“Nada nos gustaría más, pero no es el momento de que los niños puedan salir a la calle”. Hace 10 días, el ministro de Sanidad se encargaba de tirar este jarro de agua fría sobre cualquiera que tuviera la esperanza de que el confinamiento total que viven los niños y adolescentes se pudiera suavizar de alguna manera. “Estamos actuando con la máxima cautela, cuando veamos que es posible suavizar las medidas, en este o en otro sentido, lo diremos”, añadió el ministro, que ni siquiera quiso poner una fecha aproximada al momento en que se permitirá que los niños puedan salir a dar una vuelta, como hacen los perros.

Una semana después y a raíz de unas declaraciones de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, reclamando que se dejara salir a los niños y niñas a la calle, la Generalitat de Catalunya ha afirmado que “ultima” un plan para que puedan empezar a ver la luz del sol en “unos 10 días”. Pero hasta que este plan de Govern no se concrete y se ponga en marcha, hay que recordar que la infancia lleva más de 30 días encerrada en casa, sufriendo duramente las consecuencias de la cuarentena.

En Madrid, la campaña para suavizar las medidas de confinamiento de los niños la ha estado liderando la pedagoga Heike Freire, la que ya hace semanas inició una campaña en change.org (que ya suma cerca de 50.000 firmas) para pedir que las medidas de lucha contra la pandemia tuvieran en cuenta los derechos de los niños y que, en consecuencia, se estudie “la posibilidad de estar al aire libre, recibir la luz del sol, moverse y jugar, de forma ordenada y sin poner en peligro la salud pública”. Medidas de este tipo, dice la petición, se han tomado en países como Francia, Bélgica, Holanda y Alemania.

En un sentido muy similar se manifestó el Defensor del Pueblo el 27 de marzo, cuando sólo habían pasado 14 días de confinamiento. A través de un comunicado, el Síndic de Greuges pidió que se tuviera en cuenta el interés primordial de niños y adolescentes en todas las medidas para gestionar la crisis sanitaria, un hecho que a su juicio se estaba dejando de lado. Y explícitamente el Síndic pedía que se valorara la posibilidad de que niños y adolescentes “puedan hacer alguna actividad al aire libre o de ejercicio físico, manteniendo las distancias de seguridad y en función de la edad y las necesidades del niño”.

La comparación entre niños y perros, acertada o no, la ha hecho mucha gente. Por ejemplo, la filósofa Marina Garcés en una reciente entrevista en este medio. Pero también, el mismo  Consejo Nacional de los Niños y Adolescentes de Catalunya, que depende del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias. En un comunicado difundido la semana pasada, este consejo lamentaba que los niños no hayan sido suficientemente bien informados, ni sobre la crisis ni sobre la continuación del curso escolar, y se advertía sobre los menores que pueden sufrir malos tratos en casa. Y al final se planteaba una pregunta: “Si los perros pueden salir de casa porque tienen que moverse, ¿por qué no se aplica la misma justificación a los niños de edades entre 2 y 7 años, para los que moverse también es esencial? El confinamiento puede afectar al desarrollo físico y psicológico de los más pequeños, y tal y como se ha contemplado con los perros y siguiendo siempre el protocolo de seguridad, se debe velar por la salud de los niños”.

Dosificar el consumo informativo sobre la Covid-19

En realidad, la cuestión va más allá de salir o no al aire libre una hora al día o cada dos días. El encierro puede generar escenarios de estrés, frustración y miedo, y por supuesto no impide que en el seno de muchos hogares se estén produciendo situaciones que son contrarias al bienestar y la salud de los niños. Por poner un ejemplo, el exceso de tiempo de exposición a las pantallas. Heike Freire desaconseja que los menores dispongan de tiempo ilimitado ante las pantallas, debido a que éstas limitan el entorno sensorial y ponen a distancia sus propias emociones. “El cerebro humano necesita inputs sensoriales del mundo real, no de las pantallas”, puntualiza Freire.

Otro peligro sería el exceso de información negativa sobre el coronavirus que estos días se consume a lo largo de todo el día en muchos hogares. La psicóloga Esther Trepat, directora de la Fundación Instituto de Psicología (Fundación Collserola), recomienda que los adultos mantengan un control sobre la información que los menores consumen a través de los medios de comunicación y las redes sociales, ya que “un consumo inadecuado de noticias puede incidir negativamente en su estado emocional”. Es aconsejable, añade, que los adultos de la casa racionalicen las emociones negativas, gestionen bien sus pensamientos y transmitan una sensación de control.

Por ello, Trepat aconseja establecer unas rutinas diarias que incluyan momentos para hacer algún tipo de actividad física o ejercicios de meditación y otros momentos de puesta en común familiar que permitan mantener un ambiente cálido y de diálogo. En esta rutina se debe dedicar un tiempo también a informarse sobre la situación que no debe ser excesivo. “Estar pendiente todo el día con la televisión de fondo, oyendo la cantidad de víctimas que están habiendo, se sabe que genera una ansiedad”, comenta. Trepat insiste en que se debe conversar con los menores para saber si se han hecho alguna idea errónea sobre la situación o para entender qué les está preocupando.

La violencia: la pandemia en la sombra

Pero seguramente el principal peligro es el de la violencia doméstica. ONU Mujeres ha descrito como “otra pandemia en la sombra” el aumento de la violencia intrafamiliar en medio de la emergencia sanitaria de la Covid-19, que afecta sobre todo a mujeres y menores de edad. Es por ello que las autoridades nacionales y locales en España han emprendido campañas de contingencia para fortalecer los canales de denuncia ante situaciones de violencia intrafamiliar. En Cataluña, según el Instituto Catalán de las Mujeres, las llamadas de emergencia al 112 por situaciones de violencia machista ha crecido un 34% estas semanas.

Los especialistas reconocen que la situación de confinamiento puede agudizar la violencia doméstica cuando sus miembros presentan dificultades para resolver sus conflictos. Coinciden en que esta condición es extraordinaria y cuando el hogar deja de ser un lugar seguro, la única salida es hacer una denuncia oportuna. Según Heike Freire, los estudios avalan que la ingesta de alcohol y las sustancias estupefacientes tienen una relación directa con los malos tratos, y por tanto ahora más que nunca es importante apoyar a las familias donde existe frecuencia de uso y consumo de drogas y fatiga atencional. Además, estos días muchos hogares están siendo golpeados por los efectos económicos de la crisis sanitaria.

“Entre las necesidades fundamentales de los niños está que puedan jugar al aire libre y estar en contacto con la naturaleza, jugar espontáneamente y, si es posible, encontrarse con sus iguales. Ahora nos encontramos con muchas familias que están pasando grandes dificultades económicas, y con pocos recursos intelectuales y culturales. Por ello, para afrontar estas situaciones de estrés, todavía es más necesario este contacto con la naturaleza y los espacios al aire libre, por supuesto con las medidas de seguridad necesarias para prevenir el contagio “, opina Freire.

Según el maestro y psicólogo Ricard Aymerich, es muy importante estar atento al entorno próximo de la familia y comunidad, para reconocer si alguien está sufriendo algún tipo de agresión. Aymerich coincide en pedir una mayor sensibilidad en cuanto a la necesidad de los menores y sus familias tener un momento de distensión para afrontar el confinamiento. “Tener la posibilidad de salir 10 minutos a estirar las piernas y tomar el aire, después de tanto tiempo, tal vez se puede hacer con las medidas de seguridad pertinentes”, comenta.

Aymerich subraya la idea de que el tiempo de confinamiento no es un tiempo perdido de aprendizaje, ya que también lejos de las aulas los niños tienen muchas oportunidades de desarrollar sus múltiples inteligencias, y propone que el próximo período lectivo comience con una evaluación diagnóstica que permita comprender la situación de cada estudiante y grupo. Se debe considerar que las familias y el profesorado no tienen el mismo acceso tecnológico y que las condiciones de aprendizaje varían en cada caso. “El seguimiento debe ser con cada alumno en el aprendizaje digital, las situaciones no son homologables y sería injusto hacer una evaluación estandarizada”, puntualiza.

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