.

La muerte de un ser querido genera dolor en cualquiera de las edades que se nos presente, pero no la enfrentamos igual. Es una situación que necesitamos entender, comprender y acompañar. Por este hecho, hoy os quiero hacer llegar un par de estrategias por si un día las necesitáis, o por si queréis hablar del tema en familia, o por si un día el pez de la pecera nos deja y no es un familiar, pero sí un ser querido.

Como he dicho, la capacidad de entender la muerte varía según la edad que tiene el niño, pero no sólo eso, sino también según sus experiencias vitales, según lo que ha escuchado sobre este tema y, sobre todo, según las palabras que los adultos les hemos transmitido.

Si tenemos en cuenta el desarrollo del niño, podemos decir que hasta los 6 años éstos son muy literales, por lo tanto, es importante hacerles entender que cuando uno se muere el cuerpo deja de funcionar. Pero esta explicación para integrarla, la necesitarán escuchar una y otra vez.

A partir de los 7 años hasta los 10, los niños ya entienden que la muerte es algo definitivo y que esto va ligado a no volver a ver al ser querido y que es un hecho que nos ocurrirá a todos.

Y si hablamos de adolescentes, éstos ya empiezan a cuestionarse y a relacionar la muerte con la vulnerabilidad de las personas. También comienzan a preguntarse por el sentido de la vida, y no como pregunta literal, por qué alguien tiene que morir.

Habiendo hecho un repaso a cómo entiende la muerte a un niño según la edad, es importante también que les damos a entender que con la muerte hay un proceso de duelo, que todos tenemos que pasar, que es natural, necesario y tiene una función adaptativa a la nueva situación, que no será nunca lo que era, pero nosotros tenemos que seguir adelante.

¿Qué pasa hoy en día?

Pues que estamos confinados, que si tenemos una muerte cerca no podremos velarla, no podremos hacerle funeral o despido en sociedad, que tendremos que pasar nuestro dolor solos en casa y sin el calor de nuestra familia, y lo que nos puede hacer más daño es que no hemos podido estar a su lado. Este último hecho nos puede crear un sentimiento de culpa: ahora bien, se debe tener claro que no tiene ningún tipo de responsabilidad y que ha hecho hasta donde ha podido.

Por lo tanto, ¿qué podemos hacer?

Existe la opción de querer proteger a nuestros niños del dolor y aislarlos de la gran oportunidad de aprender en una situación así, o de acompañarlos. En este caso, os quiero hacer llegar una serie de propuestas que desde el confinamiento se pueden realizar si os vierais necesitados para afrontar la muerte de un familiar.

  • Primero de todo comunicarlo a los niños, hablar, aclarar cualquier duda y sobre todo tener bien claro cuál debe ser el lenguaje que se debe emplear. Y enseguida que lo hagáis puede llorar. Llorar y hacerlo en familia fortalece el vínculo. Llorar saca nuestras emociones de dolor, de tristeza, de nostalgia… y nos ayuda a entender que llorar es una reacción natural, que puede ser muy sanadora.
  • Después, hacer un ritual de despido en familia. Se puede encender una vela y alrededor todos de una mesa hacer unos minutos de silencio por la persona amada.
  • Se puede hacer una recopilación de buenos momentos que ha vivido con esa persona, añadir qué ha aprendido de ella y como ha servido este aprendizaje.
  • Recopilar sus canciones favoritas o las palabras que más decía.
  • Hacer un álbum de fotos de los momentos compartidos.
  • Se le puede escribir una carta agradeciéndole lo que ha hecho por vosotros y sobre todo dando permiso a su partida.
  • Si es un niño que no puede escribir podrá hacer un dibujo. Pero también es muy gratificante dibujar en familia. Así los niños pueden ver que los adultos también tienen esta estrategia para curar el mal que se tiene en una situación así.
  • Se puede realizar su río de la vida: recordando su biogafia, ordenando cronológicamente, sobre un río dibujado en un papel.
  • La caja de los recuerdos: qué queremos guardar de esta persona.
  • Utilizar metáforas sobre la transformación natural de diferentes estados o ciclos de animales, para explicar el tema de la muerte a los más pequeños. Por ejemplo: la mariposa, la oruga y el gusano, o las estaciones del año, cómo crece la naturaleza y se transforma.
  • Aparte de todo esto hay cuentos  (El Vacío, el Jardín de mi abuelo, Julia tiene una estrella, Te amaré siempre pequeñito…) y películas ( Bambi, El rey león, Buscando a Nemo. Para mayores El niño con el pijama de rayas, entre otros).

Después de esta serie de propuestas me gustaría recordaros que en procesos así pueden surgir conductas infantiles que ya estaban superadas, o que no habían aparecido nunca. También puede haber somatizaciones, o reacciones emocionales que tienen una manifestación en el cuerpo físico. Pero también pueden surgir preguntas, miedos, ansiedad, gritos, rabietas, bajo rendimiento, pasividad…, y eso lo que nos quiere dar a entender es que necesitan un adulto de seguridad y confianza a su lado que los acompañe en este río de emociones que están viviendo y que no saben cómo afrontar sin nuestro apoyo.

Y ¿qué pasa cuando el adulto está tan afectado o más que el niño?

Pues sed valientes y pedid ayuda, desde la se puede echar una mano, entre todos encontraremos el camino. Confiar en los tutores, el equipo de apoyo o el equipo de orientación del centro, ya que son ellos los que pueden orientar y si éstos no se ven competentes, podrán derivar al servicio que sea más oportuno.

Como conclusión quisiera haceros llegar que sabemos tan bien como vosotros que este estado no es natural, y afrontar procesos dolorosos en estos momentos es muy difícil para todos, y por tanto para los niños de casa también, entre todos los podemos hacerlo pasar menos intenso.

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