Estamos viviendo un periodo de la historia verdaderamente excepcional, aunque ya se han dado otras pandemias a lo largo de los siglos. Quizá la más notable fue la conocida como gripe española que, a pesar de su nombre, se originó en Estados Unidos y se propagó a raíz del traslado de tropas estadounidenses a Europa en el contexto de la Primera Guerra Mundial. En aquella ocasión, la gripe provocó entre 20 y 40 millones de muertos y supuso una gravísima complicación a la ya precaria situación generada por el conflicto mundial, que finalizó en noviembre de 1918.
Ahora no hay una guerra mundial pero sí conflictos “locales” en los que las grandes potencias del planeta intentan ganar posiciones favorables a sus estrategias económicas y políticas.
Parece que en este marco mundial se impulsó la creación, por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo. Según el ejecutivo, “uno de los grandes defectos de la democracia es el cortoplacismo, que genera otros problemas como la falta de pensamiento estratégico, de respuesta a la demanda de la sociedad, obsolescencia legislativa, oportunidades no aprovechadas o poca anticipación. Estos hechos están en la base de fenómenos como el cambio climático o la pérdida de relevancia económica para una nación”.
Grandes palabras, grandes propósitos. El Gobierno habla de los defectos de la democracia, del “cortoplacismo” y la “poca anticipación”. Cierto. Se sabía que estaba pasando en China ya pesar de ello no se tomaron las medidas anticipatorias pertinentes. Aquí se nos intentaba tranquilizar diciéndonos que se trataba de un problema que afectaba a personas que vivían a miles de kilómetros de distancia pero se obviaron detalles inherentes a la globalización y, más concretamente, a los enormes desplazamientos que miles y miles de personas hacen cada día, de modo que lo que ocurre en las antípodas hoy nos afectará mañana a nosotros mismos.
Se nos intentaba tranquilizar diciendo que era un problema que afectaba a personas a miles de kilómetros de distancia pero se obviaron detalles inherentes a la globalización
Hemos tenido también noticia de las advertencias de varios científicos, entre ellos el Profesor Alex Arenas, director del Grupo de Investigación Alephsys Lab, que desarrolló un modelo matemático de propagación del virus. Según explicó en el programa FAQS de TV3, cuando hicieron las primeras advertencias ninguna administración les escuchó, hasta que los hechos, la realidad, impusieron su dramatismo.
Después se tomaron medidas adecuadas, tendiendo a un confinamiento más riguroso. Totalmente de acuerdo, pero, como siempre, se hace necesario un planteamiento más detallado, cuidadoso y, sobre todo, que contemple otras variables. Y quiero referirme a una de estas variables: la salud mental.
Cuando se ordenó el confinamiento “total” y también se anunciaron sanciones a las personas que no lo siguieran, de acuerdo. Se pretende evitar que los contactos entre ciudadanos contribuyan a propagar aún más el virus; pero sabemos, y se nos repite una y mil veces, que el contagio se produce entre personas que no respetan la distancia de 1,5 metros o bien a partir del contacto con superficies contaminadas, por ejemplo, las cerraduras de las puertas o las barandillas de las escaleras. Ahora bien, si una persona sale a pasear sola y con mascarilla y evita contactar de manera cercana con otros ciudadanos, parece claro que no podrá contagiarse ni contagiar a otros.
Si una persona sale a pasear sola y con mascarilla y evita contactar de manera cercana con otros ciudadanos parece claro que no podrá contagiarse ni contagiar otros
Y es aquí donde, nuevamente, no se han considerado las variables de las personas que, por motivos de su precaria salud mental o bien porque son mayores, necesitan salir a la calle ya sea para reducir la tensión de la convivencia intrafamiliar o bien para recordarse a sí mismas que todavía están vivas.
Se ha hablado de los autistas, de cómo el confinamiento puede afectar a su salud mental y cómo puede provocar agitaciones o crisis que deberán ser “atendidas” por los mismos familiares ya que, en los momentos actuales, las urgencias psiquiátricas han pasado a ser un tema secundario; pero no se ha mencionado nada de los enfermos que sufren procesos psicóticos, de angustia, de depresión, de bipolaridad, por citar algunos. A muchas de estas personas les resulta indispensable poder salir, “airearse”, liberarse de las tensiones y / o conflictos que se generan en los hogares en un marco relacional de acción-reacción que da lugar a bucles progresivamente más graves.
Hace pocos días se le planteó este problema al Dr. Oriol Mitjà, reconocido experto en el tema de la Covid-19, y respondió que, en efecto, a muchas de las personas afectadas por problemas de salud mental les podría beneficiar poder pasear, disfrutar del espacio. Ahora bien, el mismo Dr. Mitjà añadió que si se permitía que ciertas personas pudieran salir a la calle se corría el riesgo de que también lo hicieran otros que no siguieran las normas y precauciones que ordenan las autoridades sanitarias.
También de acuerdo, somos mediterráneos y la disciplina y la responsabilidad sociales no son nuestro fuerte. Sin embargo, pienso que de cara al estado de la salud mental de muchos ciudadanos, ahora y a corto y medio plazo, sería necesario implementar medidas que fueran en la dirección de prevenir crisis y / o episodios que también requerirán ser atendidos. Recordando nuevamente la intencionalidad de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País necesitamos reivindicar la Anticipación de crisis por problemas de salud mental en el marco de la pandemia de la Covid-19.


