Políticos, expertos en epidemiología, infecciones, organización de servicios, economía, sociología y otras ramas del conocimiento nos abruman con datos, informaciones, opiniones y vaticinios sobre el pasado, el presente y las consecuencias de la pandemia. Estamos inmersos en un enorme magma informativo que parece esforzarse en intentar potenciar los miedos y el pánico individual y colectivo. Lo que se traduce por un lado en comportamientos casi obsesivos e incluso fetichistas y por otro, menos frecuente, en conductas picarescas que en algunos casos intentan sacar provecho, incluso criminalmente, de la situación.
Sin embargo, escasean los análisis y reflexiones que nos proporcionen informaciones útiles para ayudarnos a elaborar una respuesta serena. En estas circunstancias es difícil aspirar a otra cosa. Porque no es razonable esperar respuestas o explicaciones totalmente acertadas, otra cosa es que sean verosímiles, en un período tan breve de tiempo.
Si fuéramos capaces de analizar el exceso de mortalidad atribuible a la infección por la COVID19 nos podríamos hacer una idea más acertada del impacto real del problema en comparar las defunciones por todas las causas acaecidas en las últimas semanas con los mismos periodos de una serie de tres o cuatro años anteriores. Una información que no se ha proporcionado, a pesar parece que se recoge en los sistemas de vigilancia de la gripe o de las olas de calor o de frío y que, en último caso, disponen los mismos servicios funerarios municipales.
En cualquier caso, la avalancha de datos a la que estamos expuestos, provenientes de los medios de comunicación, los organismos competentes, de los investigadores y de otras personas, no disminuye la sensación de incertidumbre y, con ella, de la preocupación social, de el miedo e incluso de algunas situaciones puntuales de pánico.
Quizás si se tuvieran en consideración los siguientes requerimientos, nos podríamos beneficiar más de la atención prestada a todo lo que nos cuentan los medios, por ejemplo
- Reconocer de forma explícita las lagunas de conocimiento propias de una situación epidemiológica y clínica protagonizada por un supuestamente nuevo agente infeccioso.
- Aportar, con las limitaciones apuntadas en el apartado anterior, propuestas de cambio posible de la situación pasada y actual a diferentes niveles y sectores políticos, económicos y sociales que nos permitan afrontar en mejores condiciones futuros problemas en el ámbito del bienestar y la calidad de vida tanto de forma individual como colectiva.
- Evitar las críticas destructuvas sobre los errores cometidos, centradas mayoritariamente en afirmar que se podrían haber evitado. Los expertos en críticas a toro pasado proliferan como las setas en otoño
- Considerar detenidamente los condicionantes de todo tipo que influyen sobre los datos y las informaciones y no establecer comparaciones y deducir conclusiones a partir de bases incorrectas
El volumen de informaciones y el ruido generado por los problemas de la pandemia, tanto los propios de la infección como los derivados de las medidas instauradas hace difícil navegar con criterio en un mar agitado, además, por las tensiones territoriales y partidistas, pero parece indispensable inyectar en el ágora pública altas dosis de sentido común, de racionalidad y visión positiva y de futuro.
Debemos ser capaces de valorar objetivamente las medidas actuales y futuras diseñadas para luchar contra la COVID19 para evitar un doble riesgo: agravar las consecuencias de la pandemia de hoy y, al mismo tiempo, no generar las condiciones necesarias para poder abordar con mejores capacidades de resiliencia y sentido común situaciones similares que se pueden dar a medio y largo plazo.


